Prólogo

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Dicen que cuando dos personas están destinadas a estar juntas, no hay nada ni nadie que pueda detener su amor pero si ellos por alguna razón no pueden estar juntos, es porque ellos son una falla en la matriz, una falla en la realidad y este mundo nos los merece.

Quien sea el amor verdadero, la otra mitad o la persona indicada de cada uno, es con quien se tuvo una excelente conexión, quizás se conozcan o quizás no pero su conexión es muy fuerte, inclusive si jamás se han visto pero el destino los pondrá enfrente como lo hizo conmigo.

Para mí, el amor verdadero siempre fue un sentimiento que mata todas tus defensas porque lo único que importa es que tu corazón reciba el amor que quieres de esa persona. De por sí el amor era para mí un arma de dos filos y lo supe cuando lo conocí a él ya que me enseñó las dos partes de un amor verdadero.

Hay veces donde no sabes si esa persona es la correcta pero das todo por ella, pero hay veces que aunque los dos se amen con todo su corazón y no se está dando algo, no es porque no sean los correctos o porque no se merecen sino que es porque el destino aún no está decidido en unirlos, quizás por los problemas que lleguen a haber o porque uno de ustedes sigue dañado. Pero si en realidad son tal para cual, ustedes dos se unirán.

Tal vez era la persona correcta en el momento equivocado pero la conexión que tienen los volverá a unir para que se vean, y eso, lo digo por experiencia, porque él me lo dijo en un sueño. Si eso pasa con ustedes, es normal que se pregunten en dónde están.

Y aún más nos hacen dudar si soñamos con la persona que nos atrae pero la razón por lo que nosotros soñamos es porque necesitamos realizar deseos que están en nuestro inconsciente pero yo no sabía nada de eso pues si bien sé, es que a mis diez años no estaba tan consciente de lo que hacía.

Les contaré un poco pero tenemos que retroceder a cuando tenía esa edad y era tan sólo una niña pequeña y no sabía nada del amor.

Era una noche tranquila, había un cielo despejado y hacía un poco de frío, estaba acostada en mi cama cuando de repente cierro mis ojos, me relajé demasiado que quedé profundamente dormida y al pasar los minutos empecé a crear un sueño.

Aparecí en una plaza o centro comercial con el techo de cristal y al levantar la vista, se veía el cielo perfectamente anaranjado pues apenas iba a pasar un atardecer. Fuera de la hermosa vista, yo me sentía bien, llevaba mi cabello suelto y estaba tomada de la mano de un niño pero no sabía quién era.

Mientras seguía caminado con él, intentaba reconocer el lugar pero jamás había estado ahí, las personas a mi alrededor no las podía ver a los ojos, sólo eran visibles de la cintura para abajo y yo seguía caminado por la plaza con aquel niño.

—¿Quién eres?— le pregunté pero no me respondió. Me ignoró completamente.

—Oye, ¿quién eres?— volví a preguntar pero pasaba lo mismo, sin respuesta.

El niño era alto y llevaba un pantalón de vestir color beige, una camisa blanca de manga larga con tirantes y una boina, su piel era clara y hasta ahí podía ver.

Seguíamos caminando tomados de la mano mientras que yo seguía observando a mi al rededor y cuando el chico misterioso comía de su helado sin dirigirme una sola palabra.

Tiempo después llegábamos a una playa, no me pregunten cuál era porque ni yo sé, pero lo que sé es que era como las que siempre salen en las películas de amor.

Había un muelle y como les había mencionado, apenas se andaba haciendo un hermoso atardecer, en ese entonces él y yo nos dirigíamos al final del muelle y sin dudarlo una vez más le pregunté:
—¿Quién eres y por qué estoy aquí?—

Al finalizar esa pregunta, aquel niño se volteó a verme con una sonrisa hermosa, sus ojos marrones me veían, su cabello era castaño y su piel era clara.

—Aún no sabes quién soy pero pronto lo sabrás, ya que nos volveremos a ver en un sueño.— sin entender nada de lo que me dijo, nos sentamos a admirar el atardecer haciendo que en pocos segundos, despertara.

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