Yoongi se consideraba un chico tranquilo, él realmente no se metía con nadie ni molestaba a nadie. Había pasado toda su vida solo. Siendo abandonado por sus padres cuando era pequeño en un horfanato, el niño con piel de porcelana no tenía a nadie.
...
La lluvia golpeaba con fuerza en la ventana, como sino le importara el hecho de que posiblemente eso molestara al pequeño niño de cinco años que se acunaba en lo más profundo debajo de su cama, abrazando fuertemente su mantita.
—Gatito —escuchó que alguien lo llamaba en un susurro —. Gatito, soy yo, Hyesun-ah, ¿dónde estás?
El pequeño chico salió de su escondite nada más escuchar aquella voz. De todas las personas que se encontraban en aquel horrible lugar, ella era la única que se le acercaba. La única con quien jugaba, pues era la única que no le tenía nada de miedo, mucho menos pensaba que era un fenómeno como muchos decían, pues ella creía que dos fenómenos como ellos dos, debían cuidarse entre ellos.
—Sé que no te gustan las tormentas —murmuró ella con voz suave mientras acariciaba la cabellera negra con traquilidad, transmitiéndoselo —. Es por eso que me he escapado de la habitación para venir aquí contitgo.
El pequeño no dijo nada. Él nunca hablaba a no ser que fuera necesario. Igual no lo necesitaba, Hyesun le entendía perfectamente.
Un fuerte tronido sonó luego de que un flash iluminara la oscura habitación, Hyesun lo abrazó con más fuerza mientras tarareaba una canción que habían escuchado en la radio alguna vez, calmando los sollozos del pequeño niño hasta quedarse dormido. Hyesun sonrió cuando vio la mirada de tranquilidad en el chico luego de un rato.
—No te preocupes, pequeño gatito, algún día, finalmente podrás dormir sin mí durante una noche de tormenta —le aseguró Hyesun —. Sabes que soy muy buena con los temas del futuro.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Las gotas que probablemente estaban heladas golpeaban casi sin piedad el cristal de mi auto obligándome a bajar un poco la velocidad conforme corría por la vía en dirección a mi casa. Un truno se escuchó por sobre la música que salía de los parlantes haciéndome temblar un poco. Odiaba las tormentas, odiaba la lluvia. Odiaba a Hyesun por haberme hecho salir del piso con este clima para ir a comprarle unas cuantas frutillas. Jodida sea por haberse embarazado de un sujeto que no se haría responsable por el pequeño fruto.
Me sentí mejor cuando finalmente llegué al estacionamiento subterráneo de nuestro edificio en donde finalmente pude respirar. Aquí no se escuchaba para nada aquellos horribles sonidos ocasionados por la mezcla del aire frío y el aire caliente que había en la atmósfera.
—Hyesunah, si me vuelves a sacar a las once de la noche hacia una tienda para comprarte frutillas, por un antojo —bramé mientras dejaba la bolsa en la encimera para lavarlas.
Los pasos pesados de mi mejor amiga se hicieron presentes —. Pero es que eres el mejor amigo del mundo, es por eso que harías lo que sea por mí y por tu pequeño sobrino.
Viré los ojos, ella tenía razón, yo haría cualquier cosa por ellos dos. Después de todo, eran todo lo que tenía, la única familia que me quedaba.