CAPÍTULO 1

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Cuando tenía 10 años solía ir los fines de semana, en las tardes a casa de Damón mi vecino

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Cuando tenía 10 años solía ir los fines de semana, en las tardes a casa de Damón mi vecino. Recuerdo que empezamos a jugar desde el momento que el me atropelló con su bicicleta, conservando los dos una nada bonita cicatriz; pensé desde ese momento que había encontrado a mi alma gemela, al parecer veía mucha televisión.

Los fines de semana eran importantes para nosotros, un ritual que no podíamos perdernos.

Cuando fuimos creciendo y la adolescencia llegó, me abrí paso a ser una persona social y Damón se volvió un desconocido para mí, o eso hicimos creer.

15 de julio de 2012.

—Hagamos un juramento —me dijo Damón, mientras se mordía las uñas nervioso.

—Juramento, ¿a que te refieres? —pregunté y a la vez le di un ligero manotazo en su hombro, para que me mirará.

—Sí, un juramento, será nuestro; un juego con algunas reglas —dijo. Me miro mientras se levantaba del porche de mi casa para irse. —Cuando crezcamos y conozcamos nuevas personas, seremos unos desconocidos y solo seremos tú y yo los fines de semana, como siempre lo hemos sido.

—¿Qué pasaría si uno de los dos pierde?

—Será el fin de nuestra amistad Phia.

—Hagamoslo, pero Damón, ¿solo es un juego verdad?

—Adiós Euphia —dijo. Mientras tomaba rumbo a su casa, a lado de la mía.

Actualidad, agosto 2020.

En unos segundos me había puesto de mal humor, no podía creer como Damón seguía aferrado con el juramento que habíamos hecho siendo unos niños.

Solo quería pasar tiempo con él, antes de empezar el primer día de clases en la Universidad. Pero no, cuando salí de casa, su auto ya no estaba.

Llegue tarde a la primera clase, no me dejaron pasar, así que me dirigí a los baños a perder el tiempo. Saque mi teléfono del bolso para entretenerme jugando, no tenía ganas de desayunar todavía, se supone que me vería con mis amigas en la primera hora libre para ponernos al día sobre nuestras vacaciones de verano.

Este era uno de esos veranos en el cuál no tenía mucho que decir, mi vecino fantasma no quería ser descubierto, salvo de..

—¡Phia! — escuche que gritaron antes de ser tlaqueada— Te extrañé.

—Joder, llama a una ambulancia que acabas de hacer papilla mis costillas —dije. Mientras aventaba a mi pequeña Moon hacia un costado del suelo.

Nuestros padres fueron grandes amigos en la Universidad y ahora son compañeros de alcohol y fútbol los jueves. Termine conviviendo y siendo mejor amiga de Moon la dulce y loca japonesa.

—No exageres, vine tan pronto como me entere que estabas aquí y no podía esperar a contarte lo que vi.

—Antes que nada, yo también te extrañé —dije mientras le apretaba las mejillas. —Ahora dime, ¿qué pasó?

—Auch —dijo. —Estaba a punto de entrar en la mañana al edificio, cuando vi que llegó Damón en su auto. Acompañado de Alison.

—¿Estas bromeando cierto?

—No.

—¡No puede ser!— grité. Y aventé mi bolso a la pared.

—Tranquilízate Phia, me imagino que que ellos solo son amigos — me tomo la mano— Damón no creo que busque a alguien como Alison.

—Supongo que el no se avergüenza de estar con ella, pero me va a escuchar ese niñato —dije, al momento que juntaba mis cosas.

—No te hagas ideas, ambas sabemos que el te quiere incondicionalmente desde hace años. Siempre han sido Phia y Damón.

—Ya no lo creo Moon —dije mientras salia del baño.

—¿Que harás? —dijo preocupada. Mientras trataba de alcanzarme.

—Hablare con el, dile a las chicas que las veo a la salida.

Me dirigí atrás de las canchas donde jugaba la liga de la Universidad de fútbol, buen lugar escondido para vernos. Así que decidí llamarle.

—Vamos contesta...

Me mandaba a buzón, y mi enojo incrementaba. Ya no éramos unos críos, como para seguir jugando.

—¿Euphia?

—Necesito verte, Damón.

—¿Estás bien? ¿Dónde estás?

—Estoy atrás de las canchas de fútbol, te veo aquí —colgué. Esas pequeñas acciones me recordaban al niño de hace años, el que quería protegerme de todo y todos.

Espere por varios minutos, cuando lo vi venir de lejos.

—¿Que sucede?

—¡Feliz primer día! —dije, con una sonrisa fingida.

—Euphia, hablo enserio —soltó, con un ceño demasiado fruncido.

—Es que, Damón no entiendo —dije. Creí que podíamos venir juntos hoy, es nuestro primer día de clases del que tanto hablamos todo este tiempo.

—Phia, conoces las reglas.

—¡Por favor, ya no tenemos diez años!

—Me voy, tengo clase —dijo sin más. Dando media vuelta y empezando a caminar.

—Damón.

—Hablamos el sábado.

Y se fue. Huyo como acostumbra.











—Vessania.

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