Segundo acto

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Refugiada en el suave y sedoso abrigo que le brindaban las sábanas, Adhara inspiró profundo tratando de apaciguar el acelerado trote de su corazón

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Refugiada en el suave y sedoso abrigo que le brindaban las sábanas, Adhara inspiró profundo tratando de apaciguar el acelerado trote de su corazón.

Ese beso robado...

Porque no contaban todos los besos que había recibido hasta ahora, no contaban los hombres que habían estado en su cama, ni siquiera aquel que tomó su virginidad. El hijo de un socio de su padre. El muy engreído insistió e insistió para hacerla su novia y luego de algunos meses de tediosa relación; ella aceptó ir un paso más allá, por puro compromiso. Fue la peor noche de su vida, porque no sintió... nada. Nada más del ardor de la penetración y la promesa vacía del chico que le aseguraba que le iría agarrando el gusto al sexo mientras más lo hiciera.

Pero eso nunca sucedió, y luego de que su "novio" la acusara de frígida por no comportarse como una estrella porno en la cama; Adhara comenzó a aprender el refinado arte de fingir, convencida cada vez más, de que había algo mal en ella. Su relación con aquel chico no fue muy larga. Bastó con que el Señor Valencie los atrapara en su cuarto, para que se tomara lugar la disolución de la sociedad de sus respectivos padres.

El señor Valencie era implacable cuando de ella se trataba. De ahí en adelante, fueron muy pocos los que lograron hacerla... sentir algo muy fugaz, pero Enzo...

Cerró los ojos evocando, reviviendo todo lo que provocó en su boca. La suavidad, el deseo, el fuego, el cosquilleo en el estómago y los dedos. Por Dios, qué maravillosa le pareció esa sensación de ingravidez, de perfección. Esto le sorprendía demasiado, le abrumaba.

Se sentía desarmada. No importaba cuántos recursos y justificaciones buscara para evadir el revoltijo de emociones que se le habían instalado en el pecho; ninguno funcionaba. Nada podía alejar su mente del hombre que descansaba tras esa puerta.

Y aunque se repitiera una y mil veces que no era una jodida adolescente, terminó por dormirse así, con una sonrisa infantil dibujada en el rostro.

Los rayos del sol jugaron traviesos en su cara, y luchando con la molestia que le provocaba el resplandor mañanero en los ojos;  Enzo abrió los párpados con trabajo

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Los rayos del sol jugaron traviesos en su cara, y luchando con la molestia que le provocaba el resplandor mañanero en los ojos; Enzo abrió los párpados con trabajo.

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⏰ Última actualización: Sep 29 ⏰

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Dama de acero. (En progreso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora