Cambio Radical

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                             Parte 1







Joel Ignacio García Companioni (Matica)
@yoelmatica








Sinopsis
Un joven viaja de vacaciones con sus amigos, celebrando la aprobación de la universidad. Lo que nunca imaginó fue que caería en los dominios de una experimentada mujer. Ella, una persona nueva de edad pero llena de dotes de conocimiento, picardía y dominación aprovecharía la inexperiencia de Héctor. El chico, se enamora profundamente de Carol sin poder ver nada.














Con el paso del tiempo cambió mi forma de pensar, mi manera de ver la vida, mi estilo, mis costumbres. En tan solo cuestión de horas, ella me hizo sentir algo más allá del límite establecidos,  aprendí lo nunca nadie me enseñaría después…
¿Qué tanto te puede cambiar una persona?
¿Es posible enamorarse de alguien perdidamente con los ojos ciegos?














Prueba  cosas nuevas, diviértete, sal de la monotonía, de lo contrario te arrepentirás de no haberlo hecho cuando sea muy tarde…


En mi época la juventud solo pensaba en fiesta, mujeres y diversión. Esto ocurría siempre, todos los días, a todas horas, en todo el país. Yo era diferente, siempre fui el típico chico que nunca salía de su casa, ni a por los mandados de mamá. Aplicado, respetuoso, callado, básicamente un ermitaño de mi cuarto. Muy metido hasta fondo en el mundo de las películas, series y videojuegos. Mis dieciocho años recién cumplidos, habían pasado por mí, pero yo no por ellos, era un inocente e inofensivo conejito. No salía a una fiesta ni de broma, mis calificaciones eran las mejores, las mujeres no me importaban, no tenía tiempo con tantos estudios. Me gradué con la nota máxima en el preuniversitario, era el favorito de todos los profesores, alumno destacado con una de las mejores ingenierías en mis manos. En fin, un puntualito ejemplo a seguir. La fiesta de graduación planificada por algunos de mis compañeros de toda la vida, seria en un hotelito a varios kilómetros del pueblo. Obviamente no pensaba ir, pero a tanta insistencia de mis padres todo cambio. Mis compañeros y yo no éramos hijos de burgueses, ni de adinerados de la clase alta, por lo tanto iríamos a un hotel barato. Juntos casi siempre la pasábamos bien, tampoco hacía falta ir al Burj Al Arab para pasar un buen rato. No que estuviera muy contento con el viaje de tres días y dos noches pero bueno, me adaptaría. Pocas veces había salido del pueblo y menos solo, esa iba a ser mi primera salida como adulto. En total íbamos tres parejas y yo, por lo tanto reservamos cuatro habitaciones, cada pareja en una habitación y yo en la mía más solo que un náufrago. Llegamos, vimos todo el lugar, tomamos unos tragos, fuimos a nadar en la piscina y todo muy normal. Anita, una de las chicas del grupo me llama aparte y me dice:
-Héctor, me hace falta un gran favor tuyo…
-Dime Ana, ¿qué puedo hacer por ti?
-Mi prima vino desde lejos para verme y darme un regalo sorpresa por la graduación, por desgracia, cuando llegó a mi casa ya veníamos de camino para el hotel. No pudo verme, ahora mi madre me llamó y me dijo que ella venia para acá por la noche.
Yo desentendido le dije:
-¿Qué debo hacer yo?, ¿Cómo te ayudo?...
Me miró con cara de tristeza y me habló:
-Ella pudiera dormir conmigo y con Lázaro, pero queremos tener privacidad... Tú eres el único que está solo, tienes más espacio en la cama y te prometo que no te va a molestar, ¿fueras tan amable de dejarla dormir en tu habitación? Me dijo con cara de lastima.
-Ok, no hay problema con eso. Afirmé yo muy seguro, haciéndome el mayorcito, aunque por dentro me estaba muriendo de miedo.
-Mi prima es diferente y te agradara mucho, mil gracias eres el mejor del mundo mundial - Luego me abrazó y se fue con su novio.
Salimos de la piscina hacia nuestras respectivas habitaciones, nos bañamos y prepararnos para la noche. Fuimos a cenar todos juntos, nos veíamos bien, rodeados de buenos chistes e interesantes conversaciones. Éramos amigos inseparables. Más tarde entramos a la pequeña discoteca del hotel. Ron, tequila, piña colada y cerveza, todo esto mesclado es igual a una borrachera monumental. En la madrugada mis amigos me dejaron encima de la cama, mis condiciones eran pésimas. Solo recuerdo que todos se fueron,  al rato se prendió la luz, sentí varias carcajadas y me tapé la cabeza completa con la colcha.
Al otro día me desperté temprano. Me quedé tirado en la cama muy desganado como consecuencia de la noche anterior. Primero sentí un olor raro, como a tabaco y luego un escándalo brutal. Imaginen estar tirado en la cama a principio de la mañana, con una resaca que pesa una tonelada y te ponen el equipo de música a todo volumen. Como si fuera poco, la peste a cigarro estaba por todos lados y había un montón de ropa por doquier. Pantalones de vinilo color negro, un pulóver anchísimo también de color negro, una mochila llena de parches y unas botas. Automáticamente me di cuenta que el equipo estaba trancado en el baño, de allí venía el escándalo. Varias veces grité:
-Hola, Holaaa, Holaaaaaaa- Grité medio de mal humor. La música arruina oídos bajo su volumen y una voz femenina me contestó:
-¡Hola!, tú debes de ser Héctor, mi nombre es Carolina y soy la prima de Anita. Adelante pasa, no tengas pena…- Yo con seguridad entré con confianza. Cuando estaba en el baño, fue la primera vez que la vi. Era Carolina extendiendo su mano para saludarme totalmente desnuda y cubierta de espuma por partes. Muy rápido viré la cara. A lo que ella me respondió:
-Huy pero que mala educación tienes- Así respondió a mi reacción para después subir la música y entrar nuevamente a la ducha. Con mucha vergüenza, me retiré y me senté en el balcón un rato. Era muy atractiva, sus pechos eran grandes, pero no alcancé a verla bien detalladamente. Al poco rato salió, vestía una playera sin sostén, sus pezones marcados a simple vista eran como puntillas tratando de romper la tela. Mis ojos no mostraron educación alguna, eran muy frescos. Sin embargo, sabía que yo miraba sus pechos con descaro y solo mostró una sonrisa. Después se cruzó de pies, extendió la mano y me dijo:
-Empecemos de cero, mi nombre es Carolina, pero me puedes decir Carol.
-Mucho gusto, Carol.
-¿Qué edad tienes?
-Acabo de cumplir 18. ¿Y tú?
-Yo tengo veinticinco, ¿quieres un cigarro?- Me preguntó sacando una cajetilla y prendiendo uno, a continuación. La miré y le afirmé:
-¡Fumar te mata lentamente!
-En esta vida todo mata, aparte, de algo tengo que morir- Dijo ella muy segura, descruzando los pies y relajándose. Me quedé sorprendido con su respuesta, en ese momento escuché pero no analicé sus palabras, después sí, pero esa sería otra historia. Me paré a por un poco de agua, ella me dijo con estas palabras:
-Anoche me hiciste el amor como nunca nadie me lo había hecho… Me quedé en pausa por unos minutos, con cara de despistado intentando recordar algo, no lo podía creer. Había sido mi primera vez y no me acordaba de nada, por más que forzaba mí cerebro; ningún recuerdo salía de allí. Carol empezó a reír, se puso seria de repente, pegándose a mí y susurrándome al oído:
-No creas todo lo que te digan- Entró riéndose con un caminado lento.
-Con eso no se juega- Le grité desde el balcón, a lo que ella me respondió.
-Pues que mal, a mí me encanta jugar con eso- Contestó desde la habitación. Seguidamente entré y me paré frente a ella, se encontraba acostada boca abajo en la cama. Tenía varios tatuajes regados dibujando su piel, su pelo tapaba su espalda y solo traía una camiseta. Me dirigí al baño ignorando su presencia, vistiéndome para salir a almorzar. El tiempo empeoraba, una gran tempestad asechaba los alrededores. Salí a por el almuerzo, pasó un rato y apenas terminé, me fui a descansar. Justo cuando yo entraba ella salía. Me dijo con voz dominante:
-No te duermas que enseguida vuelvo.
-¿Quién te crees que eres?- Le pregunté yo, medio acomplejado por su forma de hablarme. Ella siguió su destino sin hacerle caso a mi pregunta. Cuando llegué al cuarto me dejé caer sobre la cama boca arriba. Estaba agotado, la noche anterior me había matado. No tardé mucho para dormirme. El sueño era profundo hasta que una mano fresca agarró mi pene apretándolo muchísimo al punto de sentir dolor. Le dije:
-Carolina ¿qué estás haciendo?, suéltame, me duele mucho.
-Te dije que no te durmieras, pídeme perdón.
-¡Perdón!- Exclamé retorcido del dolor
-Más veces y más alto que no te escucho.
-Perdón, perdón, perdón, perdón…- Hasta que me soltó de una vez.
-¡Estás loca!-Le grité fuerte. Ella me miró profundamente a los ojos y me dijo:
-Repite, ¿cómo fue me dijiste?- Yo para evitar problemas con esa loca no le contesté nada. Carol sacó una botella de alcohol recién comprada, cerró la puerta con seguro y puso Rock And Roll en el equipo de música. Nuestra habitación era en un segundo piso, el primero estaba desocupado, para completar era el último y más apartado cuarto de todo el hotel. Allí estaba yo, un chico decente y estudioso encerrado con una loca de la calle. Asesina de cigarros, bebedora de tardes, que disfrutaba la vida como si siempre fuera el último día. Aquella amante al Heavy metal y el Hard rock tenía intenciones de divertirse, pero el único ser vivo a menos de cien metros era yo. No había escapatoria, ni para ella, ni para mí. La lluvia empezó a fortalecerse y en sus planes no estaba escampar, no tenía escapatoria de aquella sicópata. Mi única opción era dejarme llevar por ella, si le iba a la contraria sé que terminaría con algún hueso fracturado. Esperamos un tiempo para digerir el almuerzo y empezamos a beber, a conversar. Al rato de habla de la familia, las mascotas y demás, ella rompió con una pregunta directa:
-¿Cuántas novias has tenido?
-Ninguna, he dedicado todo mi tiempo a los estudios.
-Estas esperando que te salgan arrugas, canas y tener un bonito bastón.
-Aun no encuentro a la persona indicada, son tiempos difíciles.
-Te veo más virgen que María y con sesenta años - Dijo ella riendo a carcajadas, luego de ver mi cara, me aconsejó:
-Los tiempos cambian, hoy las relaciones duran muy poco, eso de la mujer indicada ya pasó de moda hace como veinte años.
-Y ¿qué quieres que haga?- Pregunté yo.
-Arriésgate a probar cosas nuevas, de lo contrario cuando seas viejito te arrepentirás de no haberlo hecho. Folla, ten sexo con todo lo que respire, pese más de veinticinco libras y sea mayor de edad.
-Muy buen concejo el tuyo. Dije con ironía.
Cuando los alcoholes empezaron mover todo, ella se puso de pies y gritó:
-¡Que caloooooor!- Quitándose su playera, quedando solamente tapada con unas bragas, también de color negro por cierto. Yo solo me quedé sentado en el lugar mirando, cuando de repente corrió hacia su mochila y empezó a buscar algo.
-Tengo ganas actuar como dominatriz, ¡Hagamos Bondage!- Y comenzó a sacar sogas, látigos, ropa de vinilo de color negro brilloso. Yo medio espantado le pregunté:
-¿Para qué es todo eso?, ¿Qué es Bondage? Carolina me aclaró:
-Te voy a enseñar muchas cosas hoy, solo tienes que relajarte, dejarte llevar por mí y obedecerme en todo momento. ¿Está claro?
-Si- Fue mi respuesta absoluta. A pesar de todo mi descontrolado nerviosismo, seguía tomando para relajarme. Silenciosamente fue por detrás de mí y me empezó a acariciar. Me pasaba la mano y me besaba por todo el cuello, era muy relajante pero todo lo interrumpió algo frio que apretó mi garganta.
-¿Ahora qué hiciste?- Le dije yo, que con solo horas de conocerla nada me sorprendería ver proveniente de ella.
-Es un collar de sumisión con candado, no me obligues a ponerte una mordaza o peor aún usar el látigo de colas contigo- Agarrándome por el collar, me levantó de un jalón, me llevo hasta la cama. Allí me quitó la ropa y me quedé en calzoncillo, después me empujó de espaldas sobre la cama. Sacó unas cuerdas y me dijo:
-No te voy a hacer daño, confía en mí- Atándome individualmente las manos y los pies a las cuatro esquinas de la cama. Ya teniendo el control absoluto de mí y por lo tanto, de la situación, me dijo:
-Cambié de idea, si te voy a poner mordaza- Y así fue, incluso también puso vendas en mis ojos, tapando mi visión al cien por ciento. Sentía miedo, estaba nervioso, no sabía lo que ella fuera capaz de hacerme. Me encontraba encima de una cama, casi desnudo,  con una extraña que esta más loca que una cabra y le faltan dos tornillos. Estaba inmovilizado de manos y pies, con la boca y ojos tapados a la espera. Ella se tomaba su tiempo, entraba al baño, trasteaba un poco por los alrededores, todo esto en silencio, sin decirme nada. Sentí su respiración cerca de mí, me tocó el abdomen y me dijo:
-Relájate, te siento muy tenso- Pasando sus manos y luego su lengua por mí, acariciando y mojando mis pezones. Con una mano sutil  tocaba mi abdomen, bajaba por mi ombligo hasta llegar a mi pene aún en estado de flacidez. Con la otra mano me empujaba hacia ella, agarrando mi collar de cuero. Sus labios  rosaron mi pecho, bajando muy lento hasta mi ombligo. Arrastró mi ropa interior hasta las rodillas, retiró sus manos y su lengua… Estuve ahí por segundos que se convertían en horas, estaba súper caliente y me empezaba a incomodar. De repente sentí caer sobre mis muslos un frio líquido que mató todo mi estado de excitación… Entonces me habló:
-¡Es sirope de chocolate!- Y continuaba vertiendo el frio dulce por mis muslos, testículos y pene. Ella terminó de preparar y servir su comida. Muy calmada, con un gran apetito rompió a lamer una, otra, otra y otra vez la parte interior de mis muslos. Succionaba cada gota de chocolate de mi cuerpo. Su boca comenzaba a actuar de forma más fresca, rosando con su lengua mis testículos y pene. Luego agarró mi miembro viril erecto con su mano, y lo metió en su boca lentamente. Sentía como quitaba todo el chocolate con sus labios y lengua. Chupaba todo mi glande y mi prepucio sin parar, sin tener una gota de escrúpulos. Después agarró mi pene, lo masturbaba con fuerza y rudeza, mientras jugaba con mis testículos metidos por completo en su boca. Frotaba su lengua por mi pene, como una brocha pinta una pared, mi erección estaba a tope. Para mayor comodidad se acostó en la cama. Agarraba mi pene con ambas manos, me masturbaba justo como me gustaba. Mientras sus labios babeaban, jugaban y chupaban mi glande. Antes de que eyaculara, metió mi miembro lo más profundo que pudo en su boca, meneando sus labios y su lengua provocando un cosquilleo elevado al cuadrado. Ahí sentí el momento mágico, mi pene engordaba, mi cuerpo temblaba, toda mi eyaculación fue directa a su garganta. Ella ni se inmutó, no parecía sentirse incomoda con todo aquello escupiendo leche en su boca. Lentamente fue despegando sus labios de mí. Por último, mordió suavemente la punta de mi pene (mi glande) y lo chupó muy duro. Fue arrastrándose por encima de mí, pasando su lengua por mi cara hasta llegar al oído, y me susurró:
-Te acabo de hacer los mejores franceses de toda tu vida: natural, profundo y bebido- En realidad, no sabía de qué me estaba hablando. Lo que si sabía era que se relacionaba con la chupada. Por lo tanto afirmé moviendo mi cabeza verticalmente. A lo que ella respondió:
-Salgo a fumar, no te vayas a mover de aquí- Me dijo, riendo con picardía. Luego abrió la puerta y se fue. Tardó veinte minutos en volver. Luego sentí su presencia acompañada de un frio húmedo proveniente del monte  que penetró en el interior. Por suerte fue rápido, la temperatura se templó de nuevo, encendió un cigarro y seguido, un silencio total. Se encontraba muy cerca, lo notaba por el olor a humo pasando por mí rostro, también porque me estaba dejando caer ceniza caliente encima. Ya era hora de que me soltara, pero no, estaba en un error, aún faltaba acción. El viento empezó a silbar, las ramas rosaban las ventanas, el aumento de la lluvia era notable. Escuché como un objeto pequeño cayó al piso muy cerca de mí, después de eso venia otra sorpresa. La frialdad de un poco de alcohol sobre mi cuerpo me causó escalofríos, cada pelo de mi cuerpo se puso firme. Su boca empezaba a sorber el ron derramado sobre mí. Quizás no eran saludables los cabios drásticos de temperatura, como el frio alcohol y sus cálidos labios. Comenzó a quitar la mordaza mientras su lengua hacia movimientos rotatorios sobre mi pecho. Sentí gran alivio cuando pude mover mi mandíbula entumida, pero mi poca libertad no iba a durar mucho tiempo.
