Capítulo 2

359 26 9
                                        

Abrí la puerta de la que alguna vez fue mi casa y la música electrónica me taladró el cerebro apenas puse un pie dentro. Dejé mi laptop sobre la mesa y caminé hasta las escaleras.

Conforme me acercaba al lugar de donde provenía semejante ruido mi sonrisa aparecía. Un golpe era innecesario porque sabía que no iba a oírme, pero tuve la delicadeza de advertir mi presencia.
Al no obtener respuesta entré y sonreí al verla.

Ella estaba sobre la cama, bailando de forma descontrolada. Llevaba aun pijama y su cabello rizado se movía en desorden. Mi mente recordó la primera vez que tuve a esa niña en mis brazos. Sus hermosos ojos verdes me miraron y supe que había encontrado una razón para existir.

Habían pasado más de 20 años desde ese momento y aunque ya no usa zapatitos de charol, ella me sigue pareciendo la criatura más hermosa del mundo.

Sus movimientos la hicieron caer sobre la cama y sus ojos se fijaron en mí. Antonieta se sorprendió al verme, saltó de su cama y corrió hacía mí.
La sujeté con fuerza para evitar que me hiciera caer y ella besó mis mejillas una y otra vez

¡Papá! gritó ¡Papito hermoso!

Ella tenía 21 años y aún seguía hablando como una niñita consentida mientras me llena de besos y elogios que sabía pronto me costaría una fortuna.

¿Cuándo llegaste? gritó, le puse mala cara y sonrío.

Corrió hacia el reproductor y gracias a Dios apagó el ruido al que ella llamaba música.

Cuando tengas mi edad serás sorda. Le aseguré.

Ella sonrió y volvió a abrazarme, le besé la frente y la aferré a mi pecho como cuando era una bebé.

¿Cómo estás?

¡Feliz de verte! exclamó ¿Te contó mamá?

Sí... respondí acomodando su desordenado cabello.

Busqué entre mis bolsillos y saqué la llave del auto que había comprado para ella.

¡Felicidades! —le dije.

Su rostro que aun parecía dormitado cambió apenas vio la llave. Sus ojos se iluminaron y su sonrisa se amplió.

¡Ah! gritó emocionada tomando la llave y mirando la marca ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! No es cierto.

Ella volvió a abrazarme y me llenó de besos todo el rostro. Escuché el sonido de unos zapatos y giré con mi hija casi en brazos. Marcela, mi exmujer, suspiró al verme, siempre hacía eso, siempre me hacía sentir que, aunque hubieran pasado diez años desde que nos divorciamos, ella parecía no poder pasar la página.

¡Mira mamá! exclamó Antonieta levantando las llaves ¡Tengo auto nuevo!

Ella tomó nuestras manos y nos llevó hacia el primer piso. Marcela caminó en silencio y solo sonrió ante la alegría de nuestra niña. Fuimos hacia el estacionamiento y cuando vio su auto, ella se giró y me miró con lágrimas en los ojos.

¡Eres el mejor papá del mundo!

Mi niña me abrazó y luego fue hacia su Mercedes nuevo.

Espero que no choque este susurró Marcela. La conscientes demasiado.

He hablado con ella, se hará cargo de los gastos que ocasionó y tendrá más cuidado. Marcela no me miró Es mi única hija... le recordé Déjame consentirla. ella también sonrío. Además, consiguió trabajo...

DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora