Poesia

83 2 0
                                        

           Poesía

 (Conferencia dada en un sueño)

 En el extraño sueño, de colores caídos y sombras revueltas; emergió de las tinieblas la figura promisoria de un feo, horrible, decrepito y triste anciano, que apoyado en su bastón arrastraba sus polvorientos pies por un camino hecho y deshecho con cada uno de sus pasos; esa espantosa efigie de las ruinas de lo que posiblemente un día fue lo que soy, sopeso su incomoda mirada en la mía, y fue hay en ese perturbador cruce de visiones que supe de algún modo y sin que nadie me lo dijese, el terrible hecho de que ese viejo era yo.

 El viejo que yo era, tanteo la niebla pantanosa del paisaje hasta lograr sentarse al aire y descansar sus brazos sobre una mesa invisible. Mi versión añil sostuvo al escenario en un minuto interminable de silencio, hasta que el mismo decidió irrumpirlo con una voz cálida, con palabras vacilantes y pequeña tartamudez.

 Pobremente creo que si nos sentásemos a hablar de poesía quizás no llegaríamos a nada, pero a la vez pienso que tal vez... y solo tal vez, saldrían de algunas pocas bocas unas que otras cosas interesantes que nos aproximasen aunque sea un poquito de eso que es la poesía; para mí lo más seguro es que me halle lejos de esos pocos y revuelto entre esos muchos que no tienen nada importante que decir, pero aun así y sin importarme si este entre pocos o entre muchos, voy a hablar brevemente de la poesía, aunque esto podría significar estar perdiendo mi tiempo, por lo cual estoy en el deber de pedirle excusas a esa chica, esa hermosa mujer que desconozco o no estoy consciente de conocerla, pero tengo la certeza o la conveniente esperanza de que sin importar que hayan pasado tantos años ella este por ahí no sé si oculta pero a la espera de un encuentro o un reconocimiento, y yo ya viejo aún estoy por aquí sin salir a buscarla encerrado en mis pensamientos, soñando y esta vez despierto que me hallo delante de nublados rostros hablando sobre ese tema que se llama poesía; pero también tengo el deber de disculparme con esos cuentos y esos poemas que me vienen persiguiendo y nuevamente vuelvo a postergar, para hablar de vaguedades.

 Uno de esos cuentos que no existen o si existen no lo hacen más allá de las murallas de mi mundo invisible, es ese cuento que soñé hace no sé cuántas noches atrás y que no escribí porque al día siguiente descubrí que ese cuento soñado no era mío si no una adaptación que había hecho mi subconsciente sobre un poema que había leído hace ya un par de años, pero que importa esto… quizas nada de lo que yo haya escrito me pertenezca o también es probable que ese poema escrito por ese famoso hombre sea mío, solo que él se me adelanto y lo escribió antes que yo lo hiciera; así que con el permiso del difunto voy a echar mi cuento, primero porque creo que va con ese tema del cual estoy tratando de hablar y que apropósito le ando dando vueltas; y segundo y más importante aún es porque contarlo es algo que se me antoja.

     “Una vez había llegado a un pueblo muy pero muy lejano un hombre que ejercía un místico y raro oficio muy distinto a los demás hombres del pueblo, este hombre llamaba a su quehacer poesía y se llamaba así mismo poeta, su llamada poesía lo hizo gozar de una fama excepcional entre las mujeres del pueblo quienes se dirigían con frecuencia durante las tardes a la plaza del pueblo solo para escuchar las palabras de este hombre. Las mujeres que se reunían entorno a la plaza fueron contando durante reuniones y festines sobre este misterioso hombre a sus primas, amigas y tías que vivían en otras lejanías.

     La fama de este hombre se fue acrecentando poco a poco, hasta que el rumor de este autonombrado poeta llego a la capital del reino donde sí se conocía la poesía y no tardó en llegar la noticia a los oídos del rey quien era un académico entre académicos.

     El rey conocido por ser amante de las letras fue al pueblo para ver a ese extraño hombre y a escuchar su llamada poesía; cuando el rey llego al pueblo todos los hombres, mujeres, ancianos y niños acudieron a la plaza y al llegar el último hombre a la plaza del pueblo, se escuchó al rey diciéndole al hombre:

(Ensayo)  BrevedadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora