Capítulo diecinueve.

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Dos veranos.Un secreto.Una confesión.

Margo O'donell - VERANO 2019.

Estaba dándole vueltas a mi cabeza hace más de quince minutos pensando si iría a la fiesta vestida de esta manera, o si tendría la oportunidad de cambiarme cinco minutos antes de que nos vinieran a buscar.

No me encontraba mal vestida, a decir verdad, era la primera vez que me vestía tan igual a las demás chicas del instituto.

Pero a mi no me convencía, no era de mi personalidad andar mostrando demasiado mis muslos y mi pecho.

—¿Otra vez pesando en quitarte ese vestido? —apareció una voz detrás de mi— Te queda hermoso, Margo. Y sabes que yo soy una persona bastante sincera y sin filtro —indicó mientras me empujaba con un poco de gentileza con su cadera para que saliera de una vez del maldito espejo.

Y mierda que tenía razón.

Melody no era ella sin su tan abrupto modo de decirte las cosas sin un poco de gentileza, uno de sus tantas cualidades es era una persona sincera y no se guardaba nada para si misma.

Tal vez por esas razones se llevaba muy bien con Dylan.

—Lo dices porque tu vas espectacular —respondí mientras me acomodaba un poco mi cabello.

—No empieces con la típica conversación entre amigas de quien-es-mas-hermosa. —demandó mientras acomodaba uno de los tirantes de su brassier—, porque sabes que las dos vamos bellísimas y sobre todo, esta noche iremos a pasarla bien.

La observé y entonces me reí mientras negaba con la cabeza su respuesta.

Melody iba vestida con un pantalón negro que se ajustaba a sus perfectas y largas piernas, era de tiro alto lo cual llegaba hasta arriba de su ombligo, arriba de éste tenía puesto brassier de encaje del mismo color y arriba decidió a último momento colocarse una remera transparente, haciendo que le diera un toque más sexy y provocador, y por último, unas zapatillas con plataforma. Había acomodado vagamente sus rizos los cuales para mi, sólo le quedaban perfectos a ella.

Tenía puesto un hermoso collar de plata y en sus manos como siempre, estaban desnudas. A Melody nunca le gustaba usar anillos o pulseras, siempre decía que le incomodaban.

Una vez que me di cuenta que la rizada había dejado de arreglarse frente al enorme espejo de su habitación y fue a sentarse en su cama que quedaba justo en frente. Caminé unos cuantos pasos para mirarme última vez y peinarme con mis dedos el cabello que lo tenia hecho un asco.

Llevaba puesto un vestido negro el cual se amoldaba perfectamente en mi cuerpo, dejaba ver demasiado mis muslos y mis pechos lo cual a veces me resultaba incómodo y trataba de bajarlo un poco, pero luego de cinco minutos me di cuenta que había sido una batalla en vano. Ya que cada vez que bajaba el vestido, más se veían mis pechos, y si más lo subía, por poco no se me veía el culo.

Lo decidí, no iba a ir vestida de esta manera.

Mire a Melody quien se encontraba entretenida con su celular mientas sonreía como típica enamorada, seguro estaba hablando con el idiota de Thomas.

—Oh, ni se te ocurra —demandó la rizada sin apartar la vista del móvil:. Estas hermosa, además, Dylan llega en cinco minutos.

La desaparación de Melody Marshall © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora