En el momento que vi las marcas sentí una mezcla de emociones. No sabía que pensar. ¿Que tan mala era mi vida antes de esto?. Respire profundamente. ¿Debería decírselo a Cecilia?. Decidí que mejor no se lo contaría, por lo menos no ahora. Para ser sincera no me sentía bien hablando con ella. Y en ralidad no estaba segura si esto me ayudaría a recordar algo.
Termine de ducharme y decidí que lo mejor sería dormir. No tenía casó seguir atormentadome tratando de recordar algo. Se que por más esfuerzo que hiciera no iba a poder recordar nada, así que lo mejor sería dormir.
Flashes de personas borrosas pasaban adelante mío. ¿Quienes eran esas personas? ¿Por que no podía ver sus caras? . Sólo escuchabas gritos. Gritos que no sabía de quien eran. Sólo sabía que eran muchas persona. Gritando. Gritandome. Y yo también grite. Pero fue un grito de ayuda, un grito lleno de dolor y angustia.
Desperté muy angustiada, estaba sudando. ¿Que fue eso?. No sé si fue solo un simple sueño. Pero se sintió tan real. No pude guardarlo más. Lloré. Lloré hasta que ya no había más lágrimas. Necesitaba hacerlo. Lo necesite desde el momento que desperté en aquella sala y no sabía ni mi propio nombre.
Cecilia había dicho que llorar no era la solución. Pero lo necesitaba. Necesitaba hacerlo aunque sea una vez. Y luego haría de cuenta que era fuerte. Que podría hacer terapia con Cecilia, recuperaría mis recuerdos y todo volvería a la normalidad.
Trate de tranquilizarme. Cosa que me costaba mucho. Pero luego de mucho lo conseguí. Por suerte fue antes de que Paula viniera, realmente no quería que nadie me viera así. Paula trajo mi desayuno, y me informó que en una hora mis padres llegarían.
Cosa que me puso muy nerviosa.
Termine mi desayuno. Bueno en realidad no comí demasiado, no tenía apetito.
Los minutos se hacían eternos, la hora de ver a mis padres no llegaba. Hasta que la puerta se abrió y dos personas aparecieron, vi como los ojos de aquellas personas desconocidas se llenaban de lágrimas, y como una que otra lágrima corría en la mejillas de unos de ellos. Esa mujer tan parecida a mi.
En menos de un segundo los tuve a los dos abrazandome. En ese momento sentí que el tiempo se paraba, me sentía protegida en sus brazos. Y en ese momento dejaron de ser extraños para mi. Supe que ellos eran mis padres.
-Hija estaba tan preocupado por tí-Dijo la voz potente de aquel hombre. Mi padre.
Yo no supe que decir o hacer, antes de que me diera cuenta estaba llorando nuevamente. Pero lloraba en los brazos de mis padres. No los recordaba pero podía sentir su calor y amor.
-No llores. Se que esto debe ser difícil para tí. Pero nosotros estamos contigo. Porfavor mi vida, no llores- Dijo mi madre.
Hubo un gran silencio incómodo, hasta que Paula llegó a buscar a mis padres para hablar con Cecilia y luego por fin podría irme a mi casa.
Ellos me dieron otro abrazo, dijieron que volverían pronto para llevarme a casa y se marcharon, dejándome sóla. Sóla de nuevo. Con mis pensamientos. Cada segundo que pasaba sólo era peor que el otro. Prefería el silencio incomodo con mis padres, antes de el silencio de mis recuerdos.
Mi padres tardaron un tiempo en volver. Tuvieron que firmar un par de papeles. Y me informaron que vería a Cecilia 3 veces a la semana. Una vez sería en grupo, y 2 sólo yo y ella. No se que asustaba más, si tener terapia grupal con mis padres y quien sabe que otras personas que no recordaba, o estar sola con Cecilia ocultando mis cicatrices.
Tardamos como hora y media en llegar a su casa. Quiero decir mi casa, nuestra casa. Era bastante grande, tenía dos plantas. Mi cuarto se encontraba en la segunda planta, cuando mis padres me llevaron a él y sentí algo que no puedo explicar. ¿Felicidad? ¿Miedo?, tal vez un poco de ambos. No sabía como explicar la sensaciones que sentía en ese momento. En ese lugar. En mi lugar.