PAPÁ OSO.

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— Estás temblando. — Nate pone sobre mis hombros la alfombrilla que trajo para que así entre un poco en calor. Ya nos estamos yendo del lago. Ha sido una tarde increíble. Los pocos momentos que últimamente hemos compartido han sido todos perfectos.

Agradezco mucho que él haya accedido a pasar aquí su verano. Sé que no era su plan principal pero aún así, cuando solo lo comenté no dudó en decir que ya tenía la maleta hecha.
Llego una semana después que todos porque tenía cosas que hablar y arreglar con su padre (quién quedó en venir unos días antes de acabar el verano).

— Gracias. — Le doy un besito en la mejilla y me agarro más fuerte de su cintura. Escondo la cara tras su espalda pues empapados como vamos y con el viento que se levanta por ir en el Squad, siento que soy Elsa. ¡Que rubia ya te soy! Y sería supergenial tener los poderes de ella. Por esos poderes desisto de mis otros poderes ¡La cosa es tener al menos uno, Dioses!

— ¿Por donde crees que sea mejor entrar? — Abro los ojos y veo que ya estamos cerca del castillo.

Después de vivir momentos así, siento una gran nostalgia cuando debemos separarnos sin saber cuándo podremos volver a tener otro momento a solas.

— Supongo que por la cocina. — Nate camina detrás de mí cargado con la cesta.

— Alteza. — Ambos nos paralizados cuando Elena, la jefa de personal del palacio nos ve. Es una mujer de unos 65 años, sumamente adorable y dulce. Es como una abuela de esas que te hornean galletas y te arropa por las noches. Pero eso no la exime de ser la mano derecha de mi abuela en todo lo referente con el palacio.

Me hace señas con los ojos pero caigo en cuenta muy tarde.

— ¿Maddison? — Oh-uh.

— Papá. — Le sonrió pero sus ojos están clavados en Nate y en el charco de agua que ambos tenemos bajos nuestros pies.

— ¿Dónde estaban? — Camina y empieza a dar vueltas a nuestro alrededor.

Se siente como si nos estuviese olfateando.

— Por ahí. — Asiente y se va al refrigerador. — ¡Vete! — Le susurro a Nate señalando una de las salidas de la cocina.

Conozco a mi padre y sé que la cara que ha puesto al vernos no ha sido de "papá guay".

Elena me mira con comprensión y me acerca una tacita de té caliente a la vez que recoge del suelo la cesta que Nate dejó en su rápida huída.

— Gracias. — Sigo de pie en el mismo lugar desde hace cinco minutos. Pero visto la actitud de papá león de mi padre, no se que hacer. Ambas miramos como toma asiento en la barra de desayunos.

— Por favor Elena, me podría dejar a solas con mi hija. — Uy, creo que no es sólo su actitud, de verdad está en modo papá.

¡Yo no he hecho nada, lo juro!

— Claro señor. — Elena me mira y antes de irse pone una manta, que no se de dónde saco, sobre mis hombros.
— No este mucho así niña, se puede resfriar. Hay más té caliente en la tetera. —

— Siéntate. Tenemos que hablar. — Está comiendo frutos secos. Se ve súper relajado, incluso va en chanclas con calcetines. No puede ser nada malo. Seguro es algo de todos estos líos que han salido a relucir en los últimos días. O que yo lo he estado evitando desde la cena. O simplemente está bromeando... De eso último no estoy muy segura.

— ¿Tiene que ser ahora? ¡Estoy empapada! — Le hago un puchero.

— Sí, ahora. — Abre la silla para mí.

NO ES UNA REINA MÁS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora