IX. Final

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Aún un año después de llegar a Japón, Ash no podía creer lo tranquila que era una vida normal. De hecho, muchas veces se sorprendía a sí mismo mirando a su alrededor pensando en lo maravillosamente simple que era todo.

No le costó mucho asentarse en el lugar. Ya con un departamento propio y con un conocimiento del idioma japonés impresionante para el poco tiempo ahí, pudo conseguir trabajo rápidamente por las mañanas en una pequeña tienda departamental acomodando los productos y atendiendo personas de vez en cuando, así como otro en las tardes siendo ayudante de un editor en una revista que contrataba algunas veces a Ibe.

Por otro lado, Eiji y él decidieron hablar con sus padres y explicarles el asunto de la boda.

—¡Te dije que ese amuleto serviría! —había exclamado la pequeña hermana al tiempo en que se abalanzó sobre la pareja, dándoles su ya reconocida aprobación.

Los padres, a su vez, sonrieron y abrazaron con un poco menos de efusión a los chicos, dándoles toda una plática sobre la responsabilidad de un matrimonio y lo que esto conllevaba, pero se encontraban muy felices de ver a su hijo crecer y estar seguro de su futuro, nada comparado con antes de su viaje a Estados Unidos. Y con respecto al tema de ellos compartiendo el departamento de Ash mientras aún no estaban casados, los padres respondieron que Eiji ya era lo suficientemente maduro para tomar ese tipo de decisiones, así que vivían juntos desde entonces.

Todo iba de maravilla, ambos se ayudaban a sostener su hogar con dinero y compartiéndose las responsabilidades, así que el ambiente era alegre, como cuando vivieron juntos en Nueva York. También contaban con esa emoción de organizar una pequeña boda que tenía fecha para dentro de un año. Hoy, estaban haciendo la lista de invitados.

—Bueno, tu familia está claro que irá.

—Si por familia te refieres a mis padres y mi hermana, claro— respondió Eiji, teniendo por seguro en su cabeza que los demás integrantes de su extensa familia no estarían invitados, ya que quería evitar malos comentarios o miradas —. Ibe también.

—La verdad es que no sé qué tanta gente estará ahí, no es como que yo tenga amigos.

—¿Y Max?

Ash se mostró sorprendido.

—¿Crees que estaría bien?

—¡Claro!, ¿Por qué no? Tú sabes muy bien cuánto te quiere.

—Supongo— sonrió, y le tomó la mano a Eiji.

Los chicos se encontraban sentados en una pequeña mesa en la habitación principal, se tomaban de una mano y con la otra el japonés sostenía una pluma. Ya eran las once de la noche, así que en cualquier momento irían a dormir.

—También sería agradable que asistiera Sing, ¿No lo crees? — sugirió.

—Me gustaría verlo de nuevo, así que probablemente— respondió. Ash ya estaba más tranquilo con respecto a las personas que sabían que él estaba vivo, ya que como no había pasado nada en un año y todos en Estados Unidos ya lo habían olvidado, estaba seguro de que nada más pasaría.

El rubio levantó la mano que sostenía la de Eiji y la besó, haciendo sonrojar al otro. Ellos se miraron a los ojos con ternura por unos segundos, hasta que el mayor habló.

—Creo que ya es hora de acostarnos.

—Espera.

Después de susurrar esta palabra, Ash se levantó de la silla y se acercó lentamente a su pareja para acomodarse de frente y besarlo.

Momentos más tarde, ambos movían suavemente sus labios sin intención de separarse, mientras la habitación era inundada por los ligeros sonidos de las dos respiraciones. Sin parar, el rubio levantó al otro de su silla y lo guio hacia la cama.

Entonces, Eiji tomó iniciativa y, sin pronunciar palabra, hizo que Ash se recostara para después sentarse encima suyo, poniendo las piernas a los lados de la cadera del rubio, y comenzó a besarlo de nuevo. Se vieron enseguida envueltos en un calor romántico, donde el más joven acariciaba lentamente los costados del japonés, pero de repente éste cambió el juego y giró su cuerpo haciendo que Eiji golpeara la espalda contra la cama. Ahora habían cambiado los papeles.

El pelinegro soltó una risa con la sorpresa, pero no pudo sostenerla por mucho tiempo ya que su pareja no atacó sus labios, sino que dejó un camino de besos por su mejilla derecha y llegó a su cuello para lamerlo y darle pequeñas mordidas. Esto hizo que comenzara a soltar pequeños gemidos y se sonrojara como pocas veces antes.

Sin dejarlo descansar, Ash levantó suavemente su playera y se la quitó, logrando sacarle más jadeos.

Ash...— susurró.

Este pequeño sonido logró excitar aún más al rubio, al punto de que la sangre llegó a su miembro y lo despertó por completo. Mientras todo esto pasaba, consideró la gran diferencia que hacía el estar de acuerdo con este tipo de acercamientos y hacerlo con la persona que él amaba.

Segundos después, Eiji pudo mirar asombrado desde abajo cómo Ash estiraba todo su cuerpo para quitarse su propia playera y le sonreía tiernamente, lo que hizo que su corazón latiera más rápido, pero esto empeoró cuando el rubio comenzó a desabrocharle el pantalón.

—Espera— dijo, poniendo unos cuantos dedos sobre los del otro —, me pone un poco nervioso.

—¿Por qué? — contestó con una sonrisa en los labios —, no es la primera vez que hacemos esto.

—Lo sé...

Ash continuó cuando el japonés asintió y le abrió las piernas una vez se encontraron desnudas haciéndolo soltar otro gemido. Enseguida acarició con su dedo el punto más sensible de su prometido con la intención de prepararlo para lo que vendría después, lo que causó que, por los siguientes minutos, la habitación fuera testigo de los largos y suaves gemidos de Eiji, algunos de ellos mencionando el nombre de su acompañante, pero cuando este decidió que ya era momento, se intensificaron.

Ash era cuidadoso, intentaba que el otro sintiera toda la ternura con la que lo amaba, pero también se aseguraba de que ambos disfrutaran, así que estaba muy pendiente a sus reacciones y peticiones. De todas maneras, lo más importante y especial para los dos era demostrarse cuánto deseaban al otro y lo seguro que era un lugar en el que estuvieran solos por fin.

Una hora después de pequeños juegos, estocadas y declaraciones de amor, Eiji estaba acomodado encima de Ash, con su cabeza enterrada en su pecho y sus brazos y piernas a los costados, intentando inconscientemente sostener y esconderlo.

—Por favor, no te vayas— susurró el rubio mientras acariciaba el cabello de su prometido.

—No me iré... estaré siempre contigo.

Ambos sonrieron y, aunque no lo mencionaron, pensaban en esa ocasión en Estados Unidos en la que habían mencionado casi las mismas palabras.

—Te amo, Eiji.

—Yo te amo más, Ash.

Y así se quedaron por más tiempo del que pudieron contar, acariciándose y gozando de la cercanía que por fin tenían. En un momento de la noche, el japonés levantó su mano izquierda y admiró una vez más ese anillo de compromiso tan importante que le había entregado el amor de su vida. Cada vez que lo miraba, no podía evitar que miles de recuerdos pasaran por su cabeza, algunos hermosos y otros no tanto, pero era parte de lo que los había llevado a estar donde estaban ahora. Esa frase... tan poderosa y dolorosa, que remarcaba el gran amor que se tenían estaba inmortalizada en el anillo en forma de inscripción. El juramento de que todo estaría bien por siempre:

Mi alma siempre está contigo.

ღ 

¡Y así es como termina este pequeño fanfic! Muchísimas gracias a todos por leer, no creo aún la cantidad de vistas que tiene, en serio todos ustedes son lo mejor<3

Espero que hayan disfrutado esto y que se hayan emocionado con este final 100% REAL NO FAKE.

¡¡¡De nuevo gracias a todos!!!

Segundo Amanecer [Banana Fish]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora