Capítulo 5

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—¿Me debilitaste?— pregunto. La cólera se va construyendo en mis venas, sabía que Dyland era un maldito, lo supe hace mucho tiempo atrás. Claro que ahora le patearía el trasero hasta Kentucky.

Él no me respondió.

—¿Me debilitaste para que no te reconociera como mi compañero? —insistí nuevamente por una respuesta.

Su mirada me evitó en todo momento, el calor que bajaba por mi espalda no ayudaba a mi estabilidad.

—¡Habla, maldito cabrón!— grité—. ¡Habla de una vez!

—Ruth— masculló Chase—. No vale la pena.

Me reí aunque no había un toque de humor.

—¿No vale la pena? Tú eres su amigo, puedo apostar el aire que respiro a que tú lo sabias. Incluso vendo mi alma al diablo, a que tu lo ayudaste.

Silencio por parte de los dos.

—Lo sabía, las personas son un asco, muchas gracias por demostración.

Antes de cruzar por la puerta mi brazo es capturado por la mano de Dyland. En sus ojos negros se reflejaba un solo sentimiento: Miedo.

—No era mi intensión lastimarte, tampoco lo haría para siempre— susurró.

—Fueron seis meses desde la maldita primera dosis del veneno, Dyland. Seis malditos meses.

—Sé que fui un idiota, fui demasiado lejos pero, yo no quería…

—Qué tú compañera arruinara tus aventuras— terminé por él, los ojos de Dyland se abrieron de forma exagerada—. Lo sé todo desde que te conozco, eres un cobarde. No hay palabras para describir lo que eres.

Después de salir del hotel sólo conduje por lo que deseaba que fuera horas. Algunas lágrimas amenazaban por salir pero no las dejé, no es momento para llorar a quién no se lo merece.

Respira, no necesitas a nadie, mucho menos un amor. Necesitas la confianza en ti y en lo que te creas capaz de hacer.

Sería la última vez que yo dejaría que alguien me hiciera sentir así, soy fuerte, soy inteligente. Dyland no sabe a quién subestima.

°°°

Después de comprar una hamburguesa y un refresco con el dinero que le quité a Chase sin que lo notará, entre al auto para conducir a otro lado, vi el auto de Dyland dirigirse a un lugar desconocido, Chase me había mencionado que él corría apuestas en unas carreras callejeras en un lugar llamado El Punto de Partida.

—Jo me llamó, está bien sin embargo no podrá salir de su manada por unos días— dijo más relajado, se había convencido de que yo no dañe a la rubia—. Jo dijo que te siguieron el día que escapaste. Se encuentra en El Punto de Partida.

—¿Qué se supone que es eso? ¿Un videojuego?

—Un viejo punto de encuentro para las carreras ilegales, que fue campo de entrenamiento para una organización de narcotraficantes para entregar su cargamento con los mejores corredores en puntos ciegos para los policías.

—¿Fue? ¿Ya no lo es?

—La organización tuvo un cambio drástico y misteriosamente desapareció, las calles lo recuperamos, se organizan carreras por jóvenes inmaduros.

Chase soltó una carcajada.

—Jóvenes inmaduros— repitió burlándose—. Amigo tu corres apuestas en ese lugar.

Dyland cierra los ojos soltando una maldición.

—¿Qué?— musito aunque mi voz fue casi inaudible.

—¿Cómo crees que se gana la vida?— me dijo el pelirrojo—. Se hacen equipos y se corren apuestas, los ingresos que puedes tener no juegan carrito. Pero Dyland es un tacaño.

Apreté mucho más el volante hasta que mis nudillos terminarán blancos. Seguí el auto de Dyland tratando de que no se dieran cuenta.

Después de un rato y media hamburguesa después, llegué a un lugar afueras de la ciudad, habían autos, música, mujeres y hombres, bebidas. El auto de Dyland se estacionó cerca de muchas mujeres, cosa rara. Me fije al lado contrario, casi me atraganto al verlo.

Quién lo diría, de todas las personas nunca pensé que él estaría en un lugar como éste.

Noah estaba sonriendo con sus amigos pasándola bien, deje el auto para acercarme a él. No pasó mucho tiempo antes que me notará.

—¿Rubí sabe que su segundo al mando al corre en carreras ilegales?— digo como si me estuviera burlando, tanto tiempo cerca de Chase me comienza afectar.

—Lobita, me alegra verte nuevamente— me abrazó con fuerza.

Yo sólo pude quedarme quieta, no sabía cómo reaccionar. Hace unos días él y yo estuvimos peleando, no sabía si Noah era de olvidar fácil, o tendría un grave problema de bipolaridad.

—Tú si que eres raro— mencioné cuando me libere de sus brazos.

—Lamento mucho lo que pasó en la cabaña— dijo sonriéndome amablemente—. Tantas cosas que ocurren allá, sólo te trate mal sin justificación alguna. Lo lamento.

—Ese fue el discurso más largo de disculpas que he escuchado en la vida.

Sin poder evitarlo, ambos nos echamos a reír.

—¿Qué se supone que haces aquí?— me preguntó.

—¿Conoces a Dyland White?

Su rostro borró toda alegría, y me miró como si estuviera loca.

—¿De dónde conoces al patán?

—Él suele ir con mi manada— explico restándole importancia.

—No me digas que es tu compañero.

—Por supuesto que no, sólo es muy creído y creo que debe tener una lección de humildad.

—No me digas que el pobre diablo te subestimo.

Asentí, Noah no tienes ni idea.

—¿Conoces una forma de hacerlo?

—Por supuesto, él adora correr y muy pocas veces pierde. Pero últimamente él y su amigo pelirrojo se encargan de las apuestas del otro lado.

Miro a donde señala discretamente, veo al dueto de tarados rodeados de chicas.

—¿Qué tanto te subestimo para que lo siguieras a éste lugar?— pregunta acercándose a mí, eso captó la atención de Dyland que trataba de zafarse de las chicas.

—¿Qué estás haciendo?— no pude evitar sonreír.

—Sólo sígueme el juego, Lobita— me guiñó el ojo.

Asentí.

Dyland llegó a nuestro lado después de que Noah me rodeara los hombros con su brazo.

—¿Cómo llegaste aquí?— preguntó—. ¿Qué haces aquí?

—Voy a correr.

Juro que vi el color desaparecer de su rostro. Eso casi me hizo sonreír.

—No, ni en broma lo harás. Es muy peligroso, incluso para ti.

—Yo creo que ella podrá patearle el trasero a todos aquí— dijo Noah y eso hizo que Dyland le dedicará una mirada mortal—. Correrá para éste lado.

—Ya quisieras, ¿no es así, príncipe? Ella no correrá, no la pondrás en peligro por una rivalidad entre tú y yo.

Mi brazo rodea la cadera de Noah y lo abrazo con fuerza.

Un hombre fornido se acercó a nosotros, ambos chicos se mantuvieron en silencio.

—¿Qué ocurre, White, Holt?— dijo y luego me miró a mi—. Ya comenzará la carrera y no veo que se ocupen de las apuestas.

—Hay un ligero cambio, Jackson no quiso correr. En su lugar lo hará Ruth— informó Noah.

—Por supuesto que no, tampoco la vas a dejar, ¿cierto?— preguntó Dyland.

—No es mi decisión, es de la muñeca— fue como una sentencia, y entonces se dirigió a los que nos rodeaban—. Tenemos una nueva corredora.

—¿Una mujer?— dijo alguien que no pude localizar ya que ahora estábamos rodeados—. ¿Una mujer va a correr?

—¿Algún problema, penipequeño?— contesté—. Si tienes problema puedes tomar mi lugar en la carrera.

No hubo respuesta.

Por el rabillo de mi ojo noté que Dyland se había acercado demasiado a Noah. Traté de concentrarme para poder escuchar.

—Si la arriesgas a ella, te voy a volar la cabeza— gruñó—. Puedes morir tú, pero Ruth no.

Noah lo ignoró.

—Mira idiota será mejor que cambies de parecer, a ella no— bramó Dyland.

—Amigo cálmate un segundo— le dijo Chase.

—Yo no tengo la última palabra— contestó Noah—. Ruth, puede decidir por ella misma.

Yo sonreí.

El hombre fornido me miró y volvió a preguntar si estaba segura de correr.

—Por supuesto que lo haré—Le dije sonriendo.

A el hombre le pareció complacerle mi respuesta. En cambio la cara de Dyland era otro caso.

—Alto. Ni se les ocurra, por supuesto que no va a correr— Dyland prácticamente escupió las palabras.

—Cállate, ¿te parece?—le dijo el fornidoy su mirada volvió a mí—. La última palabra la tiene la muñeca. ¿Qué dices, Muñeca?

Humedezco mis labios, la mirada de Dyland estaba sobre mí, creo que la rabia que aún le tenía me hizo tomar una decisión estúpida.

—Prepara a tus mejores corredores, les voy a patear el trasero— sonreí con mucha arrogancia.

Fue así como empezó todo, Noah me prestaría su auto para correr, el Jeep de Jo no me ayudaría en estás carreras, todas las personas empezaron a celebrar pero no sabía el motivo tampoco quise saberlo.

Dyland empezó me apartó de todos para hablar conmigo.

—Dime que no vas a correr.

—Metete en tus asuntos— le dije.

—Ruth, no puedes correr, ¿te volviste loca? Te mataran apenas te montes en el auto.

—No comprendo cuál es tu problema, no te importe por seis meses, no veo por qué te importaría ahora. Voy a correr.

—Dime que sólo estás jugando. Dime que no lo harás, Ruth vamos no hagas esto.

—No tienes que preocuparte por mí, amablemente te pido qué me dejes en paz

—¿Y dejar que te maten? Ni hablar, me importas demasiado para permitir que te asesinen.

Puso sus manos sobre mis mejillas y esperó a que alzará la vista.

Su teléfono empezó a sonar y me alejé prudentemente.

—Contesta— indiqué.

—¿Qué quieres?— dijo al contestar.
Noah se acercó a mí, me miraba a los ojos como fuésemos amigos de toda la vida con un cariño inmenso.

—¿Qué es lo que piensas hacer, Lobita?— preguntó Noah.

—Voy a correr, Dyland no puede detenerme.

—Tampoco dejaré que te detenga, Lobita.

Dyland nos miró y finalizó su llamada.

—Bueno, tienes razón no puedo detenerte.

Me acerco al auto mientras las personas comenzaron con los aplausos. Miré a Dyland, sentía que algo no estaba bien.

Dyland sonrió cómo si le hubieran dado la mejor noticia de su vida. Entonces pasó.

Se escuchó un disparo y la mayoría de nosotros nos agachamos, Noah trató de sujetarme cuando otro disparo hizo que un vidrio se reventara. Luego otro disparo pero el sonido era mucho más cercano.

Cuando vi el auto que Noah me había prestado tenia los vidrios arruinados al igual que las llantas. Sabía quién era el maldito responsable.

Mirada fue directo a Dyland, estaba algo abatido, en el instante que me miró lo supe. Caminé hasta él deseando lanzar espadas por los ojos, lo tomé por el cuello de la camisa.

—¡Tú lo hiciste, maldito hijo de perra!— rugí—. Me saboteaste apropósito para que no corriera, cabrón.

—En primera no puedes probar nada, en segunda, si lo hubiera hecho no me arrepentiría de absolutamente nada.

—¡Eres un hijo de puta!— le grité.

—Suéltalo, Ruth— dijo Noah que por supuesto estaba siendo apuntado al igual que yo—. Suelta al patán.

Regresé mi mirada a Dyland, lo miré con tanto odio que pude y tenía en mi corazón.

—Te juro que te voy a hacer mierda, White.

Fui obligada a soltar a Dyland por culpa de un maldito hombre de muy buena musculatura.

—No correrás— dijo el fornido.

—Pero claro que lo haré— dije intentando calmar toda mi ira.

—Sin auto dudo que puedas competir, muñeca.

Caminó Chase hacia nosotros, cargaba una sonrisa arrogante que deseaba borrar a puños.

—Mal por ustedes, claro que si un alma buena y bondadosa diera un pequeño préstamo. Las cosas seguirían su rumbo— dijo Chase.

—¿Qué es lo que sugieres?— cuestionó Noah.

Chase hizo chasquear sus dedos y un auto negro se detuvo cerca de mi, era sospechoso que el equipo de Dyland me ofreciera tal ayuda. Sobre todo Chase, el tipo me odiaba.

—¿Qué demonios se supone que es eso?— mascullé.

—Te quiero ayudar en a carrera, después de todo somos amigos. ¿No?

—Judas entregando a Jesús, que innovador— murmuró Dyland.

—Eso es cierto— coincidí.

—Oh vamos, Ruth. Es una propuesta con toda mi Fe.

—Por supuesto, Chase eres tan creíble.

Desde que hemos cruzado palabras, él dejó muy claro que me detesta. ¿Qué había cambiado ahora?

—Pienso en ayudarte, pobre alma en desgracia.

Si, seguro.

—¿Por qué tú harías algo por mí? Tú me detestas, estoy empezando a deducir que lo haces para que cierta persona se vuelva loca.

Las miradas por supuesto se clavaron en nosotros tres. Dyland parecía que desear con todas sus fuerzas que yo me negara.

—No quiero que Jo llegue y su auto sea mierda. En éste auto no hay nada, lo juro, no hay explosivos o trampas, todo está en orden. Por Jo te ofrezco el auto, ¿lo aceptas?

—No, ella no correrá— protestó Dyland—. ¡No lo hará!

El hombre fornido alzó su mano y el tuvo que cerrar la boca.

—¿Vas a correr o no?— preguntó el hombre fornido.

Aunque por dentro era un manojo de nervios, por fuera me mantuve serena. Bueno eso trataba, sonreí a pesar de que mis manos empezaban a sudar.

—Voy a correr.

Los aplauso y gritos opacaron cualquier otro sonido. Las apuestas empezaron a correr y a Dyland se le quitó el voto. Casi se arranca los cabellos, caminaba atravesando a la gente con compañero pegado.

—Ruth…

—Aléjate de una maldita vez.

—¿Arriesgaras tu vida de forma estúpida sólo para demostrar que te subestime de muchas formas?

—No corro por ti, idiota.

—Ruth, ni creas que voy a permitir que hagas algo estúpido.

—Tengo entendido que no te encargas de las apuestas de éste lado— le dije—. Deberías volver a tu lado, prepárate, Dyland White. Estás apunto de contemplar que tanto puede quemar mi fuego.

Nunca, ni en un millón de años pensé que esas palabras saldrían de mi boca.

—No hagas cosas estúpidas por coraje, no tienes que demostrar nada, Ruth. No permitas que la rabia nuble tu buen juicio.

Dejó de mirarme para mirar al hombre que se había acercado a mí.

—¿Vas a permitir que ella corra aún conociendo cómo corren aquí? La van a matar, maldito imbécil— dijo Dyland—. Dime que no eres tan estúpido para arriesgarla.

—Ella es libre de hacer lo que quiera— le contestó.

Eso hizo que Dyland se llenará de muchas emociones juntas.

Después que dejé a Noah, Dyland me siguió por todos lados hasta que llegué al auto, seguía parloteando, en algún momento me harté y quise gritarle muchas cosas. No lo hice.

—Te diré dos cosas y no te digo más, no mereces mi atención— contesté—. Primero. Voy a correr y si vuelves a tratar de sabotearme de nuevo, te voy a patear el trasero muy fuerte. Segundo: quiero que te alejes de mí lo más lejos posible antes que te parta en dos por haberme envenenado, pedazo de basura.

—Entiendo, soy un idiota. Queda claro y en subrayado, pero no puedes correr no vas a salir viva. No sabes que implica correr aquí— dijo—. Es ganar, o morir y no deseo verte morir.

Hubo silencio por mi parte.

—Ignórame todo lo que quieras. Ódiame todo lo que desees, pero lo más lejos que puedas de aquí. No corras por favor.

