No podía creer que el destino me jugara tan sucio
Después de dos años y medio de pensarla, extrañarla y necesitarla, justo cuando tenía decidido dejarla en el pasado, el muy cruel la volvía a poner delante de mis ojos, como tantas veces lo había deseado.
No pude pronunciar palabra alguna, estaba atónito, perplejo ante su presencia.
Como un acto reflejo de mi cuerpo, trate de acercarme más a ella, necesitaba saber que lo que estaba pasando era la realidad misma, porque sinceramente no creía que estuviera pasando.
Cuando ella se percató de lo que yo estaba por hacer, automáticamente dio algunos pasos hacia atrás, y sin pronunciar palabra alguna, se encerró en su casa.
No podía ni quería irme, mis impulsos se apoderaron de mí y no paré de tocar el timbre de su casa. Una, otra y otra vez durante un largo rato, obviamente sin recibir respuesta alguna. Pero no me iba a resignar, no luego de tenerla frente a mí después de tanto tiempo. Necesitaba tener esa charla que sentía que nos había quedado pendiente a ambos después de nuestra ruptura.
Pero después de recapacitar me di cuenta de que esta no era la forma, la conocía y sabía perfectamente que no iba a obtener nada de ella. Necesitaba encontrar la excusa perfecta para poder verla, ahora que la tenia cerca, no podía desperdiciar ni un solo momento. Necesitaba hablar con ella, saber cómo estaba, que había sido de ella durante todo este tiempo, si había cumplido sueños, si se había vuelto a enamorar (aunque eso me rompiera en mil pedazos), todo. La necesitaba a ella. Y al volver a verla, un hilo de esperanza se hacía presente en mi mente, y mi deseo de volver a amarla, cada vez cobraba más fuerza.
Volví a mi departamento ideando la mejor excusa para poder verla, pero necesitaba algo sumamente significativo para ella, de lo contrario, no obtendría respuesta alguna. Todas las excusas que se me ocurrían me terminaban pareciendo absurdas, estúpidas. Hasta que toque el bolsillo de la campera, ahí estaba mi salvación y lo que me había llevado a ella.
Busque mi teléfono y marque el número de la casa, esperaba con ansias que fuera ella quien atendiera.
—¿Hola? —Se escuchó del otro lado
—Amparo, por favor no me cortes.
—¿Dante, otra vez? —dijo con fastidio— ¿Qué querés?
—Necesito que me escuches.
—No te quise escuchar en la puerta de mi casa, ¿Qué te hace pensar que te voy a escuchar ahora?
—Encontré la cadenita que te había regalado tu abuela y quería devolvértela.
—¿La cadenita de mi abuela?
—Sí.
—¿La tenías vos?
—La encontré en casa hace un tiempo y se la iba a llevar a tu mamá, pero ahora que te ví, prefiero entregártela a vos. Si querés te la alcanzo hasta tu casa.
—No, prefiero que no sea en mi casa. No quiero que mis viejos pregunten por vos.
—Te veo en el bar que está en la esquina del teatro en donde tomabas clases a las seis ¿Te queda bien?
—Si me queda bien, te veo ahí Dante.
El tiempo paso más lento de lo normal, pero al fin y al cabo, la hora había llegado y con ella venían los nervios, las ansias, las ganas de volver a tenerla enfrente, de charlar como en los viejos tiempos, de volver a sentirme completo, como hacía mucho tiempo que no lo sentía.
Entre en el bar, busque alguna mesa libre. Mientras me sentaba y acomodaba mi campera en el respaldo, la vi llegar tan arrolladora y despampanante como siempre, estaba más hermosa que como la recordaba, estaba muy cambiada, pero seguía siendo la misma mujer que me volvía completamente loco de amor.
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Con La Miel En Los Labios
RomanceElla es Amparo. Una joven argentina de 23 años que gracias a su incansable lucha, sus ganas inalterables por cumplir sus sueños, su talento y un poco de suerte, termina radicándose en Canadá por trabajo. Amparo es fuerte, determinante, imponente, s...