III

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Los muertos se levantarán, te mirarán y sabrás todo lo que han tenido que callar. ¿Tú también lo harás?

Las semanas y los meses fueron pasando como un tormento muy grande para Ben, todas las noches tenía pesadillas donde Caroline y la señora Fisher lo visitaban en su habitación. Incluso sus pacientes parecían temerosos a contarle sus problemas, algo que tal vez antes de la muerte de la niña no ocurría.
Fue al comienzo de la semana cuando se decidió contestar un correo que le había llegado, donde le ofrecían un trabajo como psicólogo escolar. El sueldo era bueno, también le daban estadía con comida incluída. Era un pueblo en el sur del país, pequeño y un poco conservador, pero pensó que estaría bien. Después de todo, si no le agradaba demasiado el empleo ofrecido, volvería a su consultorio.

Derivó a sus pacientes con algunos colegas suyos, que eran especialistas en la mayoría de los problemas que se presentaban con ellos, Mina también mantuvo su puesto ya que Margo pidió amablemente utilizar su oficina y aseguró necesitar a su secretaria para el trabajo.
Así fue como después de cuatro días de haber aceptado el trabajo en Fogtown se encontraba empacando sus cosas, lo que más necesitaría para su vida laboral tanto como la privada, decidido a comenzar una nueva vida allí, al menos si las cosas salían bien.

Terminó por meter las cosas en su auto y luego comenzó su viaje. Aparcando en diferentes lugares para pasar la noche y descansar, a veces para darse un baño y retomar su camino totalmente renovado.
Llegó después de una semana, a un pequeño pueblo llamado Lungs. Allí debía cruzar un camino de tierra que bordeaba el bosque del lugar y más adelante se encontraría con Fogtown.
Se detuvo en un bar y pidió un poco de comida, la noche anterior había dormido solo dos horas y no había probado bocado alguno.
No era seguidor de las hamburguesas y las papas fritas, sin embargo parecía ser la única comida de allí que no lo intoxicaría. Aún así no pudo terminar su plato. Todos parecían sorprendidos que un extranjero como él terminara en aquellos parajes, por lo que sutilmente explicó que venía por una oferta de trabajo.

—Señorita— mencionó cuando una de las meseras fue por la cuenta —¿Puedo ir en auto hasta Fogtown?

—¿Fogtown?— continuó la joven después de recibir el dinero —Claro que puede, sin embargo nuestros vecinos no son tan amigables con las nuevas tecnologías, comenzaría con un mal pie.

—¿A qué se refiere?

—Bueno, ellos mantienen una política bastante... exclusiva podría decirse— la mujer se dio media vuelta y le habló a unos de los hombres que estaba sentado en una mesa cercana —¡Robert el forastero necesita que lo lleven a Fogtown!

—No es necesario, yo...

—Créame que lo es— lo detuvo —. Puede dejar su auto aquí y venir a verificar su estado si lo desea una vez por semana, Robert va a llevar algunos alimentos al pueblo. Tranquilo, aquí todos nos conocemos y puedo asegurar que nada le ocurrirá a su vehículo.

Así fue como Ben a regañadientes terminó por aceptar la oferta, Robert muy amablemente lo ayudó a subir las maletas en una carreta que era tirada por dos caballos, el joven psicólogo no sabía como sentirse al terminar arriba de ella, apretado entre su equipaje y unas cestas llenas de frutas, sin embargo el hombre mantuvo una conversación amena durante el trayecto, uno que tardó cerca de media hora.
Cuando salieron del camino Ben se quedó impresionado, un enorme campo de césped bordeaba una pequeña aldea, sí, no llegaba a ser ni siquiera un pueblo. Con varias casas de madera rústica, pequeñas como las del siglo pasado. Tenían una buena porción de tierra para el cultivo y otras con cercas para diferentes animales, como vacas, cabras y cerdos.

Robert no avanzó ni la mitad del camino, se detuvo allí en medio de la nada y se bajó de la carreta para luego comenzar a sacar el equipaje del muchacho.

—¡Hasta aquí llego yo!— Ben bajó un poco confundido pero el hombre respondió a sus dudas inmediatamente —No les agradan los forasteros, dejo todo lo que vengo a traer aquí y ellos mismos vienen a buscarlo, puede venir a mi encuentro los días lunes que es cuando puedo hacer estos pequeños viajes. Mucha suerte muchacho.

—Podría decirme en qué horario vendría, puedo darle mi teléfono y...

—¿No se lo han dicho verdad?

—¿Decirme qué?

—Aquí no hay electricidad, ni nada que se parezca. Los habitantes de Fogtown son muy supersticiosos al respecto. Vendré cerca del mediodía, sabe Dios si tienen relojes, si usted lleva uno, cuando viaje de nuevo a Lungs póngale baterías nuevas. Espero que lo traten muy bien, nos vemos.

Sin decir nada más, Robert se subió a su carreta y pronto estuvo retomando su viaje de vuelta, dejando a Ben al menos con cinco valijas en medio del campo desierto.

—Y ahora cómo haré para...

Cortó lo que estaba diciendo cuando vio a una jovencita cerca suyo.
Llevaba una falda marrón que estaba un poco descocida en el fundillo y una camisa blanca con las mangas dobladas, iba descalza, con su cabello rubio totalmente desordenado, estaba sucia, como si se hubiese caído sobre la tierra.
Sus pequeños ojos celestes y brillantes lo observaban con sorpresa y confusión, tal vez si no hubiese tenido ese aspecto, Ben hubiese podido jurar que la muchacha tenía más edad de la que parecía.

—¿Usted es el nuevo inquilino del que todos hablan?— comentó con suavidad.

—Soy Ben Harl y...

—Lo sé, están todos bastante locos por su llegada.

—Oh bueno, necesito llevar esto hasta...

—¡Lo ayudaré!— Ben miró sorprendido a la muchacha que ya cargaba uno de los bolsos y llevaba una de las maletas en sus manos —¿Estará trabajando en la escuela?

—Sí, así es– contestó mientras tomaba tres maletas más —¿Vas a la escuela?

—Estoy en el último año— contentó despreocupada.

Caminaron un largo trayecto y pararon en una pequeña casa rústica.

—Este es su nuevo hogar señor Harl, espero que disfrute mucho su estadía.

Ben abrió la puerta y aceptó las maletas que la joven le entregaba, ella se adentró primero dejándolo un poco sorprendido.

—Sí que se han esmerado en prepararlo todo— comentó la joven mientras revisaba la casa.

Ayudó a dejar el equipaje del mayor y luego hizo una torpe reverencia antes de ir hacia la salida.

—La escuela queda cerca de la casa del señor Smith. A tres casas de aquí, la verá— y luego bajó unos cuantos tonos y llegó a susurrar —. Después de las ocho quédese dentro de su casa y por nada del mundo abra la puerta, ¿De acuerdo?

Ben asintió, la muchacha parecía ser bastante bromista, sin embargo decidió que le preguntaría a alguien más sobre ellos.

—Entonces nos vemos en la escuela señor Harl.

—De acuerdo... Señorita.

—Lena, Lena Strof.

Campanas a MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora