Amarga realidad.

2.9K 253 126
                                    

Sus ojos tardaron en abrirse, y mucho más en acostumbrarse a la potente luz del sol que hacia presencia en el lugar desde la entrada del árbol.

Larry abrió sus ojos con molestia mal fingida, sintiendo sus huesos entumecidos y una extraña sensación de vacío en su interior, solo recordaba un grito agudo. A tientas, y aún sin abrir los ojos, palmeó sus mano sobre su cuerpo, encontrando una masa blanda e hinchada que antes no estaba.
Abrió sus ojos con sorpresa, fijando su mirada en la carne de su vientre hinchada, sin embargo lo que le sorprendió no fue su "nuevo" cuerpo, si no la gran mancha de sangre ya seca que cubría las pieles que usaba de sabanas.

El ratón reprimió un grito lastimero, sin entender la situación y el vacío en su pecho que cada vez iba intensificándose. Una sola palabra repitiéndose en su mente, torturándolo e incitándolo a levantarse y correr al exterior, buscar a Montimer, a los niños, entender que estaba pasando.

"cachorro, perdida, cachorro, perdida"

— ¿Montimer? — Intentó pronunciar, pero la voz del beta estaba demasiado resentida, como se hubiera dormido por días. — ¿¡Montimer!?

La desesperación lo estaba matando. Larry sudaba frío, temblaba como hoja. Sus ojos estaban tan abiertos que incluso podía notar como las venas de estos palpitaban. Aquellas palabras seguían repitiéndose en su cabeza.

"cachorro, cahorro, cachorro. . . perdida, perdida"

A duras penas logró levantarse, y entre trastabillos logró llegar a la entrada del árbol.
No estaba preparado para lo que sus ojos iban a ver.

Cuando el ratón logró asomarse, divisó a Montimer junto a Debora, a los pies del árbol y los niños apartados de ellos mientras los miraban con los ojitos llorosos, una pequeña hoguera hecha con ramas secas les hacía compañía. Y entre los brazos de su murciélago alfa, un pequeño bulto sin movimiento.

Fueron escasos los segundos en los que el cerebro de Larry logró interpretar la información y sacar una conclusión acertada.

Todo tenía sentido en su cabeza.

Un cachorro, él lo había traído al mundo, y se lo habían quitado. Un cachorro perdido, su cachorro y el de Montimer.

— ¡Montimer, no! — Gritó con todas sus fuerzas desde lo alto. — ¡Detente!

Con los ojos aguados y entre tambaleos, logró descender de la guarida que compartía con su compañero, antes de caer sin fuerza y ser atrapado por Debora, que lo sostuvo entre sus brazos aún si así tuvieran que rebelarle lo que iba a suceder.

N-no. . . Monti. . . es nuestro cachorro.

Larry. . . no hay solución. No la hay. No es como nosotr. . .

— ¡Es nuestro cachorro!

— ¡Está muerto, Larry!

Aquella afirmación hizo a Larry temblar y soltarse en un llanto silencioso. No podía ser cierto. Él recordaba un grito, había soñado con un grito. Ese grito era su bebé, estaba seguro de que era su cachorro. Ya en una súplica, extendió ambos brazos, esperando recibir el cuerpo del bebé que ni siquiera sabía había dado a luz.

Amanecer Tardío | TAITFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora