Prólogo: La noticia.

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Los sonidos de las arcadas se escuchaban desde toda la pequeña estancia, como si alguien estuviera intentando sacar con todas sus fuerzas sus entrañas a través de la boca y lo estuviera consiguiendo.

Larry había amanecido mareado, con la sensación de que se iba a desvanecer asaltándole todo el cuerpo, y lo peor eran las terribles náuseas que lo atacaron cuando apenas estaba amaneciendo. Era un panorama que se había vuelto habitual, y si no eran las molestas nauseas que lo obligaban a deshacerse de todo lo que guardaba su estómago, eran los mareos, o la terrible sensación de cansancio que apenas le permitía moverse de la cama.

Con esfuerzo, logró llegar entre tambaleos a la entrada del árbol en donde se habían instalado, y sin reprimir más su malestar vació todo el pobre contenido que albergaba su estómago desde la noche anterior. Se sentía como si un depredador estuviera arrancándole las tripas y jalando de ellas por su boca, o en todo caso como si se hubiera embriagado hasta desfallecer, cosa que era imposible, pues con dos cachorros en casa, el alcohol estaba más que prohibido. Esas cosas de humanos, aunque tentadoras, jamás habían tocado su paladar.

Cuando el malestar pasó, se atrevió a cerrar los ojos, y se dio cuenta de que se había dormido cuando despertó de nuevo en la cama, con dos pares de ojos sobre el ratón, unos curiosos, y los otros preocupados.

Larry ¿Estás bien? — Montimer preguntó preocupado, deslizando una de sus manos hasta dejar una suave caricia en la mejilla de su compañero.

Oh. . . Estoy bien, corazón. Solo me sentí algo mareado y salí a tomar aire fresco.

Te desmayaste.

— ¿Qué? — Sorprendido, el beta negó con su cabeza y manos mientras era encarado por su pareja. — No hice una cosa como esa, Montimer, tranquilo. Solo me dormí.

Ya son varias veces que te ocurre. . . — Montimer se llevo la mano a la frente, mostrando la evidente preocupación que sentía por su compañero. — ¿Crees que no lo he notado? Apenas comes, no duermes. Te agotas con facilidad y estás más distraído.

Richard, el cachorro de murciélago adoptado por la pareja, y quien aún no había hecho ningún acto, se deslizó por sobre la cama de pieles hasta quedar sentado encima de Larry. El niño seguía mirándolo con sus grandes ojos oscuros y una sonrisa infantil, curioso ante la actitud que sus padres tenían y buscando obviamente, la atención del ratón de pelaje azulado.

Richie, ven. Larry necesita descansar. — El alfa llamó al cachorro, recibiendo una negativa por el menor que se abrazó aún más a Larry, olfateando algo en el beta que le llamaba la atención. — Vamos pequeño, busquemos a Ronnie.

Déjalo, corazón. — Larry le devolvió el abrazo al pequeño, y este se colgó de su cuello, recibiendo los mimos que estaba pidiendo desde despertó. — Puedo encargarme de este pequeño ¿Verdad que sí, dulzura? Busquemos a Ronnie y comamos algo, seguro están hambrientos.

Por mucho que Montimer quiso retomar la conversación y hacer entender a Larry que estaba mal, no lo consiguió. El ratón se levantó de la cama con el pequeño murciélago en brazos, y como si el suceso de la madrugada hubiera sido solo un sueño, caminó hacía el pequeño rincón en donde Ronnie jugaba con una muñequita de trapo.
Ahí terminó la charla y el resto del día pasó con bastante normalidad.

Sin embargo, no todo podía ser tan bonito.

Era bien entrada la noche cuando Montimer despertó. A su lado algo se movía y gemía, pero no se escuchaba como si lo estuviera disfrutando. Al murciélago alfa le costó unos segundos terminar de despertarse y encontrarse con una escena muy poco agradable a sus ojos.

Amanecer Tardío | TAITFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora