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—Que te calles la puta boca, psicópata de mierda. ¿Hay alguien aquí que no esté loco? —preguntó Río mirando a sus compañeros llevando una mirada a Moscú.

—Hijo... perdió los papeles, todos lo vimos —respondió el mayor. Berlín comenzaba a dibujar una sonrisa en su rostro, sabía que todos estaban con él e indirectamente apoyaban la idea de haber sacado a Tokio. Los atracadores no sabían pero el atraco cada vez estaba más cerca de su fin.

—¡Bah! Aquí hay unas reglas, votamos, ellan no lo aceptó y luego se le fue la pinza —explicó Nairobi cuando Río le preguntó su opinión. Si bien Siena estaba muy enojada con Tokio, no estaba de acuerdo con lo que había hecho Berlín, existían otras maneras de castigarla.

—Claro que lo veo tío, pero le hizo la puta ruleta rusa a Berlín —Denver fue el último en hablar al respecto. Río sabía que Siena y Helsinki estaban del lado del hombre por lo que, el menor se levantó y deslizó su arma hacia el cabecilla.

—Se han ido rehenes, se ha ido Tokio, creo que no te importará que me vaya yo también —dijo Río. Berlín negó levemente con su cabeza.

—Ya sabes que no da igual, Río. Pero es tu decisión —Berlín se levantó de su asiento y se acercó al menor—. Ten ésto, levantalo cuando salgas, no quiero que te ocurra nada. Ven, un abrazo.

Siena miró a Nairobi al escuchar eso y cuando vieron a Río desvanecerse se levantaron para llegar a donde estaba el menor, agarrarlo y acostarlo en sillón. Siena busco un pedazo de algodón para ponerle al chico donde Berlín había clavado la aguja de la anestesia y le tomó el pulso para ver si seguía con vida.

—Ya despertará —dijo Berlín cuando solo quedaron las dos mujeres y él en el lugar—. Nairobi, vigilalo. ¿Siena me acompañas?

—No —respondió ella. Berlín abrió sus ojos y río—. Nairobi no vino acá para hacer de enfermera y lo que acabas de hacer con Tokio y Río está mal y lo sabes.

—¿Ahora defiendes a Tokio? Estuvo a punto de matarme —respondió Berlín buscando que Siena lo defienda.

—Pero si tiene razón, antes me he tenido que callar para no joder el grupo más de lo que ya está —agregó Nairobi. Berlín miró a las dos mujeres sin entender que estaba pasando—. Que has lanzado a Tokio a los lobos y que la pobrecilla ya debe de haber soltado todo.

—Su parte sigue asegurada —respondió Berlín sin dejar de mirar a Siena, no podía creer que ella no estaba de su lado.

—Eso era si la polícia la agarraba después no durante el atraco —Siena se cruzó de brazos al igual que Nairobi.

—Mira que monas, si hasta parecen gemelas —soltó Berlín riendo—, apunto sus quejas en el buzón de sugerencias pero desgraciadamente, como lo vieron con Río, eso no va a servir de nada, ¡porque esto es un patriarcado!

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