Capítulo 8

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 - ¡Estoy harta de esta situación! ¡Quiero que te largues de mi casa y ya no regreses más!

- ¡Pues no me voy a ir! ¡No te voy a dejar el camino libre para que hagas lo que se te venga en gana otra vez! – la voz furiosa del Chino retumbaba por toda la casa estremeciendo de miedo a una Juliana de 13 años que permanecía oculta en su cuarto. Las cosas no podían estar peor, por un momento pensó que todo mejoraría cuando su mamá decidió de una vez por todas que ya era suficiente y le pidió el divorcio hace un par de semanas. Pero, Chino siendo quien es, se enfureció de sobremanera y se había plantado en casa sin ninguna intención de marcharse. De repente escuchó un sonido estrepitoso, como si algo se hubiera roto violentamente o alguien lo hubiera lanzado.

- ¡Eso es todo! ¡Voy a llamar a la policía! – Lupe parecía decidida a no dejarse intimidar esta vez, pero la risa burlona de su supuesto progenitor le heló la sangre.

- ¡Buena suerte con eso! ¡Nadie va a creerte! ¡Esos muchachos son mis colegas y nos apoyamos entre todos! ¡Ya les he dicho la clase de perra que eres y están más que de acuerdo en que no te deje ganar! – Ahí iba otro detalle que dificultaba enormemente su situación, Macario era un policía, así es, un hombre respetuoso de la ley cuyo trabajo era servir y cuidar de otros. "Vaya reverenda estupidez" pensó Juliana con la ira hirviéndola por dentro "todos ellos son unos cerdos, solo se protegen entre sí" los ruidos abajo solo iban empeorando, al igual que los gritos, Juliana tenía miedo, sabía que él estaba ebrio y que solo era cuestión de tiempo para que le hiciera algo a su mamá. Pero ¿Qué podía hacer ella? Sabía que si se interponía entre el animal ese y su madre solo empeoraría más las cosas o, incluso, podría salir lastimada. Llamar a la estación de policía más cercana no valdría la pena porque todos eran amigos de su padre, a lo mucho se aparecerían y lo dejarían pasar como una disputa familiar y todo volvería a lo mismo de siempre. Pensó en su tío Eduardo, desde que su madre decidió cortar las cosas con el Chino había hecho un esfuerzo por reconectar con su familia materna, entre ellos su primo Eduardo que ya conocía las mañas de Macario y le había dicho que le llamara si necesitaba cualquier cosa.

- ¡Ya te dije que no me voy a ir y si sigues insistiendo tanto me llevaré a Juliana conmigo! – la repentina exclamación de su padre la sorprendió y llenó de miedo al mismo tiempo ¿por qué rayos se la quería llevar? Los momentos que habían compartido como padre e hija eran escasos y no lo suficientemente significativos como para construir un verdadero cariño entre ambos, al menos así se sentía Juliana.

- ¡No la metas en esto, ella es mi hija y no te acercarás a ella! ¡primero muerta!

- ¡¿Quieres apostar?! – de repente, los pasos pesados del Chino se escuchaban por las escaleras y Juliana supo que venía para su cuarto, podía oír las exclamaciones de su madre siguiéndolo. Aterrada, agarro su chaqueta gris y su celular y, decidida a ser valiente, salió hacia su balcón, bajaría por allí hacia el jardín y llamaría a su tío para que venga a auxiliarlas, era el mejor plan que se le podía ocurrir en ese momento. Sin pensárselo mucho comenzó a bajar lentamente sosteniéndose del lado del balcón y apoyando su pie en la ventana del primer piso, el sonido de su puerta abriéndose bruscamente la exalto, provocando que aterrizara sobre su espalda; por suerte, la distancia que quedaba no era mucha y con una mueca pudo ponerse de pie.

- ¡¿Dónde carajos se metió la mocosa esa?! – El Chino parecía enfurecer cada vez más, solo era cuestión de tiempo para que la viera por el balcón por lo que, sin pensárselo mucho, corrió hasta el auto estacionado de la entrada de la casa y se escondió en los asientos traseros ¡debía llamar a su tío ahora! Marcó el número con dedos temblorosos, la hermeticidad del carro amortiguaba los gritos de sus padres desde la casa, pero aun podía oírlos ¿Cómo es que ningún vecino se había percatado y llamado por ayuda? Juliana sentía el corazón en la boca mientras rezaba para que su tío contestara.

El corazón roto de Juliana ValdésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora