Arena de oro

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Alucino con el sol que nació estos días,
brinda tesoros al invierno que me aniquila.
Aprendí a tomar en mi mano un rayito,
guardarlo y en la noche colocarmelo despacito.
A veces me recuerda a los momentos de primavera,
tardes en fuga,
el viento rompiendo en mi vestido,
ese mismo sol que fue nuestro testigo,
lo conservo hoy.
Me inunda la sonrisa crear nuevas historias,
porque el pasado me deja melancólica.
Pero un nuevo poemario es como si de otro planeta se tratara,
pero aunque cambiase de historia,
no cambio de atalaya.
Este hombre del sur,
piel dorada, sonrisa hogareña,
siento que tu pelo lleva la marea,
y tus mejillas saben a sal,
desde que te fuiste, incluso en frías tardes,
quien te vea,
piensa en volver a dormir en la arena.
Traes contigo el deseo de vivir feliz,
vivir alejados de la vida,
con una copa en la mano,
en un kayak en medio de un lago.
Traes contigo la sensación de que nacer fue bueno,
porque no dejas que nadie se muera.
Ese calor de mi sol hoy en día,
y del sol que le das a todos al mediodía,
me mantiene despierta en la madrugada.
Si la historia cambia,
mantente en mi marina.
Lo hace tu piel, ese tono cálido,
iniciando termogénesis en mi ser,
porque no se evapora de mi mente,
la idea de nuestros cuerpos volviéndose a conocer.
Mi mano no ha crecido y seguiría segura en la tuya,
mi piel sigue tan blanca y fría como la nieve,
y huele perfecta cuando con tu canela se inunda.
He cerrado los ojos mil veces,
y suspirado infinitamente,
mis piernas ya no recuerdan los cuentos que vivían,
me toca crear nuevas aventuras.
Poseo la sensación veraniega que me dabas, sensación dorada,
porque olvidé el invierno cada vez que me llevabas a tu morada.
Si ya te acostumbraste al calor,
sé gentil y regrésalo a mi muslo,
que un poco de él le está faltando a mi cuerpo nulo.

IDILIO HADALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora