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Ella vive con Ruth desde su nacimiento y la conoce mejor que nadie, han reído y llorado juntas como lo hacen las mejores amigas, solo que la pequeña humana nunca se había percatado de su existencia.

Cuando Ruth tenía un año y medio fue la primera vez que la consoló. Sus padres discutían mucho, pero ese día su padre abandonó la casa con su maleta en mano, para no volver jamás.

Ella en aquel entonces, a su corta edad, no entendía mucho lo que sucedía a su alrededor, pero la imagen de su padre saliendo por la puerta luego de haberle dado un beso en la frente nunca la olvidaría.

Y ustedes se preguntarán: «¿cómo una niña de esa edad puede tener semejante recuerdo?»
Se supone que los niños no guardan memorias de sus primeros años, sin embargo, su compañera hizo que ese fuera un recuerdo que jamás olvidara.

«¿Cómo lo hizo?» Creo que esa es una de las cosas inexplicables de la vida y la ciencia.

Meses más tardes Dannilo, su padre, se casaba con su segunda mujer, Dorothy. Fue una bella boda, celebrada en una iglesia a las afuera de la cuidad, con todos los lujos habidos y por haber, a pesar de que su preciosa hija vivía en pobreza y su madre ya no sabía que hacer para poner comida en la mesa.

Ruth era la niña de rizados cabellos que llevaba pétalos de rosas rojas para lanzar a los recién casados una vez salieran de la iglesia. Perecía una réplica en miniatura  de las princesas de Disney. Se veía feliz de ver a su progenitor, casi nunca tenía la oportunidad de verle, puesto que este no solía visitarla mucho, así que aprovechó hasta el más mínimo de los momentos en los que la abrazaba, la besaba,  la cargaba o la  llevaba de la mano.

Un día, en la madrugada, los toques en la puerta de la vieja casa despertaron a Ruth,  que salió corriendo asustada hasta el pequeño recibidor donde se encontraba su madre conversando de forma acalorada con aquella persona a la que ella adoraba.

– ¡Papi, papi!– gritaba toda emocionada por su inesperada llegada mientras alzaba sus pequeños brazos para que la cargara.

Él la tomó en brazos a la vez que le lanzaba una mirada acusadora a su ex- esposa

– ya habíamos hablado de esto, Patricia, Dorothy y yo nos vamos del país y necesito que la niña vaya hasta el aeropuerto conmigo, quiero despedirme de ella y tú no me lo vas a impedir – advirtió él con total firmeza.

– sólo será si yo voy con ella – la mujer  respondió tajante – Recuerda, esto es por ella.

Ruth y su padre subieron a uno de los autos que estaban estacionados en la abandonada calle. Ella vio subir a su madre en el otro con unos hombres que daban miedo.

En el transcurso del viaje Dannilo habló de lo mucho que la iba a extrañar y de que pronto se volverían a encontrar. Tanto Ruth como su compañera escuchaban atentamente sus promesas. Esta última solo esperaba que no le mintiera a la frágil niña que lo observaba con ojos llorosos.

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¡Felicidades, papá! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora