Lo triste de todo lo bueno es que tiene un final. Mi verano en Los Ángeles había terminado y era momento de partir. Todos tomariamos caminos diferentes para ir a la Universidad. Lo que había comenzado como una amistad en el último año de escuela, hoy terminaba al irnos a distintos lugares.
Mañana los dos estariamos enfrentándonos a una vida diferente, pero de cierta manera estando con él había logrado despertar y vivir. Siendo esta, nuestra última noche juntos decidimos pasarla en el lugar en el que todo comenzó.
Hace un año me encontraba buscando respuestas. Estaba demasiado molesta de no tener padres normales y tener que estar constantemente mudandonos de un lugar a otro. Mi papá solía llamarnos gitanos, porque nunca nos quedabamos demasiado tiempo en un lugar para conformarnos con la vida cotidiana. Nos hacia acostumbrarnos a los cambios que suelen pasar en la vida. A no tener miedo de las cosas nuevas y diferentes.
Pero ese día sentía que habían sido demasiados cambios en un solo instante. Nos habíamos cambiado de país, idioma, de cultura y por si fuera poco, solo nos encontrábamos mi hermano y yo. Mis papás habían decidido que era el momento perfecto para enseñar la independencia. El plan consistía en que mi hermano y yo estaríamos seis meses viviendo solos en la ciudad de Los Ángeles, California.
Luego ellos se reunirían con nosotros y terminariamos el año juntos antes de elegir una universidad. Técnicamente esos meses no estaríamos solos, tendríamos a los amigos de la familia siendo nuestros tutores en la escuela. Pero estaríamos viviendo en la casa vecina y haríamos las compras por nuestra cuenta al igual que todos los quehaceres.
Aquí es donde aceptamos y entendemos que mis padres son las personas más locas e independientes del mundo. Cuando les contamos a la gente nuestra situación familiar, usualmente los chicos de nuestra edad nos aplauden y nos envidian. Para nosotros es todo lo contrario, aunque amé a mi familia. Siempre me pareció ideal tener un hogar que tuviera límites y se preocupara por sus hijos en vez de sacarlos del nido tan pronto.
Asi que alli estaba yo, en la playa, dejando que los últimos rayos del sol calentaran mi piel y se llevaran todas mis frustraciones, enojos y resentimientos que tenía.
¿Podía ser que mis padres se habían cansado de serlo y nos estaban dejando a nuestra suerte?
Demasiadas preguntas iban acumulandose en mi mente. Si lo mirabas a la distancia no estaban dejando a niños solos, técnicamente yo era un adulta con 18 años en algunos países y mi hermano tenía 15 años. Lo cual hacía que fuera lo suficiente mayor para entender mejor la situación.
Sería un buen momento para dejar que las olas del mar me convirtieran en espuma y dejara de pensar por un momento. Al final sabía que no podía hacerlo, tenía demasiados sueños y metas por cumplir que quedarme en el mar no solucionaría nada. Allí fue donde entraron ellos.
Se escuchaban risas y música mientras un grupo de chicos se tumbaban en la arena. Después de mudarme infinidad de veces, comprendí que lo mejor era no apegarse a las personas. Terminas con relaciones a medias y demasiadas despedidas dramáticas como para aguantarlas siempre.
Al parecer algo lo intrigó lo suficiente como para acercarse y querer saber de mi. Miles de intentos después decidí darle la oportunidad de conocernos mejor. Puedo pensarlo ahora y decir que no me arrepiento de haberle dado la oportunidad. También me sentía muy agradecida con él, por no rendirse. Una charla se convirtió en una bienvenida a nuevas amistades y a la oportunidad de tener algo más con cierta persona.
Aunque intentara alejarme de él y de sus amigos, termine siendo parte de ellos. Las salidas de grupo se convirtieron en citas. Los mensajes por redes sociales pasaban a ser llamadas hasta altas horas de la madrugada. Me había enamorado y ya no existía una vuelta atrás. No es que no hubiera intentado evitarlo, simplemente se me habían agotado las excusas para decir que no. Tenía la oportunidad perfecta para disfrutar el que se supone es el mejor año de nuestras vidas. Podía dejar de preocuparme y por una vez en la vida dejarlo todo en manos del futuro.
No me arrepiento, aunque esta sea nuestra última noche juntos, volvería a vivir todo otra vez sin cambiar algo. Nos encontrábamos en la playa donde todo comenzó y ahora era donde todo iba a terminar. Mañana era el inicio de una nueva etapa de nuestras vidas, sabía que no era lo correcto empezarla estando atados a alguien.
Aceptemoslo, las relaciones a distancia son una basura. No quiero ser la chica que llora al teléfono cuando habla con su novio y que pierde grandes oportunidades de pasarla bien al rechazar invitaciones. Era demasiado sufrimiento con carga como para aceptarlo. Y es por eso que tambien no quiero que pierda ese tipo de oportunidades. No quiero ser la novia que le llama porque lo extraña. La que arruina sus planes porque en vez de pasarla bien en la fiesta está conmigo en el teléfono. La chica por la cual rechaza pasar tiempo con sus amigos, por querer visitarme. Nos dejaba en libertad aunque eso él no lo sabia todavia. Siempre he sido una persona que sobrepiensa todo.
Aunque no lo quisiera hacer, contaba en mi mente el tiempo restante que teníamos para estar juntos. Diez horas y cuarenta minutos antes de que se fuera, diez horas y treinta minutos antes de que tomemos caminos diferentes. Recordamos momentos juntos, comemos y disfrutamos la compañía. En el ambiente se siente que esto es una despedida, pero somos demasiado cobardes para enfrentarlo.
Nos quedamos en silencio contemplando las estrellas. Si pudiera pedir un deseo a la luna, le pediría que nos congelara en este momento para siempre. El único momento en el que nos sentimos sin preocupaciones y sin presiones de un futuro. Un día más estando juntos sin ninguna restricción.
Somos dos jovenes adultos que se supone no saben lo que es el amor. Sin embargo, lo que he vivido con él me hace sentir que no habrá otra persona que llene su lugar en mi corazón. ¿Será que en otra linea del tiempo o en un universo alterno nuestro destino era quedarnos juntos? Podría ser que en algún tiempo atrás, nosotros éramos amantes prohibidos que no lograron juntarse y por eso los castigan en las vidas siguientes para reencontrarse.
Las últimas horas de la noche anunciaban el fin de nuestros momentos. Habíamos decidido que nos marchariamos juntos al aeropuerto. Se supone que nuestros vuelos partían a minutos de diferencia, pero yo había cambiado mi boleto. Tomaría un vuelo horas antes que el suyo para no tener que enfrentarme a una despedida más dura. Pueden llamarme cobarde y todo lo que quieran. Había sufrido demasiado al saber que su futuro no era a mi lado como para verlo adentrarse a una nueva aventura.
No me despediría en el aeropuerto pero lo tendría que hacer ahora. Después de empacar todas las cosas que usamos en la playa, era momento de partir a casa. El camino era envuelto en silencio incómodo con la tensión que se podía cortar con un cuchillo. Podía seguir contando las horas que nos quedaban juntos, pero al final se resumía en minutos que terminarian en segundo al llegar a mi casa.
No había más temas de los que hablar, ni momentos que recordar. Nuestro año juntos había logrado tantas cosas, compartido tantos secretos y memorias. Para terminar en un momento que no duraría más de diez minutos.
Mientras más nos acercamos a nuestro último destino, puedo sentir cómo el miedo invade todo mi cuerpo. Mis manos empiezan a temblar y siento como algunos sollozos intentan escapar de mi boca. Sé lo que tengo que hacer, necesito liberarlo de las ataduras que podrían detenerlo a disfrutar sus años en la universidad. Solo tengo que decir las palabras y salir huyendo como la cobarde que soy.
Al estar enfrente de casa, sabía que no habia vuelta atras. Antes de pensarlo tanto solté las palabras tan rápido como pude. "No iré contigo al aeropuerto" fueron mis palabras. La incógnita estaba tatuada en toda su cara. "No podemos ser novios a la distancia" fue mi excusa. Las lágrimas adornaban el ambiente haciéndolo más trágico y patético de lo que ya era. Incluso aunque intentara buscar una respuesta razonable, ambos sabíamos que tenía razón. Podía funcionar los primeros meses para luego terminar siendo un gran desastre con resentimientos por no aprovechar nuestras oportunidades.
Un último beso sella nuestra despedida, intentando pasar todo el amor que sentimos el uno por el otro. Dejándonos llevar por las emociones tan abrumadoras que nos deja nuestra relación. Esperando que en algún momento esto sea solo un recuerdo de un amor de secundario o algo mejor, un recuerdo de una prueba que nos hizo el destino para ver si realmente estábamos destinados a vivir juntos que logramos superar.
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¡Nos vemos en la siguiente historia!
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Historias de amor para corazones desesperados
RomanceHablemos sobre el amor ¿Conoces ese sentimiento? Ya sabes, el que te agarra cuando estás viendo una película super romántica. Suspiras y dices "Quiero un novio" O cuando estás en instagram/Tiktok y te aparecen videos de parejas bailando en la lluv...