Before the kiss

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PARK JIMIN
Pasado.

La primera vez que lo vio fue por culpa de su irresponsabilidad.

Jimin era un estudiante que hacía de todo, excepto estudiar. No sabía si era suerte, si el de arriba lo amaba mucho, o sin notarlo había hecho un pacto maligno con el de abajo, pero de alguna forma siempre conseguía aprobar aunque no estudiase ni un poco.

No se quejaba en absoluto, para él estaba bien aquella racha de suerte que le permitía flojear sin preocuparse a reprobar.

Aunque no contaba con que su racha de buena suerte tuviese fecha de vencimiento.

Miró con asombro la hoja frente a él, sus calificaciones escritas con un brillante color rojo. Literatura, para su mala suerte. La más aburrida de todas las materias que cursaba en su último año.

— ¿Hay alguna forma de...subir puntos extras o algo así? —tuvo el descaro de preguntar, alzando la mirada hasta su maestra.

La señora Choi lo miró sin pizca de gracia. Era entendible. Jimin sólo se dedicaba a dormir en sus clases, o a veces ni siquiera asistía. Era un enorme sinvergüenza al pedir una oportunidad cuando él ni siquiera lo intentaba.

Pero dignidad no era algo que tuviese, así que juntando sus manos bajo su mentón, insistió. — ¿Por favor?

Sus ojos rodaron con hastío. Jimin ya estaba pensando como decirle a sus padres que había reprobado e imaginando los mil castigos que le vendrían encima, cuando la mujer habló. Sonaba cansada. Lucía cansada. Se preguntó por qué aun no jubilaba.

—Un informe escrito, es la única oportunidad que te daré. —declaró la mujer con seriedad. Era muy estricta, así que tal oportunidad era nuevamente Dios apiadándose de su alma, o el diablo ayudándolo bajo la firma de su pacto desconocido. Daba igual.— En una semana, quiero dos ensayos de dos exponentes de la literatura clásica. Te daré una lista de los que aceptaré.

Su alivio se esfumó tan pronto como escuchó aquella frase. Los ensayos que esa mujer pedía eran...aterradores. Sólo una vez habían hecho uno, y como sólo hizo quince páginas con la letra "calibrí" en tamaño dieciocho con un título tamaño treinta y seis, reprobó sin que ella siquiera lo leyera. Pronto entendió que ella siempre exigía un mínimo de veintidós páginas con arial tamaño doce.

Estuvo a punto de protestar, alegar que hacer cuarenta y cuatro páginas en una semana de dos libros de seguro muy tediosos, largos y aburridos era una tortura, pero la mujer pasó de él, dando por acabada la conversación mientras se encargaba de repartir las calificaciones al resto del alumnado.

Dejando caer su frente sobre su mesa, Jimin asumió que estaba acabado.

Dejando caer su frente sobre su mesa, Jimin asumió que estaba acabado

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Un peso por un beso [Kookmin OS] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora