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Muchos dicen que los ojos son las ventanas del alma, que ellos lo pueden decir todo. Delatan pensamientos, emociones, amores y rencores con solo una mirada. Sin embargo, hay algo más poderoso que corre por nuestras venas continuamente y habla aunque no le preguntes, aunque no quieras. Sus palabras se traducen en conflictos genéticos y en valores numéricos cuando es extraído de su entorno natural. No solo guarda datos personales, sino que, también, carga con generaciones y generaciones de información circulando por nuestros cuerpos, deseando trasladarse o reproducirse en alguien más para perdurar infinitamente. No puedes engañarla, ella lo sabe todo y más, mucho más. No sabe mentir, ni ocultar.

Eso fue lo que pensé mientras volvía a casa después de conocer los resultados. El médico fue muy amable y profesional... a pesar de que estaba igual de desconcertado que yo.

- Es... la primera vez que veo algo así. Lo he oído, he conocido colegas que han trabajado en estos casos pero es... tan cercano.

- ¿Qué quiere decir? - estaba ansioso.

- Bueno, bien. Su estado de salud es excelente, perfectamente estable y, como usted dijo, hay residuos de las drogas de fertilidad, pero no han hecho ningún daño. Ahora, lo más asombroso es que la testosterona es muy baja, aunque no es algo que impida la reproducción. Pero el problema no es ese...

- ¿Entonces?

- Tu padrastro es un doncel. No podrá tener hijos sin una pareja masculina.

- ¿Qué?

- Es raro... ningún doncel es capaz de establecer una relación con una mujer. No se sienten atraídos en lo más mínimo y casi siempre buscan una pareja. Tienen un instinto maternal muy fuerte... eso explicaría porque te ve como a un hijo.

- No soy su hijo.

- Lo sé. Lo que digo es que él se sintió atraído por el calor familiar.

- Buscaba...

- Una familia y lo intentó, intentó aceptar que eso era lo mejor que podía hacer.

- Por eso tomó las pastillas.

- Fueron intentos desesperados por mantenerse.

Estacioné a un par de cuadras de casa. Ya no podía más, todo estaba alterado ante mis ojos. ¿Cómo pude ser tan ciego? Todo el tiempo estuvo delante de mí. Al salir del hospital no pude evitar formar una enorme sonrisa. Él era increíble. El tiempo de espera se estaba acabando, tenía que tomarlo y hacerlo mío. Necesitaba acorralarlo para que no pudiera escapar o esconderse de mí.

La mansión ya no era tan gigante, la conocía de piés a cabeza. Mi obsesión me llevó a controlar todo lo que había a nuestro alredor, necesitaba estar seguro de que nadie interferiría en nuestras vidas. No solo recurrí a las cámaras, sino que, también, utilicé mis arranques "adolescentes" a mi favor, con ayuda de ellos evité que varios individuos se acercarán a Sehun. Fue tan fácil, las mujeres u hombres (aunque estos no dejaban ver sus intenciones al inicio, ya saben, "amigos") corrían aterrados al conocerme e incluso algunos intentaban hacer elegir a Sehun y, obviamente, yo tenía las de ganar. ¿Por qué huían? Simple, en mis intentos por verme más maduro aproveché todas las oportunidades. Mis tatuajes y, en ese entonces, mi cabello rojo, mi vestimenta oscura, mis malos modales (usados a escondidas de Sehun) y mi cara de pocos amigos, eran una combinación que gritaba "peligro".

Solo había una persona a la que mi cambio no le afectaba en lo más mínimo, sí, Sehun. Me presentaba como si fuera un niño y estoy seguro de que eso causaba el shock en las demás personas; podía imaginarmelo hablando de mí como si fuera un niño bueno, un adolescente fuera de serie... pero luego de eso, ellos me conocían y la idea de tenerme merodeando no les parecía muy agradable. La hostilidad era tan palpable como una pared y, gracias a eso, todo volvía a la normalidad. Mi permanencia junto a Sehun jamás había sido puesta en duda.

- ¿En qué estas pensando? - sentía como sus dedos acariciaban mis cabellos.

- Fui a buscar mis resultados.

- ¿Pasó algo malo?- pude sentir su preocupación.

- No, todo está bien. Estoy muy sano.

- Esa es una buena noticia. - sonrió.

- ¿Qué vamos a cenar hoy?

- No lo sé. Hoy no he preparado nada.

- Podemos pedir...

- Bien, ya vuelvo.

- No, yo voy a hacer el pedido. Tienes que descansar un poco.- él solo asintió.

Fui hasta la cocina y realicé la orden en un lugar especial, la noche era ideal. Aunque el miedo me poseía de vez en cuando, no podía retroceder.

Recibí la comida y las bebidas especialmente elegidas para la ocasión. No piensen mal... no tiene nada de malo beber un poco, no es que pensara en recurrir a la borrachera en caso de que las cosas salieran mal. Esa no era mi intención. ¡Claro que no! Además, él no me creería, puede leerme como a un libro.

- Sehun, ya llegó el pedido. - tomé aire y me dirigí al comedor.

Media noche y las botellas estaban semi vacías, esparcidas por la mesa de la sala. La luz cambiante y fría del televisor marcaba las figuras que estaban frente a él. Hace tiempo había dejado de mirar la película, estaba siendo atraído por algo más. Sehun estaba recostado en mi hombro, sus ojos cada vez luchaban menos por seguir abiertos y sus labios rosados atrapaban toda mi atención. Con mi brazo derecho rodeé su cintura y lo acerqué aún más. La camisa color rosa, casi transparente, y los jeans que marcaban perfectamente sus piernas me estaban volviendo loco.

Todo comenzó con un beso en la mejilla, algo a lo que ya estaba acostumbrado, y el recorrido de mi boca terminó en sus suaves y dulces labios. Me estaba volviendo adicto, mi lengua se abrió pasó y encontró a la suya, el sabor del alcohol hizo que ambas se adormecieran y lentamente nos fuimos hundiendo. Sus manos estaban apoyadas en mi pecho y, según la intensidad del beso, se cerraban en puños apricionando mi remera.

No fueron actos inconscientes. No, nos deseábamos y era nuestra oportunidad.

No iba a dejar que él confundiera las cosas. Lo haría mío hasta el cansancio.

¡Que la sociedad se vaya al demonio!

Él era solo mío.

El Secreto de la Sangre (CHANHUN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora