UN BOTE. UN LAGO. TU Y YO.

102 11 3
                                    

— Aquí estás. — Nate se acerca hasta el sofá donde estoy con el ordenador. Se ha cambiado de ropa.

— Dije que te estaría esperando. — Digo sin dejar de ver la pantalla del ordenador.

— ¿De blanco? — Escupo los pistachos que acabo de comer. ¿Que ha sido del Nate tímido? — ¡No te mueras! — Me da golpes en la espalda mientras sigo tosiendo sin control. ¡Y así, tan relajado! De verdad que el cambio que ha estado dando Nate es sorprendente. Hace unos meses era ese chico tímido que se sonrojaba por todo, que no tenía claro que hacer con su vida, que seguía a rajatabla lo que otros le dijeran. Y ahora bueno... Ya ven que comentarios hace. Me encanta verlo tan seguro. Se ve feliz. Por fin, estoy viendo al verdadero Nate. — ¿Mejor? — Asiento dando sorbitos de agua. Pero eso no quita que se ha vuelto un lanzado y que situaciones como estás cada vez son más comunes.

— Si. — Lo miro y aunque ha cambiado un montón. Sus ojos siguen siendo igual se dulces y expresivos. Sigue siendo mi Nate. Mejorado. Como una version Nate 2.0. ¡Y con todo los accesorios incluidos! — ¿Tenemos prisa? — Veo la cesta de picnic que ha dejado en el suelo.

— Son solo unos sándwiches y bebida. — Inclina la cabeza y me da esa sonrisa derrite corazones que tanto me gusta. — Sigo sin saber cocinar. —

— ¡Y mejor así, aún tengo pesadillas donde tomo tú sopa de tomates! — Arrugo la cara.

— No estaba tan mal. — Me hago a un lado y él toma asiento junto a mi.

— Nate, casi se podría considerar envenenamiento. —

— Eres una exagerada. — Hace aspavientos con la mano.

— En fin... Mira. Esto es lo que quería enseñarte. — Acerco la pantalla más hacia él. — Creo que me enfocaré en estas dos cosas. Podrían ser mis proyectos y las fundaciones a las que patrocine. — Nate lee atento pasando las páginas. — Son cosas en las que me gustaría centrar toda mi energía. —

Estoy nerviosa por saber su opinión. Me importa mucho lo que él pueda decir. No tenía muy claro nada de esto pero las cosquillas que sentí mientras buscaba información y creaba un esquema para presentar mañana mi idea, me dicen que este es el camino. Estoy muy segura de ello y con una emoción que no me cabe en el pecho. Jamás creí que haciendo algo ligado a la corona me iba a causar tanta sensación de placer y goce. Siento que estoy poco a poco encontrando mi lugar.

— ¡Maddie, es increíble! — Nate sonríe feliz y en sus ojos veo orgullo — ¿Como se te ocurrió esto? —

— Hablando está mañana con mi abuela. — Fue lo que ella  dijo lo que me hizo reaccionar y dar cuenta que podía centrarme en otras cosas y no necesariamente lo que me dijeran o aconsejaran. Nadie mejor que yo para saber en qué soy buena y qué cosas puedo hacer y lograr. Y es que de verdad, nunca dejemos que la voz de otro ocupe la voz de nuestra cabeza.

— Me parece que has dado en el clavo. — Nate no deja de sonreír orgulloso.

— Ya ves, yo siempre sacando lo  mejor de todo. — Le sonrió y él parece entender esa referencia.

No puedo decir que Nate fue mi proyecto. Porque no fue así. Creo que ambos nos ayudamos. Ambos crecimos (él más que yo me atrevería a decir). También puede que él lo necesitará más y pidiera esa ayuda; pero él ha sido fundamental para todos estos cambios en mi vida y todo el proceso de aceptación.
Pensar de esta forma me hace querer vomitar, pero estúpidamente creo que nos encontramos en el momento preciso porque ambos nos necesitabamos.

Él necesitaba aprender a soltar, a ser libre.

Yo necesitaba aprender a controlar mi libertad, a darle sentido.

NO ES UNA REINA MÁS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora