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Tosió quejándose por el polvo aspirado de los escombros y la fiesta finalizada. Se sentó sobre sus talones, usando el dorso de sus manos para quitar la arena en su frente y ojos, abriéndolos lentamente para enfocar el lugar que se ha detenido de música, luces y el torbellino final que succionó todo. Escuchó a Gigi gruñir por la falta del oro, las joyas y la comida que ese místico ser había traído desde lo inexistente.

El espectáculo había acabado al fin, dejándolos solos de nuevo en la profundidad del derrumbe.

Encontró la lámpara al frente, mientras la alfombra mágica hacia un intento de aplaudir al tan magnífico genio que terminó su show. Todo enojo, rabia, desespero fue despejándose al ser consciente de todo lo que ese ser le había explicado entre las líneas de su presentación. Sujetó el metal frío con manos inseguras, reflejándose sucia en él pero sintiendo una pizca de poder ser colocada a su alcance.

Tres deseos y podría tenerlo todo, eso entendió.

Una sonrisa quiso explotar desde su origen más banal, siendo sólo una elevación trémula, ansiosa del porvenir.

— ¿Y por dónde te gustaría comenzar?– preguntó animado el genio.

¡¿Qué por dónde?! Desde hace años ha soñado con un momento dónde finalmente podría merecer algo bueno de su miserable vida, bastante alejado de eso si tiene que ser honesta.

— Así que... ¿Puedes hacer todo, genio?– le miró con ojos esperanzados.

Él comenzó a negar — No, no, no. Por favor, no me digas genio. Suena tradicional y frívolo. – Adhgia rio por su mueca de asco exagerado, cambiando drásticamente a una de amabilidad.

— Bien ¿Cómo quieres que te diga?

Lo meditó, alzando una ceja y sosteniendo su barbilla. Se notaba que tenía demasiada confianza luego de años ahí encerrado. ¿Cómo llegó ahí siquiera? ¿Habrá sido siempre así? De cabello negro y una tupida coleta en el centro de donde probablemente estaría su apartado, sosteniendo sólo una porción de su cabello; con cuerpo algo delgado y marcado en una piel clara al pecho descubierto en el aire libre, quizás sólo un poco mayor que ella. Una idea cruzó frente a sus ojos y sonrió notándose apenas algo triste pero convencido, enseñando la curva de su boca transmitiéndole confianza.

— Chen, dime Chen.

⏳⏳⏳

"— ¿Te has enamorado?

— ¿Ah?– tuvo que dejar de leer el pesado libro en su regazo, hallando al origen de la voz no muy lejos, a una considerable distancia en el sofá de su habitación, con la cabeza colgando del extremo con la vista fija en el tablero de ajedrez en el suelo, una mano en el aire sobre una pieza que le es desconocida aún y la otra pasando página en su pequeño instructivo -también en el suelo alfombrado- sobre el juego de mesa, el resto del cuerpo descansando en el mueble acolchonado de una manera que a Chanyeol le resultó incomoda a la vista para que alguien estuviera así tanto tiempo —¿A qué viene eso?

Baekhyun, por el contrario a lo que los demás creerían no se veía afectado por su posición al tratar de examinar cómo se jugaba a eso, para qué servía cada pieza y qué movimientos estaban permitidos. La nueva perforación en su oreja le seguía doliendo por lo que dormir boca arriba o en ese sentido sin tocar ese costado se estaba volviendo una costumbre. Se encogió de hombros como pudo sin devolverle la mirada, más concentrado en no perder el hilo del renglón de qué era ese caballo en el tablero y la partida. Chanyeol apenas puede ver su distinguido bicolor bajo ese delgado flequillo que le cuelga cual cortina oscura.

— El otro día escuche a las mucamas decir que una se veía enferma.– acabo respondiendo sin mucho ánimo, sosteniendo la figura del corcel de madera y acariciando su nariz con el dedo índice, como sí de esa manera fuera a entender del todo cómo podría usar esa pieza en algún juego. El príncipe se estaba estresando. Casi dos semanas de su décimo quinto cumpleaños y aún es incapaz de comprender ese extraño regalo que le han enviado desde algún reino lejano. Iba a negarse a que alguien más le enseñará, mero orgullo es lo que lo mantiene releyendo aquello mientras el mayor estudia lo que el Gran Visir le indicó. Sólo ambos haciéndose compañía antes de prepararse para dormir. Ojalá ese caballo de ajedrez le pudiera decir qué es eso que le tamborilea en el interior desde hacía tiempo, haciéndole algo difícil el poder sostenerle la mirada al otro. Y así exactamente sin ser capaz de devolverle la mirada prosiguió —Cuando les pregunté me dijeron que no debía preocuparme. Que tenía el corazón roto. Así que lo pensé. – el aprendiz se irguió más en su lugar, sentado en la cama del príncipe por permiso -y casi pedido de este para que tuviera más espacio, según él- captando la indiferencia con que habla, sin formar sonrisa alguna y muy centrado en pasar su atención del tablero a las páginas aunque más bien parecía que ni siquiera estuviera viendo eso en realidad. Y ver esa actitud de su parte era algo alarmante porque recién había disfrutado de una de sus ricas naranjas del jardín, dejando sólo un cuenco con las semillas y la cascara en el suelo —Para tener el corazón roto primero debes sentir algo ¿No? Enamorarte.

Rough Diamond / ChanBaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora