Torneo KC I

39 0 0
                                    

Gracias a este nuevo proyecto podía perfeccionar la base de datos sobre los duelistas presente en la zona, me había ocupado en calificarlos unos días antes, cuando retiraron los discos para participar. También me encargué de que Wheeler no pueda inscribirse para reírme de su ridícula creencia de ser un duelista más.
—Los sistemas están listos. —Me anunció Mokuba, notando mi buen humor a pesar de mi habitual cara inexpresiva. Asentí con la cabeza y supe que la compañía estaba en buenas manos con él a cargo, por lo que podía dedicarme a buscar a los que tuvieran las otras cartas de los dioses egipcios. 
Por mis cámaras de seguridad, estratégicamente colocadas en la ciudad, me enteraría cuando fueran invocados. Como también supe de que el otro día Kisara y Yugi faltaron a clases para asistir al museo donde trabaja Ishizu, e imaginé que les habría puesto al tanto de sus estúpidas creencias. Nadie más que yo decidiría sobre mi propio destino.

No debí esperar mucho, supe que Slifer había aparecido en un duelo y al llegar no fue sorpresa 
para mí saber que Yugi se enfrentaba al dios. Jugaban bajo el puente del río de la ciudad, un lugar extraño pero no tan llamativo como el contrincante: era un chico menudo y vestía una capa negra que habría servido muy bien para ocultar su cara... tan deprimente.
No hacía falta que me acercara para notar que Yugi estaba en problemas, tenía al golem de lava en su campo quitándole 1000 puntos de vida en cada turno mientras que Slifer seguía acumulando ataque con cada carta que el extraño sacaba de su mazo.

No hacía falta que me acercara para notar que Yugi estaba en problemas, tenía al golem de lava en su campo quitándole 1000 puntos de vida en cada turno mientras que Slifer seguía acumulando ataque con cada carta que el extraño sacaba de su mazo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luego, sentí que unos ojos azules se clavaban en mí y al volver la mirada hacia el grupo que lo alentaban, descubrí a Kisara. No tenía en claro si estaba molesta por lo de la otra tarde o no, tenía un semblante difícil de leer, salvo la preocupación que sentía por el juego de su amigo. Estaba perdido.

Un deseo inesperado por aliviar aquél sentimiento en ella me impulsó a analizar el duelo y deducir las posibles maniobras que sacarían a Yugi de su aprieto. Intenté recordar las cartas de su mazo y suponer las que habían terminado en el cementerio.
—¡Hermano! —Mokuba apareció corriendo hasta mí— Ya lo has encontrado... pero he venido para verlo con mis propios ojos. —La alegría con la que había llegado pronto se borró al descubrir cómo iba el duelo, con Yugi perdiendo.
—No puede ser... —murmuró un tanto atónito y volvió a mí con una mirada suplicante— tienes que ayudarlo, ¿aún puede ganar?
Fruncí el ceño, ¿desde cuándo le importaba? Y lo peor es que ya había descubierto cómo podía salvarse. 
—Seto... —mi hermano menor no debía decirme nada más.
—¡Tienes la respuesta frente a ti! —Exclamé atrayendo la atención de todos los presentes y valió la pena porque Kisara sonrió.
—¿A qué te refieres, Kaiba? —Yugi preguntó.
—Mmpf, —resoplé cruzándome de brazos, lo estaba ayudando para que luego nos enfrentáramos y así conseguir la revancha que tanto esperaba pero tampoco le solucionaría el juego— no te voy a decir qué jugar, sólo piensa.
—No, no tienes que decírmelo. —Respondió volviendo la vista a las cartas de su mano.

Tal como lo esperaba, en menos de un minuto se deshizo del golem y recuperó las riendas del duelo, a pesar de los 23,000 puntos de ataque de Slifer. Se adueñó del montruo "gelatina animada" ubicándola en posición de defensa en su lado del campo, activando su efecto de revivir cada vez que era destruida por el dios egipcio. Consiguiendo durar los turnos necesarios hasta dejar sin cartas al duelista del mercado negro y por ende, vencerlo.
Se volteó a festejar con sus amigos, recibiendo a Kisara entre sus brazos con los demás rodéandolos. Ella lo felicitaba cuando la mente que descifró el camino a su victoria fue la mía.
Me rechinaron los dientes.
—¿Estás bien, hermano? 
Sin merecerlo, lo fulminé con la mirada y emprendí mi retirada echando un último vistazo, frente a nosotros, en el puente. Ishizu lo había presenciado todo y se sorprendió al ser descubierta por mí, pero ya la había ubicado mucho antes.
Mokuba me siguió sin decir nada y sin entender el por qué del cambio de mi humor.
Lo único que podía rescatar es que la revancha será épica si enfrentábamos a nuestros dioses.

Amor OjiazulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora