Primer acto

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Confusión, intriga, curiosidad y un montón de preguntas sin respuestas es todo lo que suponía Enzo Wilder para ella. Además de ser sexy más allá de lo obvio, también mostraba inteligencia y... ¿Sensibilidad? ¿Sinceridad? ¿Cómo un hombre que era un misterio la hizo sentir tan tranquila consigo misma? Tan cómoda y conforme.

Nunca había conversado con alguien así de fácil, sin tener la necesidad de imponerse o de hacer prevalecer su criterio. Con Enzo no tenía qué forzarse a ser la famosa "Dama de acero". Todo parecía indicar de que ese título ni le iba ni le venía, con él y muy para su sorpresa, hoy había sido sólo Adhara, sin necesidad de probarle nada. Quizás porque en sus ojos no encontraba crítica ni condena, sólo comprensión, sin juicio. Quizás porque era la única persona que sabía cuál era uno de sus secretos más guardados. No es que guardara un esqueleto de la era mesozoica en el armario, pero era algo que no había compartido jamás con nadie. Bueno... en realidad, nunca había compartido secretos con nadie.

Resultaba irónico que la única persona en la Tierra que tenía acceso a una información tan privada de ella; fuera un acompañante del que no tenía idea quién era. Pero con él se sentía extrañamente en confianza.

No debería pensarlo como lo estaba haciendo ahora, lo sabía, pero nadie le había hablado de la forma en que lo hizo. Nadie jamás le había dicho esas palabras, ni la miró como él lo hizo esta mañana.

Desde ese momento su atención se centró en Enzo, en sus movimientos, su conversación, en la manera como a veces su mirada se perdía en algún punto lejano, sumergido en pensamientos que descubría que daría más de un centavo por ellos.

Caray ¿Quién carajos era este hombre que en sólo dos días la tenía tan pendiente de él? Como en este momento, que escondida en la penumbra que brindaba la puesta del sol, en el salón de su habitación, lo observaba; apoyado en el barandal de la terraza, jugando con sus dedos, ensimismado.

Los tonos naranjas que brindaban los moribundos rayos del sol, le daban a su piel un tono sepia, casi de ensueño, y se veía magnífico con los rubios cabellos peinados hacia un lado.

Hermoso ¡Carajo! Es tan hermoso, y se recriminaba porque ni en su más loca fantasía podía permitirse sentirse más que físicamente atraída hacia él.

Así que en silencio se retiró para alistarse.

Hoy era la inauguración oficial de la fiesta de aniversario de su graduación. Hoy se unían la mayoría de sus compañeros de la universidad que aún no habían llegado.

Sería una fiesta privada en el salón más grande del hotel, y sentía un poco de temor. Puntualizó muy bien con Jules que nada de fotos ni periodistas, aunque era una cosa que estaba bastante cubierta, ya que muchos de los que venían, eran figuras públicas y tampoco gustaban de estar muy expuestos; lo que corría también a su favor, por lo tanto no le quedaba más que escoger el atuendo y maquillarse.

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Dama de acero. (En progreso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora