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La noche se abría paso entre los edificios, deslumbrando las penumbras con sus destellos infinitos

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La noche se abría paso entre los edificios, deslumbrando las penumbras con sus destellos infinitos. Las estrellas brillaban como perlas en el manto azabache de la noche, y las personas cuerdas daban finalizadas sus rutinas diarias, con el pensamiento en el mañana que llegaba pronto. Todos apegados a costumbres aburridas que significaban el día a día. Todos formando parte de una máquina que funcionaba normalmente. Todos piezas perfectamente funcionales de su ejemplar realidad. Ciudadanos de bien.

¿Pero qué pasa con los que no son normales? ¿O cuerdos? ¿Qué pasa con los que no entran en los engranajes sociales?

¿Qué pasa con los criminales?

Con los locos, los pervertidos, los asesinos y los ladrones. Con los psicópatas y los masoquistas. Qué pasa con los fetichistas, los sucios y los pobres.
Ellos, con la llegada de la oscuridad en la noche, recién despiertan.
Abriendo sus horribles ojos, aullando entre los callejones, afilando sus garras y relamiéndose los labios.
Como bestias que terminan de invernar.

Y toda bestia debe alimentarse correctamente.

Tomura tenía sus luceros granate fijos en su expresión

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Tomura tenía sus luceros granate fijos en su expresión. La saliva escapaba de sus comisuras, desbordando la cálida boca del menor. Las lágrimas bajaban con parsimonia, perdiéndose en la línea verde y revoltosa de cabello, mezclándose con el sudor.

¿Qué debía hacer con él?

¿Devorarlo?

¿Dejárselo a las hienas?

¿Arrancarle la piel centímetro por centímetro? ¿Hundirse en esas pecosas clavículas? ¿Desangrarlo a mordiscos?

Cualquier cosa que se le ocurriera, estaba seguro que el muchachito lo disfrutaría ¿Qué hacer entonces?

Enterró la punta de su zapatilla en la mejilla izquierda de su presa, mullida como un pastelito. El jovencito asomó la lengua en una expresión lasciva y lentamente, lamió la superficie.
Un escalofrío le recorrió la espalda.
¿Qué onda con ese niño?

- Tengo la sensación de que si te golpeo, me lo vas a agradecer.

El peliverde se retorció en el piso, sin quitarle los ojos de encima.

- ¿Qué me dices conejito? ¿Quieres jugar un poco?

Sumió sus dedos en el arbusto que tenía por cabello, los tironeo con fuerza y alzó su rostro. El menor jadeó cuando sintió a Shigaraki cernirse sobre su cuerpo, rozando su rodilla contra su apretada entrepierna.

Midoriya quería gritar y llorar al mismo tiempo. El sentimiento que se instalaba en su pecho, tenía apresado a su cuerpo en un laberinto del que no estaba seguro si quería salir. Había fantaseado tantas veces con ese momento, que estaba seguro que de un segundo a otro su alarma lo despertaría de aquel sueño en el que estaba sumergido. Si daba el caso de que, en realidad todo era cierto, haría lo imposible para permanecer más tiempo junto al discípulo sádico del enemigo en persona.

Porque la situación no le hacía pensar con claridad, su mente sólo funcionaba para sentir el tacto rudo del mayor entre sus piernas y pecho. Se mareaba de sólo imaginar qué podría ocurrir si llegaban más lejos.

Ya luego vería como solucionar su regreso a la UA, su escuela no podía importarle menos. No cuando tenía semejante obra de cruel arte frente a sus ojos. No quería pensar en el rostro de All Might en ese momento, o en el de sus amigos.

Y mucho menos quería pensar en su madre.

Y mucho menos quería pensar en su madre

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criminal ; villain!dekubowlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora