En la oscuridad

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     Todo estaba lleno de oscuridad. Miguel despertó en esa incómoda cama de hospital. Tenía la cabeza vendada, se sentó y puso los pies sobre el suelo. Había un incómodo silencio a su alrededor. No se escuchaba absolutamente nada. Al ponerse de pie sintió un dolor inmenso sobre la espalda.

_¿Hola?

   No respondió nadie. Al ver que no había señales de vida decidió salir al pasillo.

    Nada.

    No habían personas, gente gritando ni niños llorando. ¿Que pasa aquí?. La habitación se encontraba al final del pasillo así que solo le quedaba avanzar al otro lado.

     Caminaba.

     No había nada en ese soleado pasillo. Ni sillas, ni murales, ni siquiera los que se encargan de la limpieza. Nada.

    Continuó caminando y no podía ver el final del pasillo aún.

    Podía sentir una presencia. Le causaba escalofríos. Le daba miedo mirar hacia atrás y encontrarse con algo.....algo malo. Pero más asustado se sentía por la soledad, sin nadie a su alrededor. Nada.

    Sintió un ruido e instintivamente se volteó. Sonó como un tazón roto, o ¿Un grito? Tal vez ya se estaba volviendo loco. Continuó su caminata. ¿Por que piensa en tantos gritos? Tal vez ese primer grito que inició sus pesadillas esa noche que sonó el teléfono. Por alguna razón no recordaba lo que pasó. ¿Qué pasó? Podía recordar lo que hacía con 7 años mientras jugaba pelota con sus amigos, pero no podía recordar lo que pasó esa noche. Ahí empezó todo. Se desencadenó algo malo.

     Las luces empezaban a parpadear en aquel tenebroso hospital.

_¿Hola?

     Continuaban parpadeando. No quedaba más remedio que continuar. Miguel odiaba la oscuridad. La mayor parte de su vida tuvo que dormir con una luz encendida cerca de él.

      Continuó caminando asustado cuando de pronto vio una puerta brillando a lo lejos.

      Las luces se apagaron.

     ¡Ahhhhhhhh!

     Se escuchó un grito enorme y una gran nube de oscuridad se fue acercando a Miguel. Este dio un brinco del susto, sentía que se le iba a salir el corazón y comenzó a correr lo más rápido que pudo sin mirar atrás en ningún momento.

     ¡Ahhhhhh!

     Estaba llegando a la puerta. Solo unos pasos más y....

    La oscuridad lo atrapó...

   ....  

   ....

   ....

   Silencio.

   Oscuridad.

   Tranquilidad. ¿Tranquilidad?

   Miguel se levantó nuevamente. ¿Donde estaba? Ya no se encontraba en ese oscuro hospital. Alzó su cabeza y lo primero que pensó fue en ¿Un laberinto? Parecía ser uno, excepto que en vez de que hubieran grandes paredes y arbustos eran refrigeradores, grandes refrigeradores. ¿Un sueño?

     Algo lo atrapó por la pierna y lo movió a una gran distancia. Ni siquiera pudo reaccionar y tenía su cara estampada contra el suelo.

     Se soltó.

_¿Qué demonios quieres de mi?

   Se escuchó una risa alrededor de todo el laberinto.

_¿Qué quieres?

Jajajajaja

  Miguel sintió escalofríos y comenzó a caminar por el laberinto. Todo fuera raro si no tuviera estos sueños constantemente, aunque había comenzado a ser molesto últimamente. Muchas pesadillas en tan poco tiempo, pero esa risa, esa oscuridad y esa ¿Mujer? Todo comenzaba a ser incómodo.
Continuó su caminata pensando en muchas cosas. Sus exámenes, su familia y....Gabriela. ¿Por que razón pensaba en ella? Recordó cuando la conoció, o bueno, cuando la vio por primera vez. Le pareció increíblemente atractiva e interesante. La vio en una parada de autobuses y no pudo evitar quitarle la cara de encima. Un semana después comenzó el preuniversitario y casualmente ella también lo comenzaba. Sin embargo nunca fue capaz de hablarle hasta que empezó el tercer año y coincidieron, ya que optaban por la misma carrera. Pero sin embargo.....

_Quítamelo

   Se escuchó cerca el grito desesperado de alguien.

_Quítamelo de la cabeza

   Miguel se sorprendió y siguió los gritos. Parecía como si torturaran a alguien.

_Quítamelo.

  Fue llegando a un pequeño rincón y había una persona agachada contra la pared.

  Se le fue acercando. Se podía apreciar que era un hombre grande.

_Oye, ¿Qué te pasa?— preguntó Miguel mientras se acercaba con cautela— ¿Tienes algo?

   Se volteó.

   Era el abuelo.

_Abuelo.

  Comenzó con una risa burlona.

_Este es mi final Miguel, y el tuyo se acerca.
_¿De que hablas?
_Lo intenté. Te quiero.
_ Abuelo.

  Su abuelo tomó un cuchillo y se lo clavó en el ojo.

_¡Abuelo!

  Se volteó mientras la sangre cubría su rostro y golpeó su cabeza contra un refrigerador hasta que el cuchillo perforó todo su rostro.

_¡Abuelo no! !Nooooo!

 

¡Nooooooo!

_Miguel

¡No, no, noooooooo!

_Miguel despierta ya.

  Miguel comenzó a ser movido de un lado a otro. Luego abrió sus ojos y era Marlon, su padre.

_¿Estás bien?
_Emm, si supongo— Miguel volvía a la realidad.
_Que bueno— le dijo Marlon— ¡Doctor, ya despertó!
_Cuanto, ¿Cuanto tiempo llevo aquí— preguntó Miguel desconcertado.
_Te desmayaste esta mañana, menos mal que despertaste. Pensé que habías muerto.
_Ja-ja.
_¿Qué? Es gracioso.

El doctor entró a la habitación.

_Bien, hora de hacerte algunos análisis.
_¿Cuánto tiempo estaré aquí?— preguntó Miguel.
_Hasta mañana seguramente— le respondió el doctor.
_¿Qué, pero si mañana es mi cumpleaños?
_Miguel, no sabemos lo que tienes, hazle caso al doctor— le dijo su padre.
_Menudo cumpleaños.

     Madrugada.
  Ring ring ring ring.

  Miguel despertó de su sueño debido al sonido de un teléfono.

Ring ring ring ring.

Su padre lo cogió.

_¿Hola?

  Miguel esperaba impacientemente la conversación de su padre. Sonaba nervioso. Una llamada a esta hora siempre significaba algo malo. ¿Y si le pasó algo a mamá? Se comenzaba a asustar él mismo.

   Marlon colgó el teléfono.

_¿Miguel?

  Lo miró atento.

_Tu abuelo se suicidó.

   Miguel recibió un golpe fuerte en su corazón y tuvo un sinfín de emociones al mismo tiempo. Pero lo que más pensó fue:

    Menudo cumpleaños.

    Eran las 3:57

    

      

    
 

Dulces sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora