-C es de Cortinas-

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Las almas solían ser casi siempre transparentes para ella.

De diferente brillo, con distintos tamaños, solitarias, en resonancia, benignas, peligrosas... Todas y cada una era especial a su manera, y poder percibirlas había sido un don que le hacía sentir orgullosa, y hasta con el tiempo, entregada. Conforme andaba por los pasillos de Shibusen, iba examinando con ojo crítico cada alma que se le cruzase. Era, además de didáctico, entretenido. Como una especie de pasatiempo al que te terminas acostumbrando, o en su caso, casi saliendo adicto.

Sin embargo, las ganas de continuar haciéndolo se fueron apagando poco a poco de buenas a primeras. Ya no le importaba tanto, y vagaba por aquellos fríos pasillos como si no le pertenecieran. Esquivaba el gentío, alumnos y profesores, con la mirada y cabeza gachas. Lo que más le preocupaba era que comenzaba a perder incluso el visual, el brillo, de su propia alma. Y hubo alguien que se percató. No la persona que quería pero era de esperar.

Stein le había citado tras la comida en una de las aulas aquel día, y cuando estuvo exenta de alumnos, Maka entró.

— ¿Quería verme, profesor? —inquirió con una forzada sonrisa.

El hombre acababa de encenderse un cigarrillo, y tras darle una honda calada, dirigió el brillo de sus gafas hacia ella.

—Puntual como siempre. No esperaba menos.

—Dijo que era importante.

—Y lo es. Por favor, siéntate.

—Si no le molesta, prefiero quedarme de pie.

A la chica le temblaban las piernas y estaba segura que si se sentaba, Stein notaría enseguida su nerviosismo porque no dejaría de moverse en la silla. Controló la inquietud recogiendo las manos una sobre la otra al frente, bien a la vista, en cuanto se puso de cara al escritorio. Stein encogió los hombros con cierta indiferencia mientras apartaba a un lado la bata blanca y se acomodaba en la silla de ruedas.

—Como prefieras.

—Gracias.

— ¿Sabes por qué te he llamado, Maka?

—Mis notas no han fluctuado ni una décima, calculo, en los últimos exámenes. Y como tampoco se me ha sometido a demasiados entrenamientos últimamente, supongo que tampoco será por eso...

Stein la miró con seriedad, aun tras las gafas.

—En parte, sí, pero es otro punto al que llegaremos más adelante. He notado que algo no va bien.

— ¿A qué se refiere, profesor?

Las manos de Maka comenzaron a sudar. Stein se había bajado las gafas y observaba la zona de su pecho sin pestañear.

—Pues que algo no va bien... —se levantó de la silla de pronto para dar un salto sobre el escritorio y ponerse a escasos centímetros de la chica. Su dedo índice presionó justo donde se encontraba su alma, mientras él la miraba—... aquí.

Un incómodo silencio invadió el aula, y la respiración de Maka se volvió espesa. Hasta que Stein apartó el dedo chasqueando la lengua y regresó a su silla de otro salto.

—La verdad, yo... —trató de explicar la chica recobrando el aliento. No podía engañar a un profesor. No podía mentir a Stein porque él también lo veía con claridad liviana.

—No te preocupes. He hablado con Shinigami.

¡Madre mía! ¿Qué?

Ya podía temerse lo peor.

SoMa en el Abecedario 2.0 [PAUSADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora