Capítulo 15

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La amé tanto que en lugar de flores le regalaba libros. Porque las flores duran unos días pero un buen libro dura para toda la vida”
Albert Einstein.

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CORNELIA.
Fui de visita a la residencia Perkins, tenía días sin ver a Diana y la extrañaba. Ella me recibió como una buena anfitriona, como siempre mi hermana lucia radiante y al cruzar el umbral de la puerta vi cajones y maletas al comienzo de las escaleras. 

—Mile está terminando de empacar para su mudanza a la nueva casa. —me dijo mi hermana cuando se lo pregunté.

—Sí, el señor Mile me comentó que lo haría para darles privacidad a ti y Shawn.

—Es un hombre muy compresivo.

—Tienes razón —sonreí y mi hermana notó el cambio.

—¿Te gusta no es cierto? —preguntó divertida. —Pero que digo, te gusta y mucho hermanita.

—¡Cállate Di! —exclamé con las mejillas sonrojadas lo que la hizo soltar una gran carcajada.

—El señor Mile no se encuentra, salió con Shawn a ver como quedaron los muebles y ver los últimos detalles de su nueva casa. Si quieres subir a su habitación aún hay cosas ahí que no ha empacado.

—¡¿Diana pero que dices!? ¡No soy una fisgona! —ella levantó un  ceja.

—¿Me dirás que no tienes ni un poco de curiosidad de saber un poco más de él?

—¡Pues no!

—¿Segura?

—¡Muchísimo!

—Pues bien, si tan segura estas…

—¿Él no sabrá que vine, cierto? —pregunté dudosa haciendo que acentuara su sonrisa.

—Si te apresuras, no.

—Hmm… ¡Diablos!

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Exploraba la antigua habitación de Mile. La estancia aun conversaba un poco de su perfume. Ya toda su ropa había sido empacada, quedaban unos pocos libros sobre su cómoda, comencé abrir los cajones y encontré uno lleno de cartas escritas en una fina caligrafía cursiva, no las hubiera ni tocado si no fuera porque casi todas estaban escritas a mi nombre.

Tomé una pero me carcomí las ganas de leerla y la guardé en mi ridículo. Diana entró a la habitación sin previo aviso, sobresaltándome.

—¿Terminaste de fisgonear hermanita? —pregunto divertida.

—¡Tú me incitaste hacerlo!

—Pero no te obligué —me respondió con los brazos cruzados y sonriendo.

—No importa, ya debo irme.

—¿No te quieres quedar almorzar? Shawn y el señor Mile llegaran pronto.

—No, si lo veo me pondré muy nerviosa además que entré a su habitación a espiarla.

—Oh, está  bien —dijo desilusionada.

—Para mañana. ¡Te lo juro!

—Promesa de meñique —extendió su meñique.

—Ya no tenemos diez años, Di.

—Jamás se es demasiado vieja para una promesa de meñique —las dos reímos y cruzamos nuestros meñiques.

—Prometido, mañana estaré todo el día contigo. —las dos nos abrazamos y ella me acompañó hasta la puerta e hizo que uno de los sirvientes pidiera una diligencia para mí.

©Un amor no Correspondido. TRILOGÍA: AMORES VERDADEROS 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora