III

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El esperado día llegó finalmente e Izuku no podía estar más ansioso. Cuando él y sus amigos se detuvieron en el borde de la selva, Katsuki y el resto ya estaban ahí.

No queriendo retrasar más tiempo su misión, se adentraron de inmediato en el lugar, rodeando árboles gruesos y pisoteando el césped húmedo. Bakugo iba a la cabeza, seguido de Izuku, detrás de ellos viajaban los cuatro ángeles, y, finalmente, el resto de los demonios.

Ashido y Kaminari se encargaron de que el ambiente no fuera tan aburrido, contando anécdotas estúpidas y chistes sin gracia que, de alguna forma, a todos los hacían reír de vez en cuando.

La selva se volvió mucho más profunda y poco a poco la luz se volvió inexistente. Kaminari generó en una de sus manos una bola de electricidad pura que les otorgó la luz que necesitaban para caminar y Todoroki, quien había estado callado la mayor parte del tiempo, clavó la mirada en algún punto a la derecha.

—¿Estás bien? —preguntó Momo al percatarse de ello.

—Hay algo acechándonos.

Mina soltó un chillido antes de pedirle a Shoto que dejara de ser tan aterrador y un segundo después, Izuku pidió silencio.

—No es solo uno.

—Deben ser las tres bestias*. —concluyó Asui de inmediato.

—¿Qué no se suponía que ya se habían deshecho de ellas? —se quejó Jiro.

—¿Qué hacemos, Izuku? —preguntó Uraraka.

—¿Kacchan?

—Hay que deshacernos de ellas, no dejarán de seguirnos hasta que nos atrapen.

—Yo me encargo de el de la izquierda. —declaró Tokoyami de inmediato.

—Deku, quédate al frente. —ordenó Katsuki antes de caminar hacia la derecha del grupo.

—¿Y qué hago si algo viene?

—Ya pensarás en algo.

—Nosotras nos encargamos de ello. —lo tranquilizó Jiro, caminando junto a Asui para posicionarse al frente.

Tokoyami fue el primero en moverse. Una sombra, mucho más oscura que su entorno, emanó de sus pies y adquirió volumen, asemejándose a un ave enorme de ojos brillantes. Cuando un feroz rugido resonó entre los árboles, un siseo vino del frente y un gruñido emanó de la derecha. La bestia corrió hacia ellos, sin embargo, eso no pareció preocupar a Tokoyami, pues con un simple movimiento su sombra envolvió al león cuando este intentó atacarlo, lanzándolo contra el tronco grueso de un árbol con fuerza.

Al mismo tiempo, Jiro hizo que la tierra temblara al enviar ondas de sonido por ella y Asui saltó entre los árboles, usando su propia lengua para capturar al leopardo que intentaba atacarlos. Finalmente, un fuerte golpe provino de la derecha del grupo. Bakugo ahora estaba sobre el cuerpo inconsciente de un enorme lobo negro.

Izuku se permitió relajarse una vez que todos estuvieron reagrupados y se inclinó para susurrarle al cenizo.

—Necesitaremos armas, los ángeles no solemos luchar.

—Podemos conseguirles algunas en el camino.

Luego de mucho caminar, se encontraron frente a la famosa puerta al infierno. Izuku no pudo evitar preocuparse cuando leyó la inscripción que yacía grabada sobre la puerta, pues hubo una frase que lo hizo sentir como si debiera regresar de inmediato.

Que abandone la esperanza todo aquel que entre aquí.

El lugar era como una cueva, profunda, oscura y húmeda, con el aroma a muerte impregnado en cada muro. Era tan inquietante que incluso los demonios parecían incómodos estando ahí.

Alas y Cuernos; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora