Lejos de la tierra, del cielo y del techo

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Se sintió suspendida en el viento.
Sus ojos se abrieron.
Su cabeza apuntaba al cielo.
Su espalda... ya no tocaba el techo.

El sonido muerto de quienes no la dejaban escapar
Le había permitido por fin descansar.
Aunque el peso de la sangre seca en su vestimenta
Le causara incomodidad y oliera a mierda.

Ella alzó sus manos y sintió ganas de acariciar el aire.
Se tomó de su propia mano para elevarse,
Como quien jala a quien no sube porque no quiere
Y siempre gana el que más fuerza tiene.

Las estrellas brillantes no se hicieron más grandes,
Pero ahora que estaba segura de que nadie de abajo podía asustarle
Se permitió mirarlas durante más de un instante...
Porque estaba segura que los de arriba tampoco bajarían a atacarle.

Ella tenía garras para demostrar que no era diferente.
Había cuerpos de maleantes cercenados bajo su figura flotante.
Tendrían miedo de sus amenazantes capacidades.
Y ella también, secretamente.

Era el monstruo más espeluznante:
Ella no estaba en el techo, estaba en todas partes.

Pero quizás eran esos los lugares donde siempre perteneció:
Lejos de la tierra, del cielo y del techo.

Su peso abandonó su cuerpo latente.
La carne se volvió transparente.
Bajó lentamente y atravesó las vísceras de sus secuestradores.
Observó sus entrañas por última vez, donde vio el mal que los impulsó a quedarse.

Nunca más tendría que verlos.
Estaba hecho. Estaban muertos.

Pero se sintió desintegrada y mareada...
Fue parte de una familia demoniaca que la crió y la dejó.
En el tejado, durante las tardes, las noches y las mañanas...
Ahora quedaba ella y no había motivos para mantenerse en el techo.

Cerró su propia vista, se dejó caer más abajo,
Más allá de la placa del tejado... más allá del ático empolvado.
Aterrizó en la habitación donde la habían acorralado.
Pero no se atrevió a tocar el suelo... siguió flotando.

Deslizó lo que quedaba de su cuerpo hacia la puerta,
Presionó el botón y volteó para ver qué quedaba tras ella.
Todas las cosas que fue y ya no podía ser, no las podía palpar.
Todas las cosas que los monstruos le obligaron a ser... y ahora era.

Se dijo a sí misma que allí era el sitio donde debía permanecer.
Encerrada y lejana. Como un monstruo que le temía al amanecer.

Se desintegró, se mareó...
Su cuerpo se desvaneció.
Su espíritu y la monstruosidad siguieron allí.
Flotando... serenando... flotando.





Monstruos en el techoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora