"Él subió sobre mí, su cuerpo estaba tan caliente como el mío, mi corazón bombardeaba con fuerza mientras se acomodaba entre mis piernas. Cerré los ojos y me entregué a ese hombre al cual no solo le estaba dando mi cuerpo sino mi alma y todo mi corazón"—¡Amelia! —exclamó Pamela, mi mejor amiga y compañera de casa— ¿Te falta mucho?
Me estiré en mi silla y giré mi cuello para relajarme. Había pasado casi 2 horas revisando los escritos que me habían dado. Tenía que hacer muchas correcciones y entregarla para el próximo lunes, pero necesitaba descansar. Cerré mi laptop, me quité los lentes y giré a mirar a Pamela.
—No entiendo cómo puedes pasar tantas horas frente a tu computadora. —se quejó mirándome con aburrimiento— Acompáñame. —suplicó—. Sé dónde está.
—No entiendo que haces detrás de un hombre que ni siquiera responde tus llamadas.
Caminé hacia la cocina y tomé un vaso. Abrí la nevera y saqué el yogurt.
—Está molesto conmigo —fue lo que dijo para justificarlo—. Acompáñame... solo diez minutos y volvemos.
—¡No quiero! —exclamé—. No tengo ganas de salir y menos de arreglarme.
—¡Por favor! —volvió a suplicar— No tienes que bajar del auto... yo entraré diez minutos y luego nos vamos. —Volví a negar— Por favor, aun no tengo mi licencia de conducir.
Bebí de mi yogurt y suspiré resignada sabiendo que no iba a poder negarme más. Pamela era mi amiga y habíamos vivido juntas desde hacía tres años, a pesar de que éramos muy distintas, nos llevábamos bien y aunque ese novio que tenía no me agradaba del todo no podía negarme a hacerle un favor cuando ella lo había hecho muchas veces por mí.
—De acuerdo —respondí resignada.
—¡Ah! —gritó saltando sobre mí—. Te adoro.
—¡Solo diez minutos! —exclamé—. Si no sales te dejaré.
—Estaré de regreso en ocho minutos.
Suspiré y me miré la ropa, estaba vestida de pantalón y chaqueta deportiva, no me había maquillado y mi cabello largo estaba atado en una cola de caballo. Debía cambiarme, pero si no tenía que salir del auto no sería necesario.
Tomé las llaves y ambas salimos del apartamento.
Pamela me indicó hacia dónde debía dirigirme y después de tratar de justificar al idiota con el que llevaba semanas saliendo emprendimos el viaje.
Doce minutos después estaba estacionando junto a un auto gris y observé la gran casa de techos rojos que estaba frente a nosotras.
—¿Qué lugar es este? —pregunté— ¿Aquí vive?
—No... es un club.
—¿Un club? —pregunté— Pero parece una casa.
—Supongo que alguna vez lo fue —susurró Pamela mientras tomaba su teléfono y hacia una llamada—. Es exclusivo, solo entran socios.
—¿Y cómo entrarás? —ella desistió de su llamada y me miró.
—Sé la contraseña para entrar... —respondió con orgullo—. Volveré pronto...

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Despertar
Storie d'amoreAmelia solía suspirar por esas historias románticas que caían en sus manos gracias a su trabajo en una editorial. Llena de sueños por cumplir, con solo 24 años solía imaginar la forma como conocería a su príncipe azul, un hombre honesto y fiel capaz...