Allegro

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Aún recuerdo la tarde soleada en la que pisé por primera vez una academia de danza; pequeña y frágil, recuerdo esa puerta de metal gris, esa infinidad de botones que había en la entrada, esas escaleras que algún día serían un buen escenario para mi primer estudio de fotos en aquel lugar y las cuales, encaminaban al cielo. Tras dos puertas de madera oscura con pequeños cristales, se percibía ese nuevo mundo que me llamaba, ese paraíso que me aguardaba; al abrirlas, una explosión de luz y color iluminó mi vista, y, al instante, quedé maravillada con ese gran salón que se desplegaba ante mí.

Recuerdo con mucho amor y cariño ese primer rostro que me recibió, esa cálida y suave voz que se convirtió en mi mentora y maestra hasta el día de hoy; recuerdo con mucha nostalgia esa primera clase que realicé, esa primera composición que escuché, ese primer baile que me aprendí, esa primera regañada que me gané, esa primera caída que me di, esas primeras compañeras que conocí, esa primera presentación en la que participé.

Las puertas hacia lo desconocido y hacia un mundo sin retorno fueron abiertas aquella tarde de febrero, cuando mi madre me llevó hasta allí, a Allego; le agradezco eternamente a su maravillosa ocurrencia, pues, sin ella, nunca hubiera descubierto el cielo, ni mucho menos, a los ángeles que lo habitan. Estoy satisfecha al saber que aún disfruto de ir allí, de poder liberarme y moverme al vaivén de los compases que dictamina la música, de poder olvidarme del mundo entero, y ser simplemente yo.

Se dice que el cuerpo es la perpetua cárcel del alma, y que ésta, sólo será liberada cuando lo tangible se desvanezca, y lo intangible regrese a donde pertenece, aunque creo que esto no es enteramente cierto. Mi alma, cada día, desde esa soleada tarde, es liberada en ese cielo al que pertenezco, ella deja de sufrir, y simplemente es; esa cárcel, se vuelve más amena, se convierte en un instrumento del alma sedienta de placer y armonía, que le permite expresar su existir, con esos sutiles movimientos envueltos en trusas, mallas y zapatillas, y con una melodiosa composición de un antiguo pianista, en busca de su musa, a quien espera cada tarde, en el paraíso de la danza clásica, y en el cielo del ballet, Allegro.

Crónicas y relatos de un mundo inmensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora