04 km/h

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Es sábado y, aunque hoy no me toca ir a trabajar al estudio, llevo toda la puta mañana editando las fotos del kamikaze. Por supuesto, no he empezado a hacerlo hasta que no he tenido el dinero en mi cuenta bancaria y un mensaje en mi Kakao (por lo que supongo que Minnie le habrá pasado mi teléfono a su novio) de Suga diciéndome que esta tarde pasarían a buscarme a mi casa para seguir con las fotos.

Hoy hemos quedado a las cinco de la tarde y, dado que estamos en otoño, no tenemos muchas horas de luz. Las tengo que aprovechar al máximo, porque a las siete tienen carrera y el plan para hoy (que yo misma me he impuesto) es sacarles fotos para poder hacer el perfil de los conductores en la web. Suga me ha dado también acceso de editora al sitio con un correo que me ha creado especialmente para que no se me asocie en absoluto con ello. Le comenté lo de la dirección IP, pero me ha dicho que eso lo tenía controlado, así que tendré que creerle... Bueno, tampoco es como si tuviese muchas más opciones. Sí, dejar el trabajo, pero me ha ofrecido dos millones de wones al mes, lo que es bastante más que mi sueldo como fotógrafa legal. Y habrá alguien que rechace el dinero, pero ese alguien no voy a ser yo.

«Recuerda tu epitafio, Haerin: muerta pero con pasta».

Ni siquiera sé qué hora es, porque al final me pasé más de la cuenta sacándole fotos, y entre que he tenido que hacer una selección, editarlas... luego volver a seleccionar porque me había pasado tres pueblos y no sabía que el sitio web estaba preparado para subir solo ocho... Vamos, que he hecho trabajo en balde, pero al menos me van a pagar.

Solo me entero de que ya va siendo hora de comer porque Namjoon llama a mi puerta justo cuando estoy comprobando cómo quedan las fotos en la galería en comparación con las que tenían que, evidentemente, eran una basura. Ahora parecen hasta profesionales.

—He pedido comida de fuera porque intuía que estabas trabajando y que no ibas a querer que experimentase en la cocina...

Giro la cabeza para mirarle a la cara, asomada a la puerta entreabierta de mi habitación.

—No, gracias: hoy no me apetece morir intoxicada, que tengo que trabajar esta tarde.

—¿En el estudio?

—Nope, en el estudio no —le digo con una sonrisa de medio lado.

—¿Comes conmigo y me lo cuentas?

—Sí; ve sentándote. Yo voy a comprobar una cosa más, me lavo las manos y voy.

Nam me asiente antes de marcharse, dejando la puerta abierta: su señal para que no me pase más tiempo de la cuenta ahí. Por eso acabo apagando la pantalla del ordenador antes de ir hacia el salón, donde mi amigo ya está sentado en un cojín en el suelo, abriendo los tuppers de comida de nuestro restaurante de confianza.

—Hacía mucho que no comíamos jajangmyeon y sé que te encanta. —Sonríe cuando me siento frente a él y me relamo antes de abrir el recipiente en que el están las gyozas. Se me hace la boca agua.

—Ahora mismo te comía la cara, pero tengo más ganas de pasta —le digo, cogiendo una buena cantidad de fideos para servirlos en mi plato—. Grafias —mascullo con la boca llena. Mi amigo solo asiente en respuesta.

Después de una semana a base de ramen instantáneo, ensaladas y el pavo y el queso fresco que sobraba de todo lo que tenía que comprar para Elena Cebes, la comida de mi restaurante favorito me sabe como la mejor de las recompensas por una semana más que dura. Namjoon come con muchas menos ansias que yo, así que me controlo un poco para que no se me acabe la comida muy pronto (ni a mí ni en general, porque si sigo así, él no va a probar bocado) y para evitar el dolor de tripa. Sobre todo porque se ha hecho tarde y, como tenga que sacar fotos en plena carrera (que me va a tocar), lo mismo acabo echando hasta la primera papilla.

Outlawed - jjk, knjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora