Capítulo 3

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Kristoff llevaba en la montaña demasiado tiempo.

La tormenta daba señales de estar a punto de empezar. Sven le intentaba hacer entrar en razón, pero ambos sabían que cuando a Kristoff se le mete algo en la cabeza, no lo deja hasta conseguirlo. Así que tuvo que rehusarse a insistir y seguir adelante con el hombre a cuestas. Iban en busca de madera y especias para condimentar su comida. La madera ya la tenían, estaban en un bosque después de todo. Las especias eran otro tema. Estaban demasiado lejos, según Kristoff, como para volver con medio objetivo.

Encontrarían esas especias como fuera.

Al rato, la tormenta ya era capaz de hacer a Sven tambalearse en la nieve del suelo, porque todo estaba completamente nevado a esas alturas. Kristoff los conducía hacia una zona montañosa donde poder refugiarse de la tempestad. Quedaba algo lejos, pero el camino parecía más despejado. Dejaría su búsqueda de condimentos para otra ocasión.

Escuchó varios gritos de personas. Inmediatamente dos cosas se le pasaron por la cabeza: estaba cerca de un pueblo o había gente en apuros. Teóricamente, las dos eran ciertas de alguna manera. Al acercarse más, se dio cuenta de que eran gritos de guardias de palacio. Según él pudo deducir, buscaban a alguien. Alguien que se había perdido.

Intentó llegar a ellos, pero cada vez que pensaba que se acercaba, los escuchaba más y más lejos hasta que dejó de escucharlos. Maldijo y volvió a darse la vuelta con rudeza. Se dirigió a las rocas lo más rápido que pudo y paró en seco al ver una figura en medio del camino. Parecía una persona sobre un caballo. También ella se había detenido a observarle.

Se acercó más y empezó a distinguir a un hombre con una antorcha en la mano. La otra figura también se movió. Ambos avanzaron el uno hacia el otro. Kristoff casi se cae del susto al ver el rostro pálido y aterrorizado que lo miraba.

—¿Tú? ¿Qué haces aquí? —gritó Kristoff.

Hans no tenía la fuerza para hablar o gritar algo como respuesta, tampoco tenía una respuesta que darle, ni siquiera se creía quién le estaba hablando. Ambos estaban de piedra cuando, repentinamente, el caballo de Hans se desplomó en el suelo y él, curiosamente, escuchó algo crepitar. Sonaba demasiado cerca, pensó.

El contraste del frío de su piel con el fuego ardiente de la antorcha hizo que prácticamente cayera desmayado al momento. Para su mala suerte, seguía gritando de dolor cuando, por un impulso, Kristoff había bajado de su reno para socorrerlo. Kristoff vio aterrado cómo la mitad del brazo izquierdo de Hans estaba ardiendo. Hans no podía dejar de mirar su brazo con los ojos descolocados de dolor. Kristoff supuso que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba a su lado.

Cuando pensó que nada podría ir peor, escuchó el sonido de la nieve crujir y al momento su mente se quedó en blanco. Un hombre delante de él, Hans, estaba quemándose vivo y una avalancha se acercaba mientras que la tormenta no le dejaba casi moverse.

Lo último que vio Hans fue la mirada perdida de Kristoff.

Cuando eso ocurrió, cuando Hans se había desmayado y su brazo ya no tenía fuego pero estaba ardiendo por sí solo, Kristoff se quitó un trozo de tela atado a su cabeza para ponerlo en el brazo quemado, le cogió en brazos, le llevó con Sven y le subió delante de él. Le colocó y le agarró por la cintura para que no cayera. Indicó a Sven que avanzara y salieron a la carrera justo en el momento en que la avalancha les perseguía desde las rocas.

Irónicamente, huía del lugar en el que pensaba protegerse.

Y huía rápido, porque se le iba la vida en ello, la suya y la del herido que había rescatado. Su mente no le dejaba pensar en otra cosa que no fuera el sonido de la nieve avanzar. En su cabeza había un silencio sepulcral que solo era perturbado por ella. Los árboles pasaban a toda velocidad a su lado y el tiempo parecía congelado. Era consciente de lo que ocurría, pero era como si lo viera desde fuera. Como si se viera a sí mismo correr por su vida sobre un reno y con su mayor enemigo herido a cuestas a través de los árboles.

Quedando poco para llegar a la cabaña, corazón parecía estar a punto de salírsele del pecho. Iban a una velocidad sobrenatural. Casi se veía el tejado de la cabaña cuando Sven tuvo que pegar un salto y Hans casi se cae. Kristoff le agarró más fuerte y, entre todo aquel silencio de su cabeza, también se escuchó la respiración pesada de Hans.

Estaba empeorando a cada segundo. Kristoff lo sabía. Y entonces, como campanas celestiales: las puertas de la caballa delante de su cara. La avalancha no era tan sonora como antes. Se habría mermado, pero seguía siendo peligrosa. En eso pensaba Kristoff mientras volvía a cargar a Hans dentro de la cabaña y dejaba entrar a Sven a cubierto.

Cuando hubo cerrado la puerta detrás de su espalda, volvió a respirar.

𝐓𝐨𝐫𝐦𝐞𝐧𝐭𝐚 ━ ʜᴀɴsᴏғғDonde viven las historias. Descúbrelo ahora