Subió a la cama, acomodando su entre piernas en mí boca, dejando caer todo su peso sentada sobre mí cara. Con sus manos provocaba cosquilleo en mi torso, a la vez frotaba su trasero en mi cara, forzando un contacto oral-genital y oral-anal. Se mojaba más y más, apresurando los movimientos de sus caderas. Su líquido viscoso vaginal caía en toda mi boca hasta llegar a mi garganta. Su estado de excitación sexual era inmenso y aun mas su lubricación. Se detuvo por unos segundos. Acto seguido agarró mi pene bien por su base, rosando su cavidad bucal para cubrirlo excesivamente con su saliva resbaladiza. Fue desplazándose lentamente, rosando su viscosa y gran vagina externa de labios voluminosos por mi cuello, pecho, abdomen hasta caer en mi miembro. Era mi primera relación sexual, nunca iba a olvidar ese momento, esas circunstancias tan extrañas. Tampoco iba a olvidar el tacto húmedo de su concha en mi pene, todo encajaba justo, apretadito y resbaloso a la vez, muy a la perfección. Ella era una diosa que olía a gloria, su sabor en mi boca engordaba mi grueso pene, sus movimientos profundos eran imaginados por mi mente. Lo que más quería era verla pero fue algo que ella me había arrebatado. Sus caderas simulaban un bote bailando sobre las olas de mi mar. Lo hacía muy bien, como y cuando ella quisiera pero se sentía bien. Todo se terminó cuando cambió el ritmo de su buen meneo. Se inclinó un poco hacia adelante y apoyó con más fuerza sus manos en mí. Fue mi final cuando la batidora avanzó a su quinta velocidad. Solo me puse tenso y dejé que ella descargara cada vez con más intensidad todos sus movimientos acelerados. No aguanté mucho, literalmente exploté nuevamente dentro de ella. Carol pasó las flojeras causadas por la eyaculación sobre mí, luego empezó desatar nudos y más nudos. Al fin me quitó la venda de los ojos, ya no lo deseaba tanto pero igual la miré sin pestañar. Me besó apasionadamente como si yo fuera el hombre de su vida; su príncipe azul. Me dejé caer de espaldas en la cama y ella se adentró al baño. Me sentía tan cansado que se me pasó el horario de la comida, solo quería dormir unas horas. Poco a poco fui cayendo en la profundidad del sueño. La noche voló sobre mi presencia, tan rápido que amanecía las primeras horas del último día en el hotel. Carolina no estaba, ni sus pertenencias solo una nota sobre la mesa que decía:

Querido Héctor…
“Anoche estuviste estupendo, me divertí mucho…  Dejaré estas palabras para que reflexiones. Se diferente, no hagas lo mismo que todos hacen. La vida es corta, vívela al límite, sin dejar de ser una buena persona… Algún día volveremos a vernos las caras. Recuerda que siempre serás mi aprendiz”
                                                                                         Atentamente Carolina.

Había dejado otra cosa material aparte de la nota, una cajetilla de cigarros acompañado de una fosforera llevaba una frase escrita: Siempre tuya. Tomé un cigarrillo, lo prendí y salí al balcón. Solo estas palabras volaban sobre mí: Cuánto tiempo perdido, tiempo que no volverá…
Ya regresando a casa me quedé mirando el hotel por el espejo retrovisor. Sabía que algún día iba a regresar y también sabía que vería a Carolina en ese mismo hotel.                            
           

               
   

 
                     
                 

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