No le respondí, quise entrar al auto pero, Dyland no me lo permitió.

—Te lo suplico.

—¿Desde cuándo te intereso?— repliqué—. Según yo, me envenenaste para que no te reconociera cómo mi compañero. No comprendo que hice para ahora requerir tu atención.

—También me envenene para no correr tras de ti como un perro faldero— dijo pero su voz fue más un susurro cargado de pesar—. Si corres vas a morir, Ruth. No puedo y no quiero consentir tú muerte.

Me acerqué a su rostro colocando mis manos a cada lado de su cara, rozando nuestros labios por una pequeña fracción de tiempo.

—Mírame bien.

Entro al auto, Chase alejó a Dyland del auto a una distancia prudente.

Miró a los autos y acomodo el retrovisor. Entre toda esa gente Dyland y su amigo destacaron para mí, Chase estaba confiado y no precisamente en que iba salir ilesa. Dyland era una máscara de horror, miró a otra dirección y Noah luce feliz aunque preocupado, por supuesto que sí en la carrera perdía la vida, Dyland le arrancaría la cabeza a mi pobre amigo.

Una chica con una corta ropa dio aviso al comienzo de la carrera.

Di marcha al auto casi de inmediato, fui el cuarto auto en arrancar, los dos autos que iban frente a mí empezaron a flaquear, y luego empezaron a chocar los costados de mi auto. Freno bruscamente el auto cambiando la velocidad, logré mi cometido. Los dos autos chocaron entre sí.

Ahora me encontraba detrás del último auto, los otros seis autos no vendrían tras nosotros tan rápido.

Escuché el sonido de un disparo y el vidrio del parabrisas se hizo mierda, otro disparo, pero ninguno logró darme, giré el volante hacia la derecha desapareciendo en su zona de fuego.

—Mierda— digo entre dientes cuando una bala casi le da a mi llanta.

¿De dónde demonios salió ese loco?
Conduje a la izquierda, donde el loco de los disparos de seguro me esperaba. El forcejeo del otro auto con el mío me obligó a cruzar un puente con el tipo disparando a mis vidrios haciéndolos mierda. No recuerdo como mierda hice para atravesar el puente y tomar la delantera.

Faltaba tan poco para llegar, los disparos cesaron, el auto del loco de los disparos estaba a tres metros del mío, pisaba el pedal como si mi vida dependiera de ello.

Todo ocurría tan rápido, el corazón estaba a punto de atravesarme el pecho en el momento que llegué.

Maldita sea, lo hice. Llegué en primer lugar, y completa que era lo que más me preocupaba.

—Demonios, Chase. Esa perra jodió todo mi auto— fue casi lo primero que escuché al bajar del auto. Todos estallaron en gritos y aplausos.

A pesar de las personas logré llegar a Noah quien no dudo en abrazarme, está faceta de Noah me agradaba. Yo no correspondí al abrazo por qué no me lo esperé.

—Estaba preocupado, nunca volvamos a hacer una idiotez cómo esta— dijo casi aliviado.

—Te preocupas demasiado, tú más que nadie sabe que no caería sin pelear.

Noah me carga en sus brazos dando vueltas conmigo, una vez mis pies regresan al suelo nos dimos cuenta que había una persona no deseada frente a nosotros.

—Felicidades por salir viva— dijo.

Vaya, esas palabras si que dan ánimos de festejar.

—Ella siempre saldrá viva de lo que sea, ni sé por qué lo dudas— respondió Noah.

—No recuerdo haberte hablado a ti, le hablaba a ella.

Camino hasta que mi compañero y yo quedamos cara a cara.

—Gracias.

Le arrebato los bolsos sin que lo notará al instante, vuelvo a estar rodeada por los brazos de Noah, eso hizo que Dyland se encogiera de hombros.

—Si no tienes algo más que dar, puedes retirarte.

Eso hizo que Dyland cambiará a la actitud que siempre tuvo conmigo antes de que lo descubriera. Eso casi me hizo sonreír.

Dyland me apartó de Noah.

—Tú y yo tenemos una conversación pendiente— dijo.

—Esa conversación murió el instante que decidiste envenenar a tu compañera.

Le doy la espalda, Noah me había dado uno de los bolsos con dinero, antes de dejar el lugar por completo le doy una última mirada a mi compañero, luce muy sonriente con una rubia con ropa casi inexistente.

Tú si qué no pierdes tiempo. Pensé.

Tampoco perdí tiempo para entrar al auto, una vez en el estacionamiento y yo afuera del auto caminé hacía el hotel, había olvidado el bolso, en el estacionamiento estaban un pequeño grupo de personas con botellas, alguien me aprisiona contra su cuerpo cuando estoy sola.

—Si gritas, te enseñó que se siente tener una bala en el cuerpo. Será mejor que colabores, primor.

Maldita sea.

—Voltea lentamente, no hagas nada estúpido, linda.

Obedezco a las indicaciones, él hombre que ahora me apunta era rubio, fornido, con unos grandes e hipnóticos ojos verdes. Pero no tiene cara de muchos amigos.

Su mirada se desvío para las personas que ahora se alejaban. Mi suerte es una mierda, su mirada volvió a mí de una forma extraña.

Su mirada quedo clavada en mi cuello, de repente sentí miedo.

—¿Cómo lo obtuviste?

—No tengo idea de lo que hablas— dije aunque mi voz sonaba tan pequeña y frágil.

Sentí el frío metal contra mí, él se empezaba a comportar volátil.

—¡El collar!- bramó—. ¡De dónde lo sacaste!

—¡No lo sé!— me obligué a llorar—. ¡Yo no lo sé!

Él parecía hartarse de que no había cooperación por mi parte y presionó más el arma.

—Por favor— suplico, nunca antes lo hice y sentía como si me hubieran dado una paliza por me mencionar esas palabras—. No por favor.

—Camina, maldita sea.

Empecé a temblar de una forma exagerada.

Él presionaba el arma contra mi cuello, el frío metal me hizo estremecer, debía actuar rápido, con o sin oportunidad. Tenía que actuar pero no debía ser muy obvia.

Analicé a mi oponente buscando un punto donde atacar y escapar.

En su cuello tenía un nombre tatuado, era visible para mí, no sé porqué lo hice, pero lo dije.

—Payton… —susurré como si mi vida dependiera de ello, creí que no me escucharía.

Lo hizo.

Un sentimiento indescriptible se cruzó en su rostro al escucharme, ahí estaba mi oportunidad.

Eso fue todo.

Mi papel de víctima se al carajo. Ahora me tocaba a mí.

A mi parecer, él bajo la guardia dándome justo lo que necesitaba.

Rápidamente hice cambiar la lealtad del arma arrebatándosela de las manos, y ahora era yo quién le apuntaba.

—Tienes un maldito minuto para decir quién rayos eres.

Él bufo.

—Por favor. No sabes ni sostener un arma bien— fue la primera vez que escuché su voz de una forma burlesca. Pero a la misma vez sentía su miedo.

Eso no hizo que olvidara su comentario.

Detesto cuándo me subestiman. Coloqué mi dedos más cerca del gatillo mientras una sonrisa cargada de maldad se hacía visible.

Le quité el seguro al arma y disparé.

No atravesó el cuerpo del rubio, pero si logró rozarle el brazo, tuvo un instante en donde quiso atacarme pero lo desperdicio, ahora el arma estaba presionada en su pecho. Justo en el corazón.

Se quedó inmóvil al darse cuenta que si hacía el más mínimo movimiento, le atravesaría la cabeza.

—Será mejor que me digas quién eres antes que te vuele la cabeza.

Entonces aquel extraño cambio por completo su actitud cuando me miró a los ojos. Su cuerpo se relajo por completo. No estoy segura que vio en mis ojos, pero creo que se puso más nervioso que cuando le disparé.

Él rubio me miró como si ya me conociera. Tomó aire preparándose para hablar.

—Soy tú tío.

Pido perdón por mis errores ortográficos

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2020 ⏰

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