El profesor

7 0 0
                                    

Después de comer y recoger, fui a asearme, después de esto,  fui al salón, a ver la tele con mamá, pero ella no había bajado, creí que estaría hablando con alguien en su habitación, por lo que no le di demasiada importancia, pero tuve que darle importancia cuando mi madre bajó rápidamente por las escaleras lista para salir, entonces abrió la puerta, y como si yo no estuviera, se fue. Todo fue muy rápido, y no pude decirle nada antes de que se fuera, ni siquiera si podía salir, al final, después de unos minutos mirando a ver si había algo en la tele que me gustara, la apagué y caminé hacia la salida de la casa, salí con llaves y cerré la puerta.
Habían algunos ancianos paseando, y algunos adultos acompañando a algunos de estos, o paseando solos, pero estos eran muy pocos. Decidí ir al parque en el que había conocido a Marta, y allí estaba, en un banco feliz, mientras me miraba, cuando estuve suficientemente cerca como para poder escuchar lo que gritaba, comenzó a hacerlo.
-¡Luna! Sabía que volverías, te estaba esperando, he traído algunas golosinas…- Era muy amable, cuando fue terminando la frase sacó un regaliz rojo con relleno blanco de su bolsa y me lo ofreció.
Dudé… La conocía de solo una mañana, era prácticamente una desconocida, y mi madre me había advertido que no debía aceptar regalos de extraños, pero no pude resistirme, parecía recién sacado de la fábrica, brillando al sol, lo agarré y era algo escurridizo, pero al morderlo no se deshizo en mi boca, comencé a masticar, con una gran sonrisa en forma de agradecimiento.
-Muchas gracias Marta… Yo no tengo nada que ofrecerte, pero quizás, si mañana estás, puedo traerte algo, quizás galletas, o igual algún juguete para entretenernos juntas- Dije después de masticar el primer trozo que había probado, mientras iba a meterme otro aún más grande.
Estaba delicioso, me recordaba a la tienda de chuches de la ciudad, con muchos tipos de regalices, y muchos ositos de gominola, iba allí con mi mejor amiga, Laura, ella era bastante alta, más que yo incluso, algo morena y con el pelo negro, sus ojos eran de un color café y tenía algunas pecas claras bastante cerca de sus ojos, solía vestir como si hubiera 25ºC, siempre camisetas de tirantes o manga corta, y pantalones bastante cortos con sandalias, solo que en invierno su madre le obligaba a vestir manga larga y pantalones largos con casi siempre zapatillas deportivas. Después de eso, comenzamos a jugar en los columpios, y en el tobogán mientras reíamos y hablábamos, contando anécdotas, y cosas sobre donde vivíamos. Le conté cosas sobre mi anterior ciudad, mi piso, mi habitación, mis amigas del colegio, mi tutor, mis profesores… Ella me contó lo que era vivir en un pueblo lleno de ancianos y pocos niños con los que jugar, cosas sobre el pueblo, leyendas, anécdotas, cosas sobre el pequeño colegio de las afueras, y también me contó algo bastante extraño del profesor después de que le hablara aun poco de mis profesores.
-Y no te imaginas qué amargada es la que da sociales, su tono de voz es muy grabe y habla súper lento, como si tuviera un caracol en vez de una lengua.- Dije mientras comenzaba a hablar más despacio, imitando a la profesora de la que hablaba. Nos reímos.
-Pues… En mi colegio hay profesores bastante normalitos, aunque casi todos son algo enrollados, como nos conocemos todos, a veces hacemos pausas para hablar de cosas del pueblo, como chismes normales, por ejemplo, el otro día, nos contó el de lengua, que el alcalde de la ciudad de al lado, estuvo casado con una mujer que vive a las afueras, bastante solitaria. Pero… Hay un profesor que tiene mala reputación y se limita a dar clases… Dicen que una alumna se enamoró de él, y que después de que ella cumpliera 18 se casaron, un año tuvieron que esperar, pero se divorciaron a las pocas semanas, oí por ahí que se peleaban mucho, no entiendo mucho del tema…- Hablaba como si fuera un chisme prohibido, de esos secretos que ocultan los pueblos y que si lo mencionas todos te miran callados…
-Wow…- No sabía bien qué decir, así que solo dije “wow” y me tiré por el tobogán, volviendo a mirar hacia el final de este.
Al rato vi que eran casi las siete y media, así que me despedí y caminé hacia casa, por el camino, vi a un adulto algo inusual, caminaba solo, con el pelo algo desordenado, era castaño, y su piel bastante clarita, sus ojos eran verdes y llevaba unas gafas pequeñas,  era bastante alto y delgado. Pensé que lo mejor era no mirarlo demasiado, así que lo miré por unos segundos y miré hacia la puerta de mi casa, que estaba a pocos metros de donde me encontraba, llegué, abrí la puerta, y oí cómo mi madre cocinaba, cerré la puerta lentamente. Silencio. Nadie dijo nada, no me llamó, no me regañó… Seguramente estaba ocupada, subí a mi habitación y cerré la puerta, miré qué tenía, quería encontrar algún juguete para mañana… Y bueno, después me llamó mi madre para ir a cenar, recogí lo que había sacado, salí de la habitación, cerré la puerta, y bajé las escaleras bastante rápido, pero sin tropezarme para encontrarme a mi madre sentada esperándome, me senté y después comencé a comer.
-¿Quién te ha dado permiso para salir señorita?- Dijo juguetona, para romper el hielo.
-Nadie…- Dije mientras cargaba otra cucharada de guisantes.
-¿Y dónde has estado?- Me respondió tranquila.
-En el parque, he jugado con una niña que estaba allí, se llama Marta.-
-¿Marta? ¿Una niña del pueblo? ¿De tu edad? Qué bien, te lo habrás pasado bien… Pero para la próxima acuérdate de avisarme.-
-Te fuiste corriendo y no me dio tiempo a preguntarme, y antes estabas bastante concentrada arriba hablando por el móvil…-
-Ah… Bueno, ya que has sacado el tema… Quería avisarte de que tu padre y yo nos vamos a divorciar, eres bastante pequeña, y seguramente no lo entiendes, pero solamente vamos a estar un poco separados, quizás no veas más a tu padre… O tengas dos casas… Pero eso se decidirá más adelante, tú no te preocupes, estos días estoy preparando el divorcio y por eso estoy algo más ocupada, pero cuando todo termine, tendré todo el tiempo del mundo para jugar contigo.-
-…- Preferí no contestar y seguir comiendo mientras trataba de procesar lo que me acababa de contar mi madre.
Pasó el rato y terminamos de comer, después de recoger mis cosas en el lavavajillas, subí a mi habitación para ponerme el pijama, mientras mi madre terminaba de recoger la mesa y demás. Al rato llegó tocando la puerta, para darme las buenas noches, después de que se fuera, saqué este diario y comencé a escribir, y pues eso es todo… Me va entrando el sueño, así que voy a dormir.

Diario De Una MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora