•PROLOGO•

58 1 0
                                    

Mamá me observaba con amor… su mano en mi mejilla acariciando como si yo fuera su salvación, cerré mis ojos porque me sentía a salvo con ella. Mamá era mi héroe en estos momentos.

Abrí mis ojos de nuevo para ver sus ojos verdes, su piel pálida, su cabello enmarañado y sucio. No estábamos bien, vivíamos en una casita echa de pajas, ella como podía iba a recoger latas y las vendía, el dinero que traía se gastaba en un abrir y cerrar de ojos.

—Eres mi angelito bebé.—sonreí contento por lo que me dijo.

—Iré a preparar el fuego mamá.—besé su mejilla y me levanté del suelo para ir afuera a buscar leña y ponerlo sobre una chapa para hacer lo dicho. 

Era felíz con lo poco que tenía porque mamá estaba aquí conmigo.

En el transcurso de hacer que el fuego ardiera pasaron tres niños, vestían unos lindos abrigos y sonreí al verlos para luego saludarlos, tal vez me invitarían a jugar.

—¡Ahí está!—gritó el niño con mejillas gorditas.

—¡Es Travis el pobre!—se burló otro niño… mis mejillas se sonrojaron, ellos tenían razón, era pobre pero millonario de corazón como decía mamá. Pero ellod no querían jugar conmigo.

—¿No tienes estufa Travis? Pobrecito…Las personas pobres en la pobreza se quedan.

Se fueron riendo y creando un puchero bajé mi mirada porque estaba avergonzado, mamá salió con una de sus chaquetas y me envolvió.

—¿Qué pasó mi bebé?

La miré y negué, no quería preocuparla a ella, ya teníamos demasiado con tenernos nosotros.

—¿Cuándo podré ir a la escuela?

Ella suspiró, a veces mamá no quería tocar temas en donde involucraba el dinero pero siempre estaba ese momento en donde si o si se debía hablar.

—Travis, sabes que mamá no tiene empleo.

—Pero cuando tengas mamá, puedo ir a  trabajar contigo y…

—No Travis. No permitiré que trabajes, sabes que yo debo mantenerte. Tienes ocho años por favor mi amor…Estás chiquito y puedes dañarte las manos.

Suspiré una vez más. No quería que mamá trabajara sola, me molestaba.

—Quiero poder juntar algo de dinero y comprarte tus cuadernos y yo puedo enseñarte. Sabes que mamá tiene su inteligencia intacta.

Sonreí y me refugié en sus brazos ,amaba el calor y cariño que desprendía la mujer. A veces tenía entendido que papá nos dejó por otra mujer y que mis abuelitos no nos querían, que éramos como una carga para ellos. 

¿Por qué eran malos con nosotros? Vivía preguntándome lo mismo, pero mi madre decía que cuando sea grande encontraría respuestas a todas mis preguntas.

Los días pasaban como el viento, mamá se encargaba de enseñarme a leer, a escribir y algo de dibujo. Mis días favoritos era los miércoles, el día en donde podía aprender a sumar, restar, dividir y multiplicar, amaba ese día, también de que mamá me preparaba un chocolate caliente porque no había para cenar.

No me quejaba, era felíz.

Un día mamá se fue a su trabajo, me quedé solo, salí a preparar el fuego y me senté a calentarme, hacía frío y tenía hambre. Los niños pasaron y se burlaron de mi porque estaba sucio y solo. Dijeron que mi mamá era una alcohólica, tenía miedo de que fuera verdad.

Pero eso cambió cuando la ví llegar cargando muchas bolsas. 

—Ven mi angelito.

Me levanté y la seguí. Ella colocó las bolsas sobre la cama. 

—¿De dónde sacaste esto mami?

—Shhh cierra los ojos mi bebé.

Le hice caso. Cerré mis ojitos y sentí algo suave sobre mi mejilla, estaba ansioso ahora, quería saber lo que mi madre me quería dar.

—Abrelos.

Los abrí y era un peluche. Un osito mejor dicho, suave y muy lindo… la miré sonriente y la abracé.

—¿Te gusta?

—Me encanta mamá, es hermoso.

Me subí a la cama y entonces ella sacó una bolsita rosada y me la dió… eran galletitas, la abrí y comí una, estaban deliciosas. Le invité a mi madre y en cambio a eso besó mi frente.

—Gané la lotería bebé, finalmente podré darte la vida que queremos los dos.

Susurró y supe que estaba llorando.

—Mamá…

—Saqué demasiado dinero mi amor… podremos comprar una casa e irnos, podrás ir a una escuela y que esos niños que se burlaban de ti se mueran de envidia.

—No seas grosera mami.

Sonreí y la abracé. Un abrazo en el cual me gustaría pasar más tiempo.

Y Sigues AquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora