A la mañana siguiente, Kristoff seguía dormido cuando Hans se despertó. Pasó la mirada por la sala tenuemente iluminada por una vela y sonrió al ver que seguía allí, que no era un sueño o una paranoia. También rio levemente al pensar que esa vela estaba ahí con el único fin de que él no se despertara pensando que lo próximo que tendía que hacer era alistarse en las líneas del infierno, a manos del Diablo, como había pensado anteriormente. Su mirada se cruzó con Kristoff.
El pensamiento pasó por su mente: «¿Por qué lo haces? ¿Qué quieres de mí?». Fue un pensamiento momentáneo. Luego cambió de incógnita: «¿Cómo he llegado a tan surrealista situación?».
«Ah, sí; esa jodida tormenta... —. Para esa sí tenía respuesta—. Oh, y ese niñato: Iden. Uy, cómo lo pille... », no estaba seguro de que fuera todo culpa de Iden, pero cebarse con el chico era entretenido.
Kristoff se removió y abrió los ojos lentamente. Se quedó un rato mirando el techo y llegó a la clara conclusión de que era de madera, como cada vez que se despertaba y se quedaba mirando al techo sin razón. Bostezó e inclinó la cabeza para ver la sala, donde encontró a Hans mirándole. Tenía un mueca que Kristoff catalogó como ofensiva. Así que respondió rodando los ojos y levantándose de golpe para estirarse. Hans resopló y se estiró de la misma manera desde la cama.
—Ay, ay, ay... ¡Joder! —. Se mordió el carrillo en un intento de ignorar el dolor de su brazo.
¿Cómo se te puede olvidar que tienes el brazo frito? Bueno, hay gente para todo.
—Oye, ¿quieres tener cuidado? No te he tratado ese brazo para que vayas tú y lo empeores haciendo el tonto —. Antes de las ocho y media de la mañana y del café, Kristoff tiende a tener mal humor.
—De acuerdo, de acuerdo —. Antes de las ocho y media de la mañana y del café, Hans tiende a tener mejor humor.
Cuando ambos desayunaron (café incluido), uno desde la mesa y otro desde la cama, volvieron a sus comportamientos normales.
Las horas pasaron sorprendentemente rápido para ambos. Curioso, porque normalmente un silencio abrumador y un contrario que te causa pavor no suelen ser compatibles con ello. Y en estos momentos, por alguna razón, siempre surgen pequeñas interacciones. Qué cosas, la situación parece de una novela.
Kristoff intentaba afinar su guitarra mientras Sven le empujaba hacia la chimenea.
—¿Qué pasa? —preguntó Kristoff, bajando el morro de Sven al suelo para que se calmara— No, no voy a dormir ahora. Es la una de la tarde, Sven.
Sven bufó. Hans negó con la cabeza, soltando una risita. Kristoff parpadeó varias veces y luego le miró.
—Nada —contestó, nadie había hecho ninguna pregunta.
Volvió a mirar a su cuaderno y añadió un par de puntos en la cara de Kristoff, no se había dado cuenta de que tuviera pecas.
—¿La cabaña es tuya? —dijo Hans, empezando una hoja de diario.
Quería mantener la evolución de la cautividad controlada.
—Pertenece a Arendelle —. La pregunta le pilló desprevenido.
Hans le miró, frunciendo el ceño durante un momento. Dio dos golpecitos a la libreta con su pluma.
—Arendelle es grande y esto es solo una cabaña, sé algo más específico... —Kristoff le interrumpió.
—Anna —. Apretó los labios.
Hans no contuvo la leve sonrisa de su rostro.
«¿Por qué sonrío?», se preguntó.
—Vaya, ¿una pelea? —. ¿Qué hacía empezando una conversación sobre eso?
«Soy tonto o qué. Está claro que eso no se pregunta, idiota».
—Qué más te da —. Kristoff le miró desde su sitio.
«Eso digo yo: ¡qué más me da!». Apretó su pluma.
Kristoff se recostó en la pared. Volvió a mirar al techo, suspiró. Lo meditó un poco y habló:
—Me echaron, supongo.
—¿Cómo...? —. No quería una explicación, era pura confusión.
—Y a ti qué te... —. Se detuvo y volvió a intentarlo—. Es... complicado.
—Así que... allí por romper con una princesa te echan del reino. Vaya con la Reina, qué mujer... —. No, estaba convencido de que alguien hablaba por él. Y ¿de dónde se sacaba esas suposiciones?
—Si hubiera sido por ella, habría salido de allí hecho un cubito de hielo.
—Huiste, entonces.
Hans estaba... pasándolo mal con su manía de meterse exactamente donde no le llaman.
—O lo intenté —rio, miraba al suelo fijamente—: esa mujer es rápida. Pero sus guardias son lentos y me tienen cariño. Ellos son los que me salvaron, por así decirlo.
—¿Cariño?
—Sí. A Odell le debo la vida de aquel día. Obstruyó el camino hacia mí con sus compañeros. Hacían una ronda de reconocimiento, iban la mitad borrachos y la otra mitad gruñendo, pero cuando me vieron, no dudaron en ponerse en mitad del camino. Ahora, cuando recuerdo aquel día, sonrío pensando en las canciones que cantaban, haciéndose los inocentes, mientras ella gritaba que se apartaran —sonrío, se ve que entonces lo estaba recordando—. Estúpido Odell...
Por fin, Hans había quedado sin palabras.
—Y tú ¿de dónde sales? —. Kristoff se levantó, yendo a por algo de comer.
—¿Yo?
—No veo a nadie más aquí —. Ordenó unas frutas en una bandeja.
—A veces te da por hablar con el reno —. Señaló a Sven—. Así que he preferido asegurarme.
Escuchó la risa de Kristoff. Y decidió que le gustaba su risa. Aunque también le gustaba la de Ivy, así que no era nada especial.
—Muy gracioso —le respondió.
Hans sonrió, Kristoff no pudo verlo, si lo hubiera visto, habría decidido que le gustaba su sonrisa. Pero también le gustaba la de Colby —el limpiador de cuadras de palacio—, así que no habría sido nada especial.
—Entonces, ¿me estás pidiendo que te cuente la historia de cómo he acabado aquí? —preguntó Hans.
—Sería lo justo —respondió Kristoff.
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𝐓𝐨𝐫𝐦𝐞𝐧𝐭𝐚 ━ ʜᴀɴsᴏғғ
Fanfiction«¿Por qué me has traído aquí?», dijo. «Te morías», respondió. 🖇️ HISTORIA EN PROCESO, aunque si me pides una opinión honesta, no sé qué estoy haciendo. 7 831 palabras inicio: agosto de 2020 fin: