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El tiempo pasó

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El tiempo pasó.

Tanto Aziraphale como Crowley pronto serían egresados. Lo que significaba que sus días en la facultad estaban contados.

Tenían mucho que agradecerle a dicha institución, pues, sino fuera por el hecho de que estuvieran estudiando en el mismo lugar y decidieron pasar tiempo juntos, entonces ahorita mismo no fueran una de las tantas parejas que caminaba por el campus tomados de la mano.

Ninguno de los dos cabía de la felicidad que sentían cuando miraban al otro y se daban cuenta de que esto en realidad estaba pasando.

La alegría de Crowley era tan evidente. Ahora tenía una sonrisa todo el tiempo en su rostro. Cambió un poco el negro en su ropa y ahora usaba notos grisáceos. También se alejó de sus malas amistades, y aunque se quedó solo, el hecho de estar con Aziraphale era la mayor compañía y única que necesitaba.

De hecho, el picnic no fue la única ocasión bonita que pasaron juntos. El ir al autocinema también se sumaba a la lista. Por mencionar más, podríamos hablar de esos escapes de fines de semana, cuando lo único que querían era huir de la universidad; sólo conducir y conducir hasta que estuviesen lo suficientemente lejos como para olvidar unas horas su vida ajetreada de rutina.
Uno de esos viajes tuvo como destino una zona montañosa. Se podía ver el río correr, los animales inofensivos caminando libremente, las bajas nubes y demás. Por supuesto que en ese lugar hacía frío. Es por eso que había cabañas esparcidas por el lugar para aquéllos aventureros que deseaban explorar los alrededores. Y Aziraphale y Crowley no fueron la excepción. De hecho, fue el calor de una de las cabañas fue el que los hizo tener su primera vez.
La primera de muchas otras ocasiones.

Cuando regresaban a la ciudad significaba volver a la Universidad. Entonces Aziraphale despertaba en la mañana y se vestía. Y justo cuando ya estaba listo, unos brazos los rodeaban por detrás y lo abrazaban por la cintura.

—Buenos días, dulzura.— decía Crowley.

—Buenos días, querido.— Aziraphale miraba de lado a su novio y le sonreía. Después, ambos compartían un beso esquimal.

Ahora sí. Ya tenían las energías para asistir a clases.

Y de vez en cuando, en el tocadiscos sonaba una dulce melodía y dos jóvenes estaban bailando en medio de la habitación. La lluvia insistente estaba a fuera, la pila de libros adornaba la mesa del comedor, y ellos continuaban en lo suyo. En su burbuja. Solo mirándose el uno al otro y meciendo suavemente sus cuerpos.

—Me gustas.— murmuró Crowley.

Aziraphale rió y escondió su sonrisa en uno de los brazos que tenía extendidos hacia el cuello de su novio.

—Eso lo sé.— le respondió Aziraphale.

—Me refiero a que me gustas para bailar bajo la lluvia. Para verte siempre que despierte. Para encontrarte en la cocina. Para fechas importantes. Me gustas...para toda la vida, Aziraphale.

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⏰ Última actualización: Jul 23, 2020 ⏰

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