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Sin contar el número de ligeras variaciones, recuerdo haber ensayado el comienzo de esta nota de unas diez o quince formas distintas. Aunque sin duda la lengua de Cervantes me ofrece un número mayor de posibilidades, yo escogí no hacerles caso, porque la brevedad de mi vida no me permite jugar con números próximos a la infinitud. Además, comenzar hablando del numero exorbitante de combinaciones posibles que existen para la creación de una línea, es el mejor pretexto que halle -aunque seguramente no el mejor que exista- para introducirnos en la perplejidad de un tema mayor.

Aquí hare una pequeña disgregación para aconsejar a los sensatos, a los serios y adultos que abandonen la lectura, o sean por un momento infantiles y absurdos.

Imaginemos de un modo asombroso que en una noche se nos agote el alfabeto para formar palabras, luego tomemos todas las palabras y hagamos con ellas todas las líneas que puedan resultar; entonces con estas líneas elaboremos los párrafos y de los párrafos realicemos páginas. Y por último extingamos el número de textos variantes que el baraje de las páginas nos pueda brindar. A la final habremos hecho toda la literatura más otras cosas que no vienen al caso. Ahora introduzcamos la idea de que esa bella y única noche fuimos no un hombre ni una mujer, sino la humanidad que por algún motivo quiso hacerse trizas y fragmentarse en diminutos pedazos indivisibles que provistos de consciencia y a falta de imaginación escogieron llamarse individuos, y luego de aquello poco a poco con el pasar del tiempo han ido reapareciendo las obras que escribimos la dichosa noche.

Tomemos un respiro y olvidemos -si es posible- la narración anterior, para pensar ¿qué es un autor? En literatura entendemos al autor como el creador de determinada obra literaria, y para no complicarnos la existencia, decimos que el creador es a la vez el escritor. Pero esto es una falacia del pensamiento, la creación literaria nunca sucede. El escritor en tanto individuo es incapaz de hacer algo en la nada, dado que el individuo se hace sobre otro individuo y un texto se forma a partir de otros textos, que dan como resultado una obra literaria la cual no viene a ser más que el maquillaje de un innumerables conjunto de citas que alguien ha digerido y excretado sobre unos cuantos papeles.

Esto vendría a poner al autor no como creador, sino más bien como una especie de procesador o reciclador que troca en literatura al mundo que ha experimentado. Y la idea de que la creación literaria proviene del escritor en tan solo la exaltación de una Oda fantasiosa que hizo el individuo desde si, para alabarse así. Cuando en realidad el individuo carece de importancia, porque la historia no la hace el individuo, sino la totalidad de ellos son quienes hacen la historia -y la literatura-. Es decir, el escritor como un agente ajeno no viene a expresar a la humanidad. Es la humanidad –y el como parte de ella- quien se expresa en él.

La humanidad lo arrolla, lo asalta y se lo folla. Extirpa la capacidad creadora del individuo y la expropia para sí. Haciendo que la obra literaria no provenga solamente del hombre que es sujeto, sino del hombre que es todos los hombres y pese a ello también es sujeto.

Junior R. Velázquez L.

Martes, 18 de junio de 2013

(Ensayo)  BrevedadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora