Los sobrantes

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[Para unos:

A todos aquellos que me he encontrado y me han escuchado.

Para otros:

Dedicado a Elena, que en medio del otoño del 2015 decidió que la vida ya no era vida; que lo mejor sería seguir adelante y volverse una con la tierra.]

Primer diálogo

Los sobrantes

[De: Naruto Uzumaki de diecinueve años.

Para: Naruto Uzumaki de veinte años.

(Escribo esto en diez de noviembre a las nueve de la noche con quince minutos).

No voy a mentir. Es el peor diez de noviembre que he experimentado. Ino ha ingresado a un hospital por recomendación del médico. Y yo no sé qué mierdas voy a hacer; no sólo con mi existencia, sino con respecto a todo.

Antes de que Ino se fuera de la casa junto con su pequeña maleta, la vi pero no la vi con insistencia. Ella me vio pero no me vio con indolencia. Enseguida me sonrió y yo le sonreí, y me pregunté si el gesto fue para consolarnos o para alegrarnos aunque sea un poco antes de que lo inevitable nos alcanzara. Luego la acompañe hasta el hospital. En el camino saludamos a los conocidos con los que nos encontramos.

Y ella se veía tan guapa. ¡Te lo juro! Su cabello brillaba y su vestido blanco se ondeaba a causa de las ráfagas de viento. Me fue difícil creer que estaba enferma pues se veía tan sana.

Ino no quiso despedirse de nadie, me confesó que deseaba que el sufrimiento sólo fuera cosa suya y mía, que esperaba que no me molestara su egoísta decisión, pero que necesitaba aunque sea a alguien para apoyarse en los momentos más difíciles, que me escogió a mí porque de todos nosotros yo siempre fui el más fuerte, el que sabía salir adelante después de la tragedia, el optimista. Fui el elegido porque yo era al que más quería y al que no podría mentirle nunca.

En el instante que pusimos un pie en el hospital todo se volvió extraño. No sabría explicarlo. Quise acompañar a Ino hasta la oficina de su médico pero nuevo obtuve reticencia de su parte. "Vete a casa y descansa pues mañana tienes escuela", demandó con voz severa. Obedecí sin muchas ganas.

Cuando estábamos a punto de separarnos, me pidió que les contara a las mujeres de la casa que ella había salido con urgencia, en dirección a su lugar de origen, a su hogar, a Okinawa; que argumentara que fue porque recibió la noticia de que su mamá estaba muy enferma y que no sabía cuándo volvería debido a que tenía la responsabilidad de cuidarla, pero que estaba seguro de que volveríamos a verla.

Probablemente ellas se crean la historia. Digo, yo lo haría si no fuera porque soy consciente de que Ino no tiene más familia que nosotros. Y hablo de nosotros porque aquí, aunque no compartamos apellido o sangre, nos queremos como hubiéramos sido moldeados con la misma arcilla y con las manos del mismo artesano.

Los días que se avecinan sólo anuncian tragedia tras tragedia.

Lo único bueno es que he sido admitido en aquella escuela de música en la que las muchachas deseaban verme. Han dicho que se partirán la espalda para pagar la matrícula.

Querido yo de veinte años. Espero que lo estés haciendo bien. Ellas lo merecen, son buenas personas.

No mires atrás para lamentarte. Mira atrás sólo si es necesario, si es para recordar momentos preciosos, si es para contemplar tus errores y no repetirlos.

La anatomía de la tristezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora