Primo parte

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Se sentía cómoda en la cama del consultorio de la OMS, aunque también era su propia camilla para cuando tocaba hacer sus revisiones sobre el estado de su Hanahaki, eran cada quince días y ella debía viajar hasta Estados Unidos para ver la organización y así verificar su estado.

En sus 167 años ella había tenido que aprender a vivir con las flores dentro de su cuerpo, a veces bloqueando su respiración, en otras ocasiones tuvo pequeños desmayos por la baja presión arterial que presentaba por culpa de aquellos girasoles, aunque exceptuando eso, estaba en casi perfectas condiciones.

Aunque decir eso era algo presuntuoso, las flores en su cuerpo crecían como si la enfermedad estuviera ya desarrollada y lista para robar su último aliento, el cual no era su caso. Las flores crecieron alrededor de sus ojos y oídos, cubriendo a ambos con pequeños girasoles, pero eso no impedía que pudiera escuchar o ver, pero la vista era algo perturbadora para cualquier otra persona o representación que la viera, por lo que se sentía presionada socialmente para utilizar la pequeña máscara que el pueblo argentino preparó para ella.

Una máscara que cubría todo su rostro para evitar que la inseguridad la invadiera cuando tocaba la hora de ir a las reuniones, sabía muy bien que muchos representantes se sentían incómodos ante su presencia y trataban de mantener la mayor distancia posible por miedo a contagiarse, algo que es imposible, pero al ser un caso tan único y excepcional no podían dejar los prejuicios de lado.

Los entendía completamente, comprendía que aquellos girasoles en su grietas intimidaban y que si llegaran a ver sus ojos sería peor, por lo que tenía su propia mesa en la sala de reuniones  lo más alejada posible, casi estando a la par del gran escritorio que le correspondía a la ONU. 

Se sentía completamente intimidada ante las grandes críticas de sus compañeros pero trataba de hacer oídos sordos para no sentirse peor, aunque siempre estaban la OMS y la ONU para brindar su apoyo así como Perú e Italia, también estaba su gente que la respetaba y admiraba demasiado.

No había ningún argentino que no se sintiera orgulloso de ella, le brindaban todo su apoyo al ser un caso excepcional del Hanahaki registrado en todo el mundo, por lo que era muy común encontrar a los argentinos defendiendo a su representante como si su vida dependiera de ello, y de eso estaba completamente agradecida.

Sus manos estaban quietas a ambos lados de su cuerpo, el cual se encontraba completamente recostado sobre la camilla para permitir que la radiografía y los laceres pudieran tener una mejor imagen de como estaban las flores en su núcleo y pecho. 

No le incomodaba en lo absoluto, además de que todos los enfermeros que se encontraban presente la trataban bien y con mucho respeto, ahora estarían conversando tranquilamente sino tuviera que quedarse absolutamente estática sobre el colchón, era complicado, después de todo, ella acostumbraba a hablar mucho, quizás era una mala costumbre que toda su gente le dió, después de todo, sus secretarios, provincias o cualquier persona en general hablaba con ella constantemente, por lo que los silencios eran incómodos.

--Banque dos minutos más señorita Argentina para que termine --Habló un enfermero a su lado izquierdo con un termo lleno de agua caliente y un mate, estaba preparando todo para cuando acabara la radiografía y así poder servirle unos mates que la argentina le había enseñado a preparar.

Quiso sonreír o hacer un gesto, pero no pudo realizarlo por el tema del escaner, pero en sus ojos se podía notar lo agradecida que estaba.

--Are you going to prepare some mates? (¿Van a preparar unos mates?) --Cuestionó una enfermera con un paquete de galletas dulces y una sonrisa, desde las consultas era muy común que los internos acostumbraban a sentarse en la sala de descanso con la latina y disfrutar de unos mates que la misma preparaba para todos mientras conversaban. 

Flores en mi [C.H] [Tre Parti]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora