Capitulo 2.

601 31 5
                                    

No pude pronunciar palabra y me puse a llorar descontroladamente. Tenía tan solo 13 años y  la única persona que hacía que mi mundo no se derrumbase acababa de dar un golpe crucial del que nunca me recuperaría. Por otra parte me alegre por él. Después de 16 años iba a disfrutar de la vida fuera de aquella cárcel (así denominaba yo al centro). El me abrazó fuertemente creyendo que sería la última vez que nos viéramos pero, no fue así.

Le acompañe hasta la habitación donde se encontraba su nueva familia. La mujer, su nueva madre, tenía alrededor de unos 40 años. Estaba delgada y era muy alta, mucho más que su marido. Recuerdo que llevaba un bolso de los caros y dentro del bolso una especie de rata a la que muchos denominaban caniche. Era una mujer  tan… tan… tan diferente a Dei que resultaba increíble que se decidieran por él. Al lado de esta extravagante mujer se encontraba el nuevo padre de Dei. Era un hombre ya mayor, recuerdo que tenía la cara muy arrugada y que, yo al menos, le echaba unos 60 años. Llevaba una camisa de cuadros combinada con unos pantalones horribles de rayas. Al fondo de la habitación pude ver un bastón que supuse que le pertenecía. En cuanto abrimos la puerta todos nos observaron con curiosidad.

Dei, ¿quién es esta niñata tan desaliñada?- Le preguntó su nueva madre la cual se llamaba Cloe.

No es nadie Cloe, una niña más del centro.- Contesto Dei mientras me miraba suplicando que le siguiera el juego.

Me quede incrédula. No podía creerme que Dei tratase de hacer como si todos estos años juntos hubieran pasado en vano. Cinco mil cuchillos atravesaron mi corazón en ese instante y las lágrimas empezaron a empapar mis ojos. Pero yo no me permití llorar, no, allí no.

¿A qué esperas para irte? – Preguntó Cloe con desprecio hacia mí.

Mire a Dei por última vez y observó el odio reflejado en mi mirada. Salí corriendo de aquella habitación no sin antes escuchar a Cloe diciéndole que yo nunca seria adoptada, que nunca tendría familia porque las ratas de cloaca como yo no nos lo merecíamos.

Esa puta frase se repitió en mi mente durante demasiado tiempo. Me volví a encontrar sola, vacía. Lloraba cada noche  y cuando dormía, si es que dormía algo, siempre tenía pesadillas.

Recién cumplido los 15, dos años después de la marcha de Dei, nos despertaron las alarmas de incendio Las tres chicas de mi cuarto empezaron a gritar e incluso alguna llegó a llorar del miedo. Yo no le temía a la muerte, total, ya llevaba más tiempo muerta que viva. Enseguida entró un trabajador de allí, del que yo tenía sospechas que se acostaba con la chica que dormía al lado mío. Nos dijo que saliéramos rápido de la habitación y siguiéramos a los demás para evacuar el edificio lo antes posible. Lo vi claro, tenía la oportunidad perfecta de escapar, de irme y no volver. Lo intenté. Mientras toda la gente que vivía allí bajaba ordenadamente por las escaleras mientras se oían las risas de algunos niños pequeños, ya que no eran cocientes de lo que ocurría, yo me dirigí a las escaleras secundarias que no se encontraban muy lejos. Estas terminaban en un patio que daba a una puerta trasera del centro. Rápidamente comencé a bajar los escalones intentando no caerme. Había estado tantos dias sin comer algo sólido que a mis piernas les costaba responder. Y de repente me resbalé, cayendo rodando por los pocos escalones que quedaban. Cuando me recuperé de la caída y pude levantarme estaba ya en la puerta que daba al patio. Empuje aquella pesada puerta y me quede atónita. Grandes llamaradas cubrían aquel inmenso patio. El incendio estaba allí, justo enfrente de mis narices, imposibilitándome la huida. Cerré la puerta rápidamente y me quede en el suelo llorando. ¿Cómo podía haber sido tan tonta de pensar que las cosas me iban a ir bien por una  vez?

Una adolescencia perdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora