Entre en el ascensor como si nada, como si no lo conociera, como si no compartiéramos recuerdos en común. Tuve la esperanza de que no me hubiera reconocido aunque otra parte de mí se moría, no literalmente claro, por abrazarle. Le odiaba por todo aquello que dijo en el pasado pero a la vez le echaba de menos. Muchas noches, posteriormente de su marcha, había soñado con que el viniera a decirme que me extrañaba pero claro, esto es la vida real y cuando alguien se va, no vuelve jamás (o eso creía.) Cuando se cerraron las puertas noté como él se dirigía a los botones del ascensor. De repente le dio a un botoncito rojo en el ponía stop. Oh mierda, me ha reconocido pensé mientras un escalofrío recorrió mi cuerpo.
¿Se puede saber qué coño haces? – Pregunté aun sabiendo la respuesta.
Uve, sabes quién soy. Lo sé por la forma en la que me has mirado al instante de entrar al ascensor.
Ahora si te sabes mi nombre ¿No? Si soy tan solo una niña más. – Dije con ironía.
¿Aún lo recuerdas? – Pregunto Dei sorprendido de mi memoria.
No hay día en el que no lo haga. Esas palabras me hicieron llorar como nunca nada lo había hecho. – Respondí con resentimiento.
Lo siento Uve. Tuve miedo de que me rechazaran en el último momento. Quise causarles buena impresión, nada más.
Creía que era especial para ti y no otra chica cualquiera. Tan solo tenía 13 putos años y tú, joder, tú eras mi único apoyo. Incluso llegué a creer que había algo entre nosotros pero todo acabó. – le contesté casi gritando y con un nudo en la garganta que me asfixiaba cada vez más.
Todavía no.
Se abalanzó sobre mí dejándome sin aliento y entonces ocurrió, me beso. No fue el típico beso de película sin sentimiento si no que más bien, fue un beso tan apasionado que podría haber aparecido en cualquier película porno. Nos fundimos en aquel ascensor. Por unos segundos nos habíamos convertido en una sola persona, como si nadie más existiera. Solo él y yo. Al poco me separé de él.
¿Qué sucede Uve? – Preguntó confundido.
Yo no estoy hecha para ti Dei. Estabas enterrado en lo más profundo de mis pensamientos y de repente, así sin más, apareces y revuelves todo mi mundo para luego irte. No soy la misma niña de antes, no dejare que me vuelvas a hacer daño. – Dije yo con lágrimas en los ojos sabiendo que daño me haría igual.
El no pronunció palabra y tocó al botón de planta baja. Mientras el ascensor comenzaba a bajar de nuevo el ambiente de este fue cada vez más incómodo.
En cuanto se abrieron las puertas vi a María justo delante de nosotros, esperándome, supongo. En cuanto ella se percató de que estábamos los dos juntos no pudo evitar esbozar una sonrisa que habría iluminado todo aquel hospital.
Me alegro de que vuelvan a estar juntos – Nos dijo ella con toda la ilusión del mundo.
Dei salió del ascensor sin decir ni una palabra. Se acercó a María susurrándole alguna cosa al oído y tras esto, se marchó. Sin despedirse, sin mirarme. No supe la falta que me hacía hasta que se fue, otra vez, y el vacío de mi interior volvió a aparecer.
Uve, tú y yo necesitamos hablar. Pero antes cuéntame que tal tu última revisión.
Era todo una trama María. Me quisieron hacer una fiesta sorpresa de despedida y utilizaron eso como excusa. En cuanto me di cuenta de que tú no estabas, salí corriendo a buscarte. Después me encontré con Dei pero creo que esa parte ya te la conoces. – Le contesté yo con cierto retintín.
¿Y si vamos a la cafetería? – Preguntó ella con nerviosismo.
La cogí del brazo sin responderle y nos fuimos las dos juntas hacia esta. Para mí era inimaginable que María y Dei se conocieran aun teniendo en cuenta que los dos habían estado en el mismo centro de acogida. Ni siquiera lo pensaba, pero después de lo sucedido estaba segura que ellos dos habían intercambiado algo más de dos palabras. Tenía miedo de lo que me pudiera contar ya que algunas veces unas simples palabras duelen más que mil puñales clavados a tu espalda. Y en mi espalda ya había demasiados.
