<Epílogo>

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Epílogo:

― Por aquí está la guardería. ― explicó el jefe de personal.

― ¿La guardería? ― preguntaron varios novatos al mismo tiempo.

― Sí, aquí pueden dejar a sus hijos los empleados.

Los novatos lanzaron una exclamación de asombro y se asomaron a la puerta para ver el interior. Todo muy infantil y preparado para niños de todas las edades. Ese día, empezaban a trabajar una tanda de nuevos candidatos para los diferentes puestos de trabajo vacantes en el hospital, y el jefe de personal les estaba mostrando las instalaciones. Mientras les explicaba las ventajas del servicio de guardería, el jefe de médicos se cruzó en su camino y pidió que le abrieran paso.

― Doctor Taisho. ― lo saludó ― Recordad a este hombre porque es una persona muy importante. ― les explicó ― Aquí tenéis al doctor Inuyasha Taisho, jefe de médicos y director del comité del hospital.

Se escucharon varios suspiros de admiración al escucharlo.

― Veo que tenemos carne nueva. ― se rió ― Muchas felicidades a todos por conseguir este puesto y trabajad duro. Esperamos mucho de los nuevos candidatos.

Los novatos asintieron con la cabeza como si la palabra de Inuyasha fuera a misa y lo siguieron con la mirada mientras entraba en la guardería. Todas las mujeres se congregaron para mirarlo fijamente mientras exhalaban molestos suspiros femeninos. El doctor Taisho siempre causaba esa impresión.

― Chicas, por favor. ― las llamó ― Está casado.

― ¿Casado? ― se horrorizaron.

― Sí, y os recomiendo precaución. Su mujer es la jefa de enfermeras y también miembro del comité. ― les hizo saber ― Además, es una mujer increíble. El doctor Taisho solo tiene ojos para ella.

Hicieron pucheros al escucharlo, pero, aun así, no se apartaron de la puerta. Misa, la encargada de la guardería, se acercó a Inuyasha con un encantador bebé y se lo tendió. Inuyasha cogió a la niña con tal emoción que casi era palpable en el ambiente. La acunó entre sus brazos y le dijo palabras tiernas a la niña de poco más de ocho meses que lo miraba fascinada.

― ¡Qué tierno!

Inuyasha se inclinó para besar a su hija en la frente y todas las novatas gritaron.

― ¡Qué animado está el hospital hoy!

Se volvió recto y erguido como una flecha al escuchar aquella voz que reconocía. Sintió que le faltaba el aliento al verla. Kagome siempre causaba ese efecto.

― Enfermera Higurashi.

― Llámame Kagome.

Se sonrojó, e intentó ocultar lo mucho que le alteraba su presencia ante los novatos. Después de haber regañado a las chicas por babear por el doctor, lo menos conveniente era que se percataran de su debilidad por Kagome Higurashi. Nunca intentaría nada. No estaba loco. Nada, ni nadie podría separar jamás al doctor y a la enfermera, pero uno podía soñar.

― Os presento a la enfermera Kagome Higurashi, jefa de enfermeras.


Sabiendo a la perfección que ella era esposa del doctor, todas se volvieron hacia ella con curiosidad. Más de una suspiró frustrada al ver a la bonita enfermera. Si era por dentro solo la mitad de bonita que por fuera, no podían competir. Él sabía de muy buena tinta que por dentro era incluso más hermosa.

― Encantada. ― agarró la mano de su hijo y tiró de él hacia la guardería ― Espero que disfrutéis mucho de vuestro trabajo en el hospital y no dudéis en buscarme si necesitáis cualquier cosa. Somos compañeros ahora.

Nadie pudo odiarla. Era demasiado buena. Se quedaron mirando como la enfermera entraba. El niño corrió, gritando emocionado, hacia las piernas de su padre y lo abrazó. Inuyasha sonrió y le revolvió el pelo con una mano, sin dejar de sostener a su hija. El niño no se parecía en nada al padre, solo a la madre mientras que la niña era su viva imagen. Aunque eso no importaba. Se respiraba el amor en el ambiente.

Kagome tomó a la niña entre sus brazos y la arrulló con cariño mientras que Inuyasha realizaba con su hijo un saludo inventado. La escena familiar era tan azucarada que algunas novatas tuvieron que sacar un pañuelo para limpiarse las lágrimas. Él mismo sentía que estaba viendo una película de amor extremadamente cursi.


― Bueno, ¡vamos! ― los apremió ― Aún nos queda mucho por ver y tenéis que empezar vuestra primera jornada laboral.

Los novatos se quejaron, pero se dejaron empujar por el pasillo. Él echó un último vistazo a la guardería justo en el instante en que el doctor se inclinaba para besar a su esposa. Recordó un dato importante en ese momento, y corrió tras sus reclutas.

― Por cierto, recordad algo muy importante. No está permitido inyectar morfina a vuestros compañeros de trabajo.

― ¿Qué pasa si lo haces? ― preguntó uno rápidamente.

― Por lo que sé, la única persona que lo ha hecho en este hospital, perdió su licencia de medicina y ahora trabaja intentando vender aspiradores de casa en casa.

― ¿Y quién es tan idiota como para hacer algo así?

― Si queréis saber la historia, tal vez os la cuenten algún día el doctor Taisho y la enfermera Higurashi si se lo pedís.

Los reclutas insistieron en que la contara y terminó haciéndolo. Narró todo lo sucedido en el hospital desde que Inuyasha Taisho recibió su plaza fija como médico de cabecera hasta que Kagome y él compartieron una galleta sin saber que estaban siendo observados por medio hospital a través de la cámara de vigilancia. Después, sonrió pensando que en vista de todas las parejas que se habían formado allí, ese debía ser el hospital del amor. Deseaba fervientemente que su turno llegara pronto.

By:Bala-2006

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