Capítulo cero

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La actual novia de JungKook, JiEun, era una deliciosa hada de sugerentes curvas y rostro de ángel.

Ellos llevaban unos años saliendo, a pesar de no ser destinados. A ninguno le importaba, porque sabían que aquella relación se acabaría en el instante en que alguno de ellos encontrara a su compañero. Así lo habían decidido como un par de personas maduras, que han dejado la adolescencia, época de hormonas revueltas y decisiones estúpidas, en el pasado.

Ella, por mientras, era feliz entrelazando sus delgados brazos delicados en torno al del hombre y dando paseos con él a través del parque central ubicado en el territorio de la manada de JungKook, compartiendo a ojos de los demás miembros cambiaformas la apariencia de una muy feliz pareja.

No se reclamaron, por supuesto, eso era de conocimiento general. Por esa misma razón le seguían lloviendo invitaciones e insinuaciones al alfa Jeon, de mujeres que deseaban ser su compañera y de hombres que querían ser su amante.

Qué ilusos.

A JungKook no le interesaba en lo más mínimo ser el amante de ningún hombre. Tampoco quería engañar a su novia con otra mujer.

Pese a ser ampliamente conocido por tratarse de un mujeriego sin remedio y aunque ella no era la otra parte de su alma, ella aún así le gustaba, le gustaba mucho; y en cuanto la conoció y fue poco a poco encantándose con su personalidad amigable y simpática, la idea de hacerla su mujer se volvió irresistible.

Su lobo no la reconocía, pero la aceptaba. Lo hacía porque ella emitía un suave olor a hogar que los confundía a ambos y le hacía preguntarse si de verdad no era así como debía oler una compañera, especialmente las veces en que la fémina se alejaba para visitar a su familia en el reino de las hadas. Ella regresaba entonces con un delicioso aroma dulce envolviéndola, provocando en el macho alfa intensas ganas de frotarse contra ella hasta impregnarse de ese delicioso olor que le embotaba los sentidos.

No obstante, ella le había explicado que no olía nada en él, lo que indicaba que, si no era correspondido, entonces el olor que captaba en ella no era nada más que una equivocación de su olfato.

JiEun poseía una belleza sublime y etérea. Como un hada de fuego, la mujer era candente. Tenía el largo pelo castaño en suaves ondas que le caían por la espalda, justo al inicio de donde salen aquellas bellas alas coloridas que, a cada aleteo, destilaban polvillos escarchados y un gracioso sonido tintineante.

Era la única hada que conocía, por eso mismo no sabía si lo de los polvillos y el tintineo era una cuestión característica únicamente de ella o un rasgo compartido por los de su especie. La curiosidad le latía en las venas ese día en que, en mitad de su paseo, le hizo saber sus dudas y ella entonces rio, divertida.

—No todas las hadas somos iguales —dijo ella, hablando despacio y sin nada más que una genuina sonrisa dibujándosele en los delgados labios coloreados con un poco de brillo labial—. Las alas de mi hermano Jimin emiten el mismo sonido. Supongo que es una cosa de familia.

—Ah, tu hermano —JungKook murmuró, distrayéndose un poco de la vitrina de vestidos de novia que ambos se habían detenido a observar en su paseo, con ella colgada a su brazo.

Él la miró, instándola a continuar, dedicándole toda la atención y haciéndola sentir que su corazón se hinchaba de felicidad por sentirse tan especial para aquel hombre.

—Sí —respondió de vuelta JiEun. Las largas pestañas color café le revolotearon contra los pómulos cuando ella se detuvo a suspirar y cerrar por un momento sus párpados, exudando elegancia y gracia como ninguna otra—. Deberías conocerlo. Él puede ser un poco torpe, pero es un chico muy dulce. Hace poco cumplió veinticuatro primaveras. Él ha dicho que le gustaría conocerte.

Lo que ella no dijo es que Jimin había sido prácticamente obligado por su hermana mayor a darle el buen visto a su novio, porque el menor era tímido y dócil, lo que junto a su torpeza natural no ayudaban a que padre y madre lo sacaran de debajo de sus faldas de cariño y sobreprotección. Ella anhelaba que él saliera de su cascarón, que endureciera su carácter y se convirtiera en alguien fuerte. Jimin continuaba siendo muy blando, incapaz de luchar por sus deseos e ir en contra de otras personas, siempre limitándose a asentir y aceptar todo, a soportar, aguantar y callar. Era esa docilidad lo que le costaría un montón de lágrimas y era también eso lo que tenía que cambiar. Ella no siempre estaría para protegerlo. Su hermano tendría que aprender aquella lección.

JungKook permaneció pensativo y ella supo que lo estaba considerando.

—De acuerdo. Si es eso lo que mi novia quiere.

Y JiEun no pudo ser más feliz.

Intenso JungKook «Kookmin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora