Capítulo 1/1

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-Antarc-. Phos murmuró al momento de despertar.
La luz del sol entraba por los arcos de la escuela, reflejándose en el oro que fluía por el cuerpo de phos, mismo que había reemplazado a sus brazos.
Aún con pereza, phos abrió los ojos y alzó su torso. El peliverde se percató de una silueta blanca que yacía en una mesa cercana a el. Sorprendido, se levantó de golpe de aquella mesa. Su cuerpo, con fisuras y mucho más pesado que antes debido al oro y al agotamiento, fue difícil de dirigir hasta aquella figura.
¡Era Antarc! ¡Aquella silueta era Antarc!
-Pero ¿cómo?-. Se preguntó Phos a sí mismo. Y es que, si la memoria no le fallaba, Antarc había sido capturado el día anterior mientras buscaban un reemplazo para los brazos de phos.
Pero ahora, Antarc no solamente estaba frente a él, sino que estaba completo y sin ningún rasguño. Probablemente sensei lo habría reparado pero ¿como logró salvarlo en primer lugar?
Las dudas en la mente de Phos no hacían más que crecer, hasta que una mano cálida lo tocó por la espalda.
-Phosphophyllite- exclamó sensei -No tienes por qué preocuparte, lo que importa es que ambos están a salvo-. Como si le estuviera leyendo el pensamiento.
El oro comenzó a desbordar a través de los ojos del peliverde al ver que antarc se encontraba frente a él. Lágrimas doradas se deslizaban sobre sus mejillas y caían finalmente en el suelo, mientras Phos acercaba su mano derecha hacia el rostro de su compañero de cabellos claros.
Antarc despertó antes de que Phos lo tocase, mirando de forma fija el oro que ahora el peliverde poseía. Extrañado, miró varias veces al rostro de su compañero y regresaba la mirada al brazo dorado.
-Es la aleación que me diste- Ofreció Phos a modo de respuesta -al parecer mi cuerpo la aceptó, aunque ahora es más difícil caminar-.
Los ojos de Antarcticite se abrieron con sorpresa, mirando fijamente a Phos al rostro.
-Acerca de asegurarme de que sensei no se sienta solo- prosiguió -Creo que es más importante que tu no te sientas solo: Sensei nos tiene a nosotros 28, pero tu has vivido los últimos siglos sin ninguna compañía, ¿no es así?-.
Avergonzado, Antarc se levantó de golpe evitando mirar a Phos al rostro.
-la calidez de Kongou sensei es todo lo que he necesitado-. Respondió de forma seca -No requiero que ningún inútil me haga compañía-.
Phos se sorprendió ante tal respuesta, y, abatido sentimentalmente, decidió darse la vuelta y retirarse.
Sin embargo, una mano lo jaló por la espalda y, rápidamente, lo abrazó
-Me preocupé muchísimo-. Susurró Antarc -no debí de alejarme tanto-.
Phos, aún derramando lágrimas de oro, correspondió al abrazo de su compañero, procurando hacerlo con cuidado para no romper su estructura delicada. Cerró los ojos y sintió el frío que emanaba de Antarc.
"te amo" pensaba Phos. Aunque no conocía exactamente el significado de esas palabras, el sabía que amaba a sensei, que amaba los días soleados, que amaba la luz del sol colandose por la ventana.
Y sobre todo, sabía que amaba a Antarc esa mañana.
...........
Cuando Phos abrió los ojos, se desconcertó un momento.
No estaba en la escuela, no era de día, y, por supuesto, Antarc no estaba a su lado.
Se sentía encerrado, en una estructura extraña y sin paredes.
La luz entraba por todos lados, sin embargo a su alrededor no había nada más que oscuridad.
Su ojo derecho dolía y su cabeza se sentía muy pesada.
Miró a sus alrededores y a lo lejos vio la tierra.
Finalmente comenzó a recordar que era lo que había pasado. El y Cairngorm habían hecho un plan para que Phos pudiese ir a la luna y averiguar que tramaban los lunarios.
Pero entonces...
.-Todo fue un sueño-. Dijo Phos en voz baja mientras su rostro se partía en mil pedazos.
Y lloró, y gritó, y se quebró.
Por ese sueño agridulce de su amor lejano. Aquel amor que desapareció en una mañana de invierno hacía 102 años.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2020 ⏰

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