Prólogo

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La primera vez que lo vi, la crisálida se abría y las alas azules de la mariposa se dejaban observar por mis inexpresivos ojos.

La soga estaba demasiado ajustada, mis muñecas ardían y no podía ver nada más que oscuridad al tener mis ojos cubiertos por una venda, las piedras del camino lastimaban mis pies descalzos y no podía oír nada más que los gritos de la muchedumbre.

La segunda vez que lo vi, el pájaro que no podía volar al tener un ala rota, lo hizo.

Me empujaron hacia atrás y sentí la madera dura y fría en mi espalda, la soga ahora también pasaba alrededor de mi cintura, mis pies ardían demasiado, mis oídos ya no querían escucharlos y cuando la venda cayó las luces de las antorchas me cegaron.

La tercera vez que lo vi, mi madre se balanceaba desde el balcón sostenida por una soga, como un triste recordatorio.

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Vector gracias a Editorial_QueensRosesBlapick

                              BEN

                              BEN